El amor después del amor o el resto de nuestras vidas

¿Qué es El amor después del amor?

¿No es quizá ese ejercicio tan absolutamente  humano de ritualizar los finales, dar un cierre a lo que ya no es y abrir nuevas puertas para volver a empezar?

La serie de Fito es eso, es la historia de un héroe, uno tan épico y tan terrenal que provoca fascinación. Uno que camina a tientas, se cae, se hunde, se levanta, sigue, vuelve a caer y resurge una vez más. A lo largo de cada capítulo acompañamos este recorrido, vemos sus caídas y sus renacimientos. 

¿Quién no se sintió alguna vez así?

En la vida real, en el mundo real, nosotros también nos caemos y nos levantamos una y mil veces. Y a veces, algunas, no nos levantamos.

En la vida real, y en la ficción,  los héroes caminan buscando algo, el sentido de la vida quizá, el sentido de la muerte, tal vez. 

Un camino que se hace en absoluta soledad. Siempre en soledad. Porque como en todo relato épico, pese al amor y a la admiración que rodea al héroe siempre estará solo frente a la oscuridad. Se hunde solo, renace solo y una vez más, solo, busca la luz.

Eso para mí es El amor después del amor.

Sinceramente, tengo el recuerdo de un Fito no tan tierno y quizás más soberbio, pero por aquellos años Fito era para mí el pibe grande que había triunfado y hoy en cambio veo al muchachito de esta serie con los ojos de adulta.

De todas formas, creo que poco importa cuánto hay de real o de ficción en este relato. Es lo que Fito quiso contar.

Es cine. 

La historia emociona, conmueve, moviliza.

Y encima tiene una música de la puta madre.

La banda de sonido de mi adolescencia.

___________

Yo vivía con la música, yo vivía la música. Intensamente, todo el tiempo.

Podría contar toda mi adolescencia con cada una de las canciones que sonaban entonces. 

Para cada canción hay un recuerdo, un momento. 

El rock estaba en la radio, en las fiestas de cumpleaños, en las horas libres cuando pedíamos prestada la guitarra en dirección.

Primera postal: Pasillo frente a la puerta del aula, Ale, compañero de curso, sentado con la guitarra en su regazo, y todos y todas gritando al unísono los "Ahhh" para dar inicio al Twist y gritos de los Beatles.

La música contaba lo que sentía ¿o quizás era al reves? Quizás sentía porque la música lo contaba. No sé. Cada vez que sufría por amor, y eso era bastante seguido, había una canción esperando ser escuchada.

"Tengo que ordenar esta confusión, quiero estar libre para un nuevo amor"

Segunda postal: mi amiga y yo caminando por la calle, a la vuelta de la escuela, cantando juntas, mirándonos cómplices y sonriendo, aunque la mayoría de las veces se tratara de amores no correspondidos.

En tercer año tuve un profesor de música muy piola, De Armas era el apellido. El tipo sólo estuvo un par de meses, pero fue importante y quedó en mi memoria y en la de varios de mis compañeros. Con él escuchamos a Mozart y a The Police. Tercera postal entonces: un día nos pidió que escribiéramos en una hoja, de forma anónima,  qué música queríamos escuchar. Yo escribí: "Fito Páez y Mercedes Sosa" y todos supieron inmediatamente de quién podía ser esa hoja y en seguida empezaron las burlas.

Por aquella época, Fito no le gustaba demasiado a mis compañeros. Fito era un hippie pelilargo que había llegado de la mano de Baglietto, otro hippie, también pelilargo de boina y jardinero.

Yo era una pibita, militaba en la Fede, leía muchísimo y me fascinaban las canciones de la trova rosarina, un poco melanco, y "con contenido", como decíamos en esos tiempos.

Pero también me gustaba la otra música, la que era para bailar, Los twist, Las Viudas, Virus. Porque era así, había una música para escuchar y otra música para bailar. Cuarta postal: un boliche, yo tan fuera de lugar, las luces ultravioletas, el calor y por suerte mis amigas cantando conmigo a los gritos Tira para arriba. Adrenalina.

Y estaba Charly, por supuesto, que como siempre se burlaba de las etiquetas. Por esos años había empezado su carrera solista, rodeado de inmensas críticas porque sus canciones ahora sonaban demasiado en los boliches, aunque las letras eran inmensas. De aquellos años es Los dinosaurios, Nos siguen pegando abajo, y una de las canciones más bellas que alguien pudo escribir sobre la dictadura militar: Plateado sobre plateado (huellas en el mar), que para ser honesta, tarde varios años más en reconocer.

