Tu no

Sí claro, todas las personas pasamos alguna vez por ese sentimiento.

Yo misma, hace años, despedí a mi padre primero
y a mi madre varios años después.
Y dolió, claro.
Mucho.
Todavía duele.
Y sí claro.
Es la vida, es la naturaleza. 
Nacemos, vivimos y después nos morimos, eso ya lo sabemos.
¿Pero sabés qué?

Nunca deja de doler.

Nunca.

A veces la muerte es un llovizna sutil que nos salpica la cara.
Aveces es una tormenta despiadada que arrasa con todo.
En ciertas ocasiones sentimos cómo se aproxima, y la esperamos con miedo y con cierta sabiduría.

Pero a veces, como hoy, la muerte es un aguacero invisible que cae de golpe y nos estropea la ropa y los zapatos y se pegotea a nuestro cuerpo.

Hablar de la muerte es difícil.
No sé puede hablar de la muerte si no hablamos de la vida.
La muerte es vacía, la muerte es la nada, es la ausencia de luces, de sonidos, de ideas.
Porque en verdad no duele la muerte sino la vida que la muerte nos niega.

No duele la muerte sino la vida que la muerte nos niega.
Duele el silencio en la oscuridad.
Duele saber que ya no habrá nada más hacia adelante.
Duele tu no voz, tu no sonrisa, tu no mirada.
Duele tu no para siempre.



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