Retazos: el presente del pasado.

Siempre igual. Cada vez que proponemos que hay que revisar el pasado, nos chocamos con cuestionamientos diversos.

Hay quienes dicen que si miramos demasiado para atrás corremos el riesgo de no avanzar. Nos advierten que el problema de los nuevos tiempos es precisamente esa obsesión que tenemos por analizar demasiado lo que ya pasó ¿y para qué? nos preguntan. El pasado es eso, pasado, y hay que dejarlo en paz.

Esta necesidad de enterrar el pasado en el pasado se sostiene en la premisa de que nuestra historia personal depende únicamente de nosotros; y que lo que hacemos o lo que nos pasa es forjado solo por nuestra voluntad, con nuestra divina capacidad para generar y para superar los obstáculos.

Nos recomiendan entonces sacarnos la mochila de encima, arrojarla al costado del camino, o enterrarla, y así viajar más ligeros.

Según estas premisas, no hay nada hacia atrás que pueda definir nuestro presente. Nada que indagar, nada que saber. Somos lo que queremos ser, no importa qué haya ocurrido antes, no importa de qué historia venimos, ni qué heridas quedaron sin restañar en el pasado. 

A quienes piensan así, pido disculpas de antemano y recomiendo no seguir estos posteos, porque aquí el pasado suele estar muy presente, por decirlo de alguna manera.

Así es. Voy y vuelvo, a cada rato.

En cuanto aparece un recuerdo, mi mente viaja hacia otro tiempo. Viaja, escudriña, revisa, y cada vez que regresa al presente, trae consigo algunas respuestas, o lo que es más interesante, nuevas preguntas que me ayuden a pensar por dónde anduve, cómo llegué hasta aquí, y por dónde elijo seguir andando.

Este ejercicio me resulta fascinante. Es como resolver un misterio. Los hechos se ordenan y empezamos a entender lo que nos pasa. Situaciones que ayer no significaban nada porque no teníamos herramientas para resignificarlas, hoy adquieren sentido. Ha pasado el tiempo y de pronto un día estamos preparados para entender.

Porque a pesar de todas las mochilas que tratemos de arrojar en el camino, esas mochilas son nuestras. 

Hay una historia hacia atrás, y aunque no la conozcamos bien, condiciona nuestro viaje.


Retazos

Una amiga me cuenta de la difícil relación con su madre, del enojo que siempre sintió, y de los reproches. Retazos de historias dolorosas que fue capturando, incompletas, fragmentadas. Silencios que las fueron alejando durante años. 

Pero un día, en una de estas terapias alternativas, le proponen volver a pensar en la relación de ambas. Entonces decide hablar, romper la distancia, preguntar, escuchar. Del otro lado hay una parte de la historia que nunca antes había sido contada. 

Mi amiga empieza a reunir los retazos y los junta con las partes que faltaban. El rompecabezas se empieza a armar, la historia de su madre que es también su propia historia. 

Dos mujeres, madre e hija, se empiezan a encontrar y a entender.

Recuperar  los retazos que nos faltan, a veces es una acción reparadora. 


Mis retazos

Ahí andamos todos, con nuestros retazos. Algunos están toda la vida uniendo las partes, recuperando pedazos de historia; otros prefieren seguir así, sin saber, sin entender.

Ojo, yo no creo que haya fórmulas mágicas. Supongo que a veces saber puede ser dolorosísimo, a veces en vez de reconciliarnos con esa parte de la historia, nos enojamos aún más.

En fin, creo que nadie puede juzgar qué es lo que hace cada uno con los retazos que le quedan. La búsqueda, o la negación de esa búsqueda son respuestas totalmente personales. 

Los dolores no son los mismos. 

Hay dolores que no se resisten fácilmente.

Decía antes que para mí es como resolver un misterio. Me fascina. Más allá de lo bueno o malo que se descubra, encontrar verdades es una tarea bella.

Como aquella vez, después que falleció mi viejo. Con mi hermana habíamos  empezado a guardar, a ordenar, y de pronto nos encontramos con una carta vieja. Estaba escrita por un primo de mi papá que era médico e iba dirigida a mi abuelo. En esa carta se hablaba de la internación de mi abuela por un brote, y se mencionaba la palabra esquizofrenia. Nunca antes habíamos sabido de esa historia, así que fuimos a preguntar a mi mamá. Ella si sabía, aunque atenuó y relativizó todo lo que la carta decía. No fue tan así, no era para tanto. Aunque sí lo fue, pero esa historia será para otro posteo.