"Aeroplanos cortando el celofán
De un cielo tropical
van a llevar hacia el exilio la vuelta
A los que ya no aguantaron más."

A lo largo de mi adolescencia, Charly fue Canción para mi muerte, Popotito, Nos siguen pegando abajo, Filosofía barata, y tanto más. Fue Los dinosaurios junta a La Negra, fue el recital de Amnesty.

Para cada momento de mi vida hay un Charly García. 

Y ahí va la quinta postal que podrían ser cientos: final de quinto año, la bronca que sentíamos hacia las autoridades y nuestra incipiente rebeldía, esta vez reflejada en una frase: "Estamos en la tierra de nadie, en la mía, los inocentes son los culpables dice su señoría".

Y además estaba Spinetta, siempre más allá de cualquier discusión. Intocable. Nunca fui fan del flaco, pero Tester de violencia me fascinó. Las letras y la voz de Spinetta eran una conjunción poderosa. Me acuerdo especialmente de Lejísimo.

"Violenta ecuación
de vivir sin un porque
no quiero soñar,
fuera del mundo no hay una
fuera del mundo no pinta una
Cielo en blanco enorme lejísimo
cielo en blanco enorme lejísimo"

Y la sexta postal, verano, 1988, o 1989 el día que tocó en el velódromo y se largo una lluvia torrencial y todos nos quedamos allí, saltando con Los Pechugos y El mono tremendo.

Y Fito, claro. 

Como dije, las palabras eran importantes y las canciones de Fito eran pura poesía, un poco tanguera, un poco rockera. 

De aquellos años recuerdo fuerte la belleza de ese himno que fue Yo vengo a ofrecer mi corazón.

"No será tan fácil, ya sé que pasa
No será tan simple como pensaba
Como abrir el pecho y sacar el alma
Una cuchillada del amor".

Fue a partir de Ciudad de pobres corazones, cuando compartió la oscuridad y la transformó en música, que muchos empezaron a prestar atención y a escucharlo.

Después su carrera siguió y vino Tercer mundo con canciones increíbles como Dale alegría a mi corazón, otro himno.

Pero después llegó El 
amor después del amor y explotó todo.
Séptima postal, año 1989. Presentación de 
El 
amor después del amor, creo que en el Gran Rex, con mi amiga, la misma con la que unos años antes cantaba una canción de Virus por la calle, esta vez cantando juntas las canciones de Fito.

¿Por qué será que la amistad que nace por esos años es inmune al paso del tiempo?

De ese disco tengo unas cuantas canciones favoritas que suelo cantar a los gritos mientras cocino: Thelma y Louise, Rueda mágica, Tumbas de la gloria.

_____________

Desearía de corazón llenar este posteo con recuerdos de las chicas del rock, pero no sería honesta. Las mujeres del rock eran pocas, poquísimas y geniales. 

De esos años recuerdo a un puñado: las Viudas, a las que bailé y canté muchísimo en todos los cumpleaños y en todas las fiestas; Patricia Sosa en La Torre y un recital en el velódromo; Sandra y Celeste, plantadísimas con sus voces enormes; Fabi, junto a Charly o con los Twist, hermosa, talentosa; Hilda, la voz de Man Ray. Poco supe de Gabriela Epumer, a quién reconocí con el correr del tiempo. 

Todas ellas eran geniales y lo siguen siendo. Hoy no es un misterio el ocultamiento que hemos sufrido las mujeres a lo largo de la historia, en la pintura, en la literatura, en la música y por supuesto las chicas del rock no fueron la excepción. 

Lamento no haberlas disfrutado tanto.

Pero estaban ahí.

No eran la novia de tal, o la corista de aquel. Cada una tenía su propia historia.

Hoy las escucho, las veo, las canto.

Hoy las disfruto tanto.

________


Cuando era adolescente el rock nacional sonaba en Soul Train, en las fiestas de quince, en la Rock&Pop, en los recitales gratuitos del velódromo.

El rock nacional sonaba en todo nuestro mundo. 

Era nuestro, éramos nosotros. 

Porque aunque sonara en muchos ámbitos comerciales, el rock seguía siendo una línea divisoria entre el mundo adulto y nuestro mundo.

Para mis viejos el rock era algo incomprensible.

Yo discutía con ellos y a veces con otros adultos porque no entendían que el rock era mucho más que droga y excesos. Y ahora pienso que está bien que no entendieran.

Fue por aquellos años que el entonces secretario de cultura, Félix Luna, suspendió los recitales al aire libre por considerar que generaban violencia.

El rock, era la línea que definía de qué lado estábamos.

