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La vacuna, el regreso y la pandemia

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En pocos días estaré recibiendo la primera dosis de la vacuna. La notificación llegó justo a tiempo. Los últimos días fueron terribles. No podía parar de llorar. No hablo de ese llanto catarata que inunda todo, habló de un llanto reprimido, ese que no podés evitar cada vez que empezás a hablar. Ese llanto que ahoga las palabras, una y otra vez. Fueron muchas tensiones.  Demasiadas. Al delirio que representa regresar a las aulas de manera compulsiva se sumó la noticia de los cambios en el protocolo. Después, como frutilla de postre envenenado (Sí, dije envenenado) la licencia por hijos a cargo. Hace días que mis compañeras la están esperando para saber qué van a hacer con sus hijos.  Que sí, alegría. Que no, fue un error.  Es necesario todo ese manoseo, todo ese maltrato? Entonces se me viene a la cabeza la imagen de un grupo de hormigas corriendo alocadas porque alguien puso un dedo en medio de su fila ordenadita. En estos últimos días fuimos un poco eso, hormiguitas am...

La mesa larga

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Un día éramos chicos. Digo que todos nosotros éramos chicos. Teníamos risas y juegos. Y secretos y verdades reveladas. Y había una familia de padres y tíos y abuelos. En aquellos años de infancia nos reencontrábamos a cada rato. Cualquier festejo era motivo y excusa para la mesa larga. La mesa larga  de padres y tíos y abuelos. Por allá estaba la mesa de los grandes, con sus voces fuertes, sus vasos de vino y sus discusiones vehementes. Y por acá nuestra mesa, la mesa de los chicos.  Y nosotros.  Nosotros en nuestro mundo de charlas profundas y carcajadas y peleas, de burlas y complicidades. Esos encuentros de sobremesas eternas de postres y gaseosas. Así crecimos. Y un día fuimos adultos. Y era tan bueno saber que dónde estuviera la mesa larga íbamos a volver a ser los chicos. Yo creo que el amor se enseña, se contagia, se invita, se propone. Y nosotros nos quisimos. Nos quisimos hasta la risa y hasta el abrazo. Y nos quisimos, hasta hoy. Hasta esta lágrima de ho...

Tu no

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Sí claro, todas las personas pasamos alguna vez por ese sentimiento. Yo misma, hace años, despedí a mi padre primero y a mi madre varios años después. Y dolió, claro. Mucho. Todavía duele. Y sí claro. Es la vida, es la naturaleza.  N acemos, vivimos y después nos morimos, eso ya lo sabemos. ¿Pero sabés qué? Nunca deja de doler. Nunca. A veces la muerte es un llovizna sutil que nos salpica la cara. Aveces es una tormenta despiadada que arrasa con todo. En ciertas ocasiones sentimos cómo se aproxima, y la esperamos con miedo y con cierta sabiduría. Pero a veces, como hoy, la muerte es un aguacero invisible que cae de golpe y nos estropea la ropa y los zapatos y se pegotea a nuestro cuerpo. Hablar de la muerte es difícil. No sé puede hablar de la muerte si no hablamos de la vida. La muerte es vacía, la muerte es la nada, es la ausencia de luces, de sonidos, de ideas. Porque en verdad no duele la muerte sino la vida que la muerte nos niega. No duele la muerte sino la vida que la...

El juego y el deseo

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Cuando yo era chica, los niños y las niñas querían ser astronautas, docentes, científicos, jugadores de fútbol. Los tiempos cambiaron, no es novedad, y Juan, igual que muchos otros chicos, dice que quiere ser youtuber.  Sí, q uiere tener su propio canal, hacer sus videos, tener un público que los mire, tener miles de seguidores, todo igual que sus ídolos. Acerca de los youtuber ya estuve contando en algún otro posteo,  son los elegidos de los niños y no dejan de sorprenderme por todo lo que movilizan en torno a sus videos y a ellos mismos. Cuando esta historia empezó hace un par de años, voy a decir algo, yo los detestaba. Quiero decir, yo detestaba, sin distinción, todo lo que desde la pantalla pudiera tener a Juan demasiado tiempo embelasado. Y bueno, lo reconozco. Yo suelo ser una madre un tanto jodida. Pero eso sí, soy bastante autocrítica. Soy tan autocrítica que puedo reconocer que sí, que quizá exageré un poco y que no son taaaan desagradables estos pibes los youtub...

Miedos nuestros

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 Quiero contarles algo que me pasó hoy, hace un rato. Estaba leyendo en Instagram una publicación sobre el mansplaining. Para quienes no saben, el mansplaining es una práctica cotidiana y nefasta que ocurre cada vez que un varón le explica a una mujer algo que ella sabe, la desvaloriza en sus saberes o se burla de sus conocimientos. La nota era más bien una reflexión y abajo seguían los comentarios. "No te empieces a pelear", dice mi hermana siempre, y tiene razón, porque me conoce y sabe lo que me gusta discutir cuando encuentro un mensaje  que me molesta. Es más fuerte que yo. La verdad es que me enorgullezco de ser bastante civilizada en los debates, y aunque a veces me voy a la banquina trato de mantener discusiones cordiales. Bueno, el muchacho con el que me trencé a discutir me dijo en un solo mensaje que lo que yo decía era una boludez y que hablaba pelotudeces. Y sí, le contesté, obvio. Le dije que con sus palabras me dejaba claro el tema del mansplaining. La cosa sig...

Deseos

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Ya sé lo que me van a decir, Sé que suena tonto, Sé sobre las formas terribles de tratarnos, Sé lo que le hemos hecho al mundo, Sé lo que le hacen los hombres a otros hombres, Sé que la realidad me indica que no crea, que no desee, que no espere. Sé que sé demasiado. Pero qué quieren que les diga, Miro a Juan y sólo tengo un pensamiento: Que lleguen años dulces y hermosos. Sólo eso.

Úrsula

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Las puertas no se abrieron. Nunca se abrieron. Úrsula golpeó, pateó, empujó. Las puertas siguieron cerradas. Úrsula golpeó las puertas una y otra vez y el gesto desesperado nos duele en el estómago. "No borren nada" dijo. "Si un día no vuelvo rompan todo". Úrsula dejó sus huellas en el barro. Nos marcó el camino con miguitas y piedras. Hasta ahí llegaremos nosotras, siguiendo su rastro. Y cada vez que salgamos a las calles,  que nadie reclame por las paredes pintadas ni se escandalice por los torsos desnudos,  que nadie se asombre por nuestros gritos al viento. Somos brujas furiosas.  Somos lobas rabiosas. Somos mujeres heridas. Llevamos como bandera una lista innumerable de mujeres dormidas por siempre. Compartimos el abrazo de una manada que nos guía. Nuestros temores nos hermanan. Nuestro dolor nos enciende. Hasta que podamos andar el mundo sin miedo. Seguiremos rugientes, agazapadas, hambrientas. Seguiremos ardientes,  hasta que seamos libres.