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Una historia de amor en tiempos de pandemia

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En estos días tan difíciles que estamos atravesando esta  es una historia de amor simple y cotidiana. Es la historia de un amor que le ganó al tiempo y a los miedos, a la rutina y al cansancio. Cuenta esta historia de dos jóvenes que un día se conocieron y se enamoraron. Y este amor fue tan grande que decidieron compartir la vida, un hogar, sueños y  batallas. Cierta vez, narra la historia, él se fue de viaje y para que la tuviera presente, ella le regaló un libro con una dedicatoria muy bella. En fin, esta historia siguió durante largas décadas por extensos vericuetos. El tiempo pasó y pasó.  A veces ella le preguntaba: - ¿Me vas a querer cuando sea viejita? - No ves que te estoy queriendo- contestaba él y ambos reían. Pero, cuenta la historia que un día, después de vivir muchísima vida juntos, partió él hacia la eternidad de la muerte. Los que conocen la historia d icen que ella lo lloró mucho, con esa tristeza dulce y serena que queda después de haber disfrutado c...

Hasta qué el fuego nos reúna

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Todo empieza con una conversación banal, intrascendente. Esto y aquello, y entonces una vez más, llegamos al feminismo.  Así son últimamente todas las conversaciones con mi hermana: cualquier tema nos lleva inexorablemente a hablar de feminismo. Necesitamos hablar, saber. Necesitamos entender qué nos pasó en la vida, qué nos pasó en realidad cuando creíamos que nos pasaban otras cosas. "¡Maldito feminismo!" decimos cómplices y nos reímos. Estamos descubriendo juntas. Esta mañana, entre mates, empezamos a hablar de libros. Opiniones y recomendaciones. Llegamos así a Madame Bovary y a Ana Karenina, dos grandes libros que abordan problemáticas femeninas. Dos joyas escritas por brillantes y geniales hombres.  Literatura sobre mujeres escrita por hombres. Bellas y trágicas obras. Empezamos a hablar de Sofía, la esposa de Tolstoi, su Kitty. Elucubramos cuánto de su propio talento hay en la obra de su esposo. Entonces surge otra Emma que no es Bovary sino la Emma de Jane Austin. Aho...

Reconstrucción de patria

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"Quizá mi única noción de patria sea esta urgencia de decir Nosotros quizá mi única noción de patria sea este regreso al propio desconcierto."                                      M. Benedetti Hace pocos días mi hijo hizo su promesa a la bandera en la escuela.  El acto en cuestión se hizo en el patio, cuidando mucho las distancias pero sin que faltara nada: música, decorado, escarapelas. Yo filmé y saqué fotos, y cuando su vocecita junto a las de sus compañeros gritó bien fuerte "¡Sí, prometo!", ahí nomás empecé a lagrimear emocionada. Unos días antes me había encarado: "¿Por qué es importante prometer la bandera?". Le dije que la bandera representaba a la patria, que en esa acción uno prometía lealtad a su tierra. Después le hablé de Belgrano, de la lucha por la independencia y de la necesidad de tener un estandarte propio que representara a los revolucionarios, inspirado en aquel dist...

Qué fantástica esta fiesta!

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Desde que me enteré de la noticia no puedo parar de cantar las canciones de Raffaella. No sé si a ustedes les pasa también, pero hay a lgo increíble que me sucede con la música. La música a veces trae aromas, gustos,  imágenes de otros tiempos. Son los '70. Estoy en mi habitación con mi hermana y mis dos vecinas de enfrente. En el tocadiscos una canción suena a todo volumen. Nosotras nos reímos fuerte mientras cantamos y bailamos. Suena el estribillo y nuestras cabecitas cuelgan hacia abajo para tomar impulso, las puntas del pelo casi rozan el piso de madera, un parquet gastado y opaco, y entonces con un fuerte envión todas al mismo tiempo levantamos nuestras cabezas de golpe, sin dejar de cantar a los gritos. Sentimos toda la adrenalina junta y nos reímos fuerte. Somos muy chiquitas y no s encanta Raffaella. Nos encanta cantar y bailar sus canciones. La admiramos. Es hermosa, con esos vestidos llenos de lentejuelas y muchos brillitos. Tengo en mi mano un micrófono de jugu...

El frío y las ausencias

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Necesito hablar del frío. En estos días de aulas heladas y de puertas abiertas, de chicos y docentes ovillados sobre sí mismos y de manos congeladas, me es imprescindible hablar hoy, ahora, del frío. No puedo pensar en otra cosa. Necesito escribir. Quizás las palabras me brinden el calor que hoy preciso. Siempre le tuve miedo al frío. Contaba mi mamá que de muy chica, cuando me bañaba, mis labios pequeñitos se ponían morados. Y tengo también el recuerdo de haber salido del mar castañeando los dientes una y otra vez. En alguna ocasión el frío me produjo dolor de estómago, y muchísimas veces dolor de cabeza. El frío lástima el cuerpo y golpea el alma. Y es el frío de hoy, el que me trae recuerdos de tiempos pasados, de momentos de tanta vulnerabilidad.  Aquella casa enorme, tan grande, tan fría y nosotros tan tristes en ella, tan carentes y tan solos. Son recuerdos que el frío nos devuelve como algo viejo e inútil que queremos desechar pero siempre regresa. Esos tiempos...

Pablo, un cuento que es poesía

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Horacio, Osvaldo y las puertas que se abren

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 No conocí mucho a Horacio González. Tampoco supe mucho de su desempeño como  Director de la Biblioteca Nacional. Pero tengo un recuerdo importante. Fue hace trece años, cuando andábamos Carcoveando por ahí. Hacía poco Osvaldo Bayer había perdido a su nieto y se había ido a Alemania, para estar junto a su hija. Era lógico que se ocupara de sus afectos personales y que se desentendiera de nuestro proyecto. Pero no lo hizo, ni siquiera a la distancia. Un día así cómo hoy, revisando el correo, me encontré con un mensaje suyo: me contaba entusiasmado que había hablado con Horacio González. La presentación en la Biblioteca Nacional ya era un hecho, nos confirmaba. Según explicaba en el mensaje, Horacio González estaba encantado. Unos días antes, con mi compañera en el proyecto fuimos a la Biblioteca a dejar dos ejemplares del libro. Nos recibieron amorosamente y nos llevaron a recorrer, a conocer ese lugar maravilloso. Y así, un día, las puertas de esa Biblioteca  inm...