Por eso, cuando descubríamos que un adulto estaba de nuestro lado, nos producía cierta emoción. Como cuando supimos que la profesora de Lógica era fanática de los Beatles, o como cuando la amiga de mi mamá, profesora de música, elogiaba el arte de Charly, o cuando la mamá de un compañero iba con su hijo a los recitales. 

Aliados adultos.

Aliados a pesar de ser adultos. 

"Una foto de los Rolling Stones, mi viejo nunca los escuchó y no me puse a llorar", cantaba Fito en Rueda Mágica.

Mi vieja tampoco los había escuchado nunca. Había nacido en el '33, treinta años antes que Fito, creció con el tango y el folclore, pero era curiosa, y con los años fue ganando su deseo de aprender.

Ya en el '88 había visto en vivo por la tele el recital de Sting, un poco porque yo estaba ahí, en el público, saltando y cantando; y otro poco supongo, porque le daría curiosidad ese rubio que según ella me tenía obsesionada.

Así que cuando los Rolling vinieron a la Argentina por primera vez y los pasaron en la tele no hubo dudas. Se sentó y miró todo el recital. Cuando terminó me dijo que le había gustado el muchacho que tocaba la guitarra y ahí caí en la cuenta de que ese muchacho, que era Keith Richards, era sólo diez años más chico que mi vieja.

Con mis viejos tuvimos momentos de mayor o menor cercanía, y a medida que el rock se fue institucionalizando, fueron mirándolo con mayor simpatía.

Pero claramente nunca fueron aliados.

En fin.

El rock no había nacido en los ochenta y eso era obvio. No era nuestra creación. Había un rock de los sesenta y había un rock de los setenta.

En general, creo que eso estaba claro. La música de las décadas anteriores sonaba aquí o allá: los Beatles, los Rolling Stones, Pink Floyd, o Led Zeppelin. No eran de nuestra época, pero de alguna forma los habíamos heredado. 

También conocíamos los relatos acerca de Los Gatos, o de Tanguito.

En lo personal, llegué a toda esa música de la mano de mi primer novio, un verdadero erudito en el tema. Fue con él que vi por primera vez The Wall en el Select Lavalle y era sin dudas un ritual iniciático.

Disfrutábamos la música de los 60 y 70, pero era difícil asociar esa música al mundo adulto.

Esos adultos, los más cercanos, transitaron su propia adolescencia o su juventud durante la dictadura militar y supongo que alguna respuesta habrá por allí. Víctimas de desapariciones forzadas, torturas y asesinatos, perseguidos, silenciados. 

Ya en el CBC, unos años más tarde, leí un artículo de Guillermo O'Donell, Democracia en la Argentina. Micro y Macro, en el que explicaba cómo la dictadura desarrolló distintas formas de silenciamiento, y destacaba especialmente la ausencia de adolescentes y jóvenes en las publicidades de esos años. 

Para los militares la juventud era una enfermedad. Así fue para los que fueron adolescentes y jóvenes en los setenta. 

Y después llegamos nosotros. Fuimos la primera generación que vivió la adolescencia en democracia. 

Con todas las contradicciones de una democracia nueva.

Con recitales al aire libre y con razzias policiales los fines de semana. 

Éramos jóvenes y había democracia pero el aparato represivo seguía ahí y las ausencias se sentían por todas partes.

De las ausencias se hablaba poco en esos años, desde el gobierno no querían generar susceptibilidades en las fuerzas militares, decían. 

Teníamos que reconciliarnos.

Pero por suerte estaba el rock.

___________

Hoy somos nosotros los adultos.

Hace mucho tiempo,  me dirán.

Es cierto. 

Cada vez me alejo más de aquellos años y sin embargo, cada vez me cuesta más reconocerme como adulta.

Ojo, no es que escape a una verdad tan absoluta.

Soy adulta y como tal me hago cargo de todas mis responsabilidades. En mi familia, en el trabajo, en la vida.

Intento cumplir con todo.

Pero aún hoy no sé de qué se trata ser adulto.

No sé.

¿Qué es ser adulto?

¿Cuándo fue que crecimos?

No me refiero al obvio paso de los años, sino a esa huella que deja la madurez cuando la vida se convierte en nostalgia.

Cuando era adolescente creía que el mundo adulto eran mis viejos.

Yo creía que los adultos se vestían de adultos y tenían conversaciones de adultos, no tenían inseguridades ni se cuestionaban. Los adultos no iban a recitales, salían únicamente en pareja con otros adultos y hablaban de temas generales. Todo muy adulto.

No sé cuánto había de fantasía y cuánto de una forma diferente de vivir la adultez.

No sé si nosotros somos más inmaduros o más sinceros.

