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Hablemos de economía

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Hace tiempo y no hace tanto "Veintises de febrero de mil novecientos ochenta y dos. Querido diario: hoy fuimos a comer a un restaurante (no tenían tarjeta) y mi papá dijo que no va a ir más a comer ahí sino solamente a restaurantes que tengan tarjeta. (Va a llegar un momento en el que el mundo se va a manejar con tarjetas de crédito)" Así,  con pocas palabras, la niña que fui a los diez años se expresaba con profunda preocupación acerca de ese rectángulo plástico que acababa de llegar a la vida familiar. Recuerdo los temores. Había algo que no cerraba en e l uso desmesurado que mis padres hacían de aquel novedoso sistema de consumo. Unos días después escribía que mi mamá me tildaba de "amarreta" por no querer gastar, aún con el increíble beneficio de la tarjeta en cuestión. Es cierto, no me gustaba usar la tarjeta. Me costaba comprender ese sistema de consumo con obligaciones a futuro. "Claro, después hay que pagar" expresaba a modo de reflexión.

La escuela, el teatro y yo (acerca de Chau Misterix, de Mauricio Kartun)

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Leer en la escuela En esta crisis que tengo últimamente  con el trabajo docente , y pandemia mediante, estoy pensando mucho cómo voy a trabajar este año en la escuela. Qué lecturas voy a proponer, de qué manera las voy a presentar, cómo las voy a plantear, qué actividades las van a acompañar. Todo eso anda dando vueltas en mi cabeza tan poco enero. La elección de los textos literarios es fundamental. El tema puede ser increíble, pero si lo que proponemos para leer no les gusta a los chicos, si no se enganchan, todo estará perdido. Son los críticos mas filosos. Los más despiadados. Es cierto que a veces logramos lo imposible. Leemos un poco en voz alta, contamos detalles interesantes sobre la vida del autor, comentamos algún fragmento del texto... y con suerte logramos que algunos estudiantes  se entusiasmen más. La mayoría de los textos literarios que damos en la escuela forman parte de un canon escolar, que a veces es visible y oficial, ya que forman parte de las sugerencias en l

Maternidades y temores (algunas reflexiones después de ver "La hija oscura")

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Hace pocos días estuve viendo "La hija oscura", una película de la que se está hablando mucho, y que precisamente pone en la maternidad una mirada bastante desencantada y dura. La trama es interesante y está muy bien contada, aunque al final, el sentimiento que me dejó fue de muchísima angustia. Cuando terminé de verla, la sensación más nítida que tuve fue que cuando las mujeres queremos salirnos de la norma, cuando logramos corrernos de lo que se espera de nosotras, a la larga, tarde o temprano, seremos castigadas. Entonces, pensando pensando, varios recuerdos empiezan a acomodarse en mi mente. Los primeros recuerdos maternales, mi mamá. Me acuerdo que mi mamá contaba que cuando tuvo la menopausia ni siquiera se dio cuenta. Decía que había estado tan ocupada criando a sus hijas pequeñas que no sintió la diferencia. Lo contaba con orgullo, con vanidad. Hoy, que estoy transitando esa misma etapa, