Liter.ar

 (Ciber experiencias de la escuela en tiempos de pandemia) 

19/07/2021

Últimos días de clases antes de las vacaciones.

Entro al aula, saludo y empiezo a tomar lista. De pronto alguien dice "presente", levanto la vista y lo veo. Supongamos que se llama Federico. La mirada de Federico está clavada en el banco.

Es la primera vez que viene a la escuela. Me fijo en mi lista y veo que, igual que muchos de sus compañeros, no entregó ningún trabajo. Lo busco en el classroom pero no está. Le pregunto y me dice que nunca pudo ingresar, que el único celular que hay en su casa es el suyo y que  hace mucho que está roto. Quizás en unos meses lo puedan arreglar, me cuenta.

Tengo que preguntar bastante para entender todo. Federico es parco y a cada pregunta me contesta con monosílabos y palabras sueltas.
Le pido que vaya a buscar las fotocopias que prepararon para los chicos que no tienen conectividad. De todas formas también voy a pedir una netbook y le pregunto por su correo. No sabe. Así que empezamos de cero, le muestro cómo se abre una cuenta y abrimos una a su nombre. Después le explico cómo ingresar a classroom desde el navegador. Todo el tiempo siento que me mira desconcertado, tratando de entender.

No sé cuánto habrá entendido de mi explicación. Creo que es demasiada información para este pequeño rato.

Finalmente la hora termina, suena el timbre y sale junto a los demás.

Más tarde me comunico con la orientadora de la escuela. Le digo el nombre y me cuenta que Federico estuvo desconectado desde el primer día, que lo fueron a buscar a la casa para que volviera a la escuela; me cuenta que su familia es muy pobre, que viven del cirujeo; me cuenta que Federico hace un esfuerzo muy grande para venir a la escuela.

Seguramente Federico sabe leer y escribir, seguramente sabe sumar y restar y muchas otras cosas.

Pero no alcanza.

Y no se trata de esfuerzo personal, de aplausos ni de valorar la perseverancia.

No hay meritocracia que valga.

La meritocracia es perversa.

Negarle las herramientas necesarias a un niño es perverso.

Aplaudirlo por lograr lo que otros niños tienen de manera natural es perverso.

Elogiar el sacrificio es perverso.

Ningún chico debería estar afuera del mundo.

Pienso en la enorme cantidad de chicos como Federico que están afuera de todo porque todo los deja afuera.

Pienso en la enorme deuda que el Estado tiene con Federico y con tantos otros chicos en la misma situación.

Piensos en que tenemos que destruir la perversión y construir un mundo más justo

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21/05/2021

Teatro

Hoy tuve clase con quinto.  

Es un curso numeroso, son treinta y tres.

Pero en el meet hace un mes que sólo entran seis chicos. 

Siempre son los mismos y conversamos un montón.

De esos seis chicos, sólo algunos entregaron las actividades que hasta ahora pedí.

La verdad es que vengo medio desalentada. 

No, medio no. Muy desalentada.

Y enojada.

Se los digo, les digo que me enoja que no entren los demás. Pero mi queja es absurda y yo lo sé. 

Es como cuando esperás el colectivo y viene tan cargado que sigue de largo, igual que el otro, y el otro. Y entonces, después de una hora de espera y cuando por fin para uno, subís hecha una furia y descargás toda tu bronca con el chofer y qué escándalo le decís, y qué falta de respeto. Y entonces el tipo te mira como diciendo "y a mí que me decís encima que te paré?"

Igual. 

Así me escuchan mis seis estudiantes que entran al meet.

La verdad es que al principio yo tuve alguna pequeña esperanza sostenida en alguna absurda proyección matemática posible: si hoy son seis capaz que la próxima son diez, después quince y así.

Pero a los pibes las proyecciones matemáticas les importan un pepino. Es más, creo que en la primera clase eran ocho. Creo.

En fin. 

La cosa es que hace un mes dejé en el classroom "La isla desierta", la obra de Roberto Arlt. Se me ocurrió agregar algunas pinturas de Quinquela Martín, como disparador para que escriban, y algunas preguntas. 

Me encantó cómo quedó la actividad. 

Pero hasta ahora sólo tres estudiantes la hicieron.

Estoy tan frustrada y tan desesperanzada.

Es muy difícil pensar estrategias a la distancia.

Para colmo la mayoría de los chicos que entran al meet no leyeron la obra. Me proponen leerla entre todos, como si estuviéramos en la escuela.

Pero son muy pocos y a mí me parece complicado. Así que otro día invito por classroom al resto de los estudiantes a participar. Les propongo que elijan personajes. Trato de tentarlos con la historia.

Me contestan los mismos estudiantes que siempre participan.

Postergo la lectura. 

Les preparo algún video interesante sobre Arlt y las Aguafuertes, les cuento de cómo fue cuestionada su literatura por ser popular. Después charlamos un rato, me muestran sus mascotas, conversamos. 

Así pasa la hora.

Más o menos siempre es así.

Hoy casi estaba terminando la clase. Ellos siguen sin leer la obra y yo sigo viendo que son muy pocos para leer.

"Profe, espero que un día podamos leer la obra" me dice uno de los chicos antes de despedirmos.

Y me despierta.

Me parece que el problema no son ellos, soy yo que no me animo.

La pandemia nos hace mal a todos, pienso.

"¡Esperen!" les digo "¿Nos quedamos un rato más y la leemos?"

Sí, claro, lo estaban esperando 

¿Y los personajes que sobran? me preguntan.

"No importa, podemos hacer dos personajes cada uno."

Así arranqué. Pude.

Pudimos.

Improvisamos un poco y a medida que van apareciendo los personajes ellos eligen quién hace cada uno. Yo anoto, para no olvidarme.

La leen, la actúan con sus voces impostadas. No son actores profesionales, pero se sueltan cada vez más y la historia fluye.

Así aparecen en medio del meet Don Manuel y el resto de sus compañeros y compañeras de oficina que miran por el ventanal y nos cuentan de la rutina y el tedio, de los sueños postergados y entonces aparece Cipriano y ahora todos empezamos a ver barcos y paisajes exóticos. 

Terminamos de leer.

Al final aplaudimos.

Ya está. 

Seis pibes.

Nada más.

Ahora sí, nos despedimos. 

Les digo que no tienen excusa para hacer el trabajo.

Igual por las dudas no pienso ilusionarme.

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20/05/2021

Laberintos 

Tengo un cuarto año al que le tengo mucho cariño. Tuve a esos chicos hace dos años en segundo, y ahora nos reecontramos. Está bueno, porque los nombres tienen caras y porque hay confianza.

Hace un tiempo estamos viendo el mito. Nada original: Leímos La casa de Asterión de Borges y Los Reyes de Cortázar. Buscamos la historia del Minotauro, de Dédalo, de Ícaro. 


El otro día, después de la clase por meet les compartí el poema "Laberinto" de Borges y les conté de manera escrita cómo este tema es recurrente en su obra. A tal punto es recurrente que Umberto Eco lo representa en "El nombre de la rosa" en aquel bibliotecario ciego, Jorge Burgos, que dirige una biblioteca en forma de laberinto, claro.

Entonces les pido a los chicos que escriban una historia o una poesía con un laberinto.

"¿Cómo tiene que ser el laberinto?" me preguntan.

Cómo quieran, cómo se les ocurra, les digo.

Hoy me llega un trabajo. 

Dieciocho hojas. Dieciocho.

Empiezo a leer.

Es un cuento, un cuento que se bifurca. Que se ramifica. Un cuento como los de "Elige tu propia aventura".

Un cuento enorme que es, en sí mismo, un intrincado laberinto cargado de aventuras.