Pertenezco a una generación que se hizo adulta sin saber cuándo ni cómo.

Una generación que expone las fragilidades del alma, que se enamora varias veces o que no se enamora nunca, que se aferra a la amistad con la misma pasión que hace décadas.

Las personas grandes solemos decir "en mi época" siempre que nos referimos a nuestra adolescencia. Es una costumbre que trato de romper cada vez que me doy cuenta. Me gusta pensar que cada época es mía, que me pertenece.

Sin embargo quisiera entender por qué nos pasa eso, por qué el anclaje ahí, y no en otro momento de la vida. Por qué la música que comenzamos a amar en esos años se hace inolvidable y se nos adhiere a la piel. Por qué suena un acorde y una emoción sube desde el estómago. 

No siempre tiene que ver con buenos momentos o con buenos recuerdos. 

Creo que se trata del comienzo. Como si la infancia hubiese sido una prueba, un entrenamiento y la adolescencia fuera realmente el comienzo de todo.

Hay algo fundacional en esa época, es cierto, algo de quienes somos hoy en nuestras vidas, algo que sólo la música es capaz de despertar.

Crecimos sin redes sociales, no lo olviden. Algunas fotos mal sacadas, unas cuantas cartas de puño y letra atesoradas, y la música, son nuestra memoria. 

Supongo que por todo eso El amor después del amor es tan especial y nos conmueve tanto.

Allí empezó todo.

Me sorprendo y me emociono al pensar nuestra historia como el comienzo de una serie.

Comienzos y finales.

Mientras tanto, la aventura continúa.

 


Comentarios

  1. Es muy conmovedor como explicas lo que nos está pasando a las personas cincuentonas.
    Gracias 🙂

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  2. Me siento súper identificada y esto les pasó a la mayoría de nuestra generación que vio la serie, me dicen cada canción era un pedacito de mi adolescencia, pura emoción.
    Qué grande Clau como escribís! Un placer enorme leerte! ❤

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  3. Siempre un placer leerte, Clau.
    Abrazo enorme.

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  4. El amor después del amor. En el Gran Rex, con una de las pocas cosas que hizo mi ex que fue pasearme por un montón de recitales como por el velódromo o amnistia internacional con Sting, Peter Gabriel y Tracy Chapman. Charly siempre Charly, Soda, Los paralamas, el flaco, David. Pero ese dpia en el Gran Rex nos coparon el asiento. Eran dos pibas que se negaban a dejar el lugar a pesar de los reclamos del acomodador. Las hubiera agarrado de los pelos de la bronca y la injusticia pero Fito emperzaba a sonar y cómo iba a perder el tiempo arrancando pelos ajenos. Estaba Claudia Puyó que cantaba como la pm. Sentí lo mismo durante la serie. Se me humanizó Fito, a pesar de la ficción. Cómo es eso de andar por ahí después de tanto dolor, de tanta destrucción. Y las corridas con los Falcon merodeando, la rebelión, andar así por la vida como con una edición de los Comentario Reales prestada, en el 71 por una panamericana que se ensanchaba. Me tocaste el alma, tenías razón. Gracias. Te quiero.

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    1. En cuántos recitales habremos coincidido!!! Abrazo enorme!!!

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    2. Que poder maravilloso el de escribir y hacer emocionar. Nos vi en nuestra escuela, en los recreos, en Soultrain, caminando por las calles de San Martin, tarareando esas canciones y llevando esos raros peinados nuevos. Fito, Charly, Soda, Virus, Sumo, los redondos y la gran fortuna de haber sido adolescentes en los 80'. Gracias por escribir y activar esa memoria emotiva, hasta las lágrimas !!

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    3. Un placer inmensa recuperar y compartir nuestra historia! Gracias a vos!!!

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  5. Maravilloso. Gracias por compartir tanta historia que nos transporta a esos momentos en los que a las siguientes generaciones también nos hubiese gustado haber existido para vivirlo... Por compartir aquello que nos permite identificarnos también. La música nos da vida y hay música y hay vidas que jamás deben morir los

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  6. Gran relato Clau . Felicitaciones

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  7. Hola. Surprise!!! Soy Ricardo de Armas, tu ex profe de música del cole. A la tarde te escribo con tiempo y te pado mis redes para estar en contacto. Abrazo. https://ricardodearmas.net/

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    1. Qué alegría enorme Ricardo!!! Un placer y mucha emoción!!! Dale!!! Cualquier cosa estoy en Instagram como @azorada

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  8. Te paso mi página web. Sobre el final, encontrás mis redes. Mañana te paso pro privado mi Whtspp

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  9. https://ricardodearmas.net

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