Como dije, cada uno hace lo que puede con los retazos. En mi familia algunos quedaron escondidos por ahí.

Supongo que en todas las familias hay retazos ocultos. A veces los tapa la vergüenza, o el miedo y cuando podemos reconstruir esa parte de la historia, en ocasiones solemos descubrir que esa vergüenza o esos miedos no deberían haber estado nunca ahí y que en realidad fueron inculcados por una educación, por una sociedad, por una cultura. Incrustados hasta taladrarle el alma a quién supo ocultar sus retazos, como a mi abuela.

A veces me gustaría tener a mi mamá para poder desentrañar algunos de esos viejos misterios, aunque seguramente mentiría un poco y ocultaría bastante.

Precisamente ayer estuve pensando en ella, en mi mamá. Estuve organizando algunos viejos archivos que quiero conservar, entre ellos, las grabaciones de las conversaciones que tuve con ella.

Resulta que tengo guardados algunos cuantos audios, algo así como veinte horas de grabación, producto de una serie de entrevistas que le hice a mi mamá en 2011.

No sé todavía por qué las hicimos. Creo que fue idea de ella, que varias veces había pedido algo así, "aprovechen que estoy viva y me acuerdo todo", decía. Y yo aproveché.

Una vez por semana me iba a su casa con mi flamante mp3 y conversábamos. Yo preguntaba y ella me respondía. Sobre su vida en el campo, su llegada a la ciudad, su militancia, sobre la familia.

Algunas veces, muchas, me daba cuenta de que me estaba mintiendo. Yo sabía acerca de algunas historias pero mi mamá me las contaba desde su perspectiva, protegiendo recuerdos de ella o de la familia, y sobre lo que era rojo, naranja o verde ella pasaba un pincel rosa y todo quedaba más bonito.

Ayer estuve escuchando algunos fragmentos al azar, mientras ordenaba. Me escucho repreguntando, tratando de acorralar a la mentira, insistiendo. Pero mi mamá era testaruda y no cedía así que finalmente la dejaba seguir y ahí quedaba la historia.

Qué fuerte volver a escuchar su voz, nuestras voces. Tan nítidas. No sólo hay preguntas y respuestas, hay diálogos, alguna discusión, algún chiste. 

En un momento lo llamé a Juan para que también pudiera escuchar un poco. Se emocionó y me emocionó a mí, y ahí caí en la cuenta de que en gran parte de esas grabaciones ya estaba embarazada de Juan, y en las últimas mi panza era inmensa.

Como si hubiese sabido que nunca iban a conocerse. Como si esas entrevistas fueran los retazos que mi mamá dejó par él también.

Cada vez creo menos en las casualidades.

Pienso que un día, dentro de poco, haré algo interesante con esos audios. Mientras tanto sigo organizando las piezas de mi rompecabezas.

Historias viejas y un poco oxidadas. 

Mi historia que también es la historia de mi mamá o la de mi abuela paterna.

Como dice mi hermana, hay una historia enorme que nos antecede. Es una gran red, inmensa. 

El carretel rueda sobre un país del otro lado del continente, en medio de la pobreza de aquellos que un día decidieron subir a un barco y entonces el hilo llega a América y se abre en muchos otros hilos que son la historia de mi familia y de tantas otras.

Esa otra madeja, la historia de aquellas mujeres que trajo Sarmiento y cuyos hilos son los que tejen nuestra historia docente de hoy.

Y la historia de esa inmensa telaraña de hilos que es el patriarcado y que condicionó la vida de tantas mujeres como la de mi abuela, o la de mi mamá o la mía.

Los retazos se entrecruzan. 

Imagino que así, algún día, aquellas grabaciones o estos escritos, serán para Juan los retazos de su propia historia.


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Comentarios

  1. Hay un poema que dice que estamos hechos de retazos. No sólo del pasado sino también del pasado que quienes nos precedieron y de quienes nos acompañan

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  2. Quizas como buena costurea y tejedora que era mi abuela te diria que los retazos son para tapar agujeros y los nudos para desarmarlos , y o a veces cortarlos , quizas nos llenaron de retazos , y no se dieron cuenta que nosotros lo unico que queremos es desarmar y o cortar los nudos que nos dejaron . besos y una y mil veces te lo dije , me encanta leerte

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  3. Es muyyy bello ! Yo tengo grabado a mi papá pero sólo es una fábula que recitó y una especie de lección de historia y geografía. Genial todo!


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