Le escribí a su autor un mensaje larguísimo repleto de elogios y de emoción.

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09/10/2020

Mi trabajo en cuarentena 


No llenar a los y las estudiantes de contenidos que sólo provocan angustia y recargan en las familias la tarea de enseñar.

Pensar actividades divertidas, que los y las interpelen. Elegir cuentos y novelas que puedan atraparlos.

Escribir las pautas de trabajo como si estuviera contándoles algo cara a cara. Ser cálida y amable. Usar muchos emoticones de caritas sonrientes y corazones para que sepan entender el tono del mensaje.

Aprovechar la posibilidad de incluir links a vídeos que les puedan gustar.

Nunca usar la palabra tarea. Sólo hablar de actividades o propuestas.

Comunicarme mucho mucho en los grupos de wassap. Saber cómo están, qué sienten, saber qué les pasa.

Leer cada uno de los trabajos ampliando la pantalla, torciendo el cogote.

Empezar las devoluciones con un muy bien y después aclarar lo que se puede corregir. Escribirles contándoles qué me pareció cada una de sus opiniones. Volver a llenar de emoticones de caritas sonrientes y corazones.

Armar un listado de aquellos y aquellas que no se están comunicando y enviárselo a la prece. Conversar con ella cada situación.

Comunicarnos si es posible con los chicos y las chicas que no se comunican. Hablar con ellos y ellas, con sus familiares. Hablar con el equipo de orientación. Escuchar, leer, acompañar.

Estar atenta a aquellos mensajes de chicos y chicas que buscan ayuda, que están enfermos, o tristes, o preocupados. Tejer lazos,  abrazar a la distancia, tratar de dar respuestas cuando es posible o buscar quién pueda darlas.

Hacer todo eso mismo con mis colegas, conversar, escuchar, escucharnos.

Cambiar el ritmo, bajar un cambio, escuchar, saber, comprender, acompañar.

Y abrazarnos fuerte con palabras bellas, abrazarnos hasta que podamos encontrarnos nuevamente.

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08/09/2020

Hoy tuvimos reunión con los chicos de sexto.

Ellos, los más grandes.

Los que menos se conectan.

Los que te avisan que están trabajando, o que la familia tiene covid, o no te avisan nada.

Los que egresan.

Empieza la reunión. Los docentes y directivos empezamos a hablar mientras ellos callan.

Les decimos que nos alegramos de verlos. 

Queremos mimarlos un poco.

Entonces les preguntamos, con amor y entusiasmo, cómo quieren pensar su egreso, porque aunque sea virtual, sabemos, es una etapa importante.

Queremos que les guste. 

No se los ve demasiado entusiasmados.

Sugerimos entonces videos, TikToks, canciones y no sé cuántas cosas más. 

No hablan. Escuchan en silencio.

Insistimos.

De a poco se van animando y empiezan a escribir en el chat. Y ahí surge la pregunta:

¿Se podrá hacer la fiesta de egreso el año próximo?

Sí claro que se puede.

¿Y qué quieren en esa fiesta?

Quieren la ceremonia, quieren el traje o el vestido, quieren el diploma de manos de su profe, quieren el abrazo y quieren la foto de ese abrazo.

Quieren todo eso.

Porque está claro, no les interesa reemplazarlo por la virtualidad.

La virtualidad es para jugar y chatear.

Para todo lo demás quieren el encuentro real.

Después les preguntamos si nos extrañan.

Quizás nos mienten para conformarnos pero nos dicen que sí, que extrañan los retos y  extrañan los mates en el aula.

Hacen chistes por el chat. Dicen que van a ser la generación que egresó en cuarentena. La generación perdida, dicen.

Les pedimos que se cuiden, que no salgan si no es necesario y que si van a salir tomen todas las precauciones.

Porque los queremos.

Y porque los extrañamos.

Termina la reunión y la pucha!

Se me metió un egresado en el ojo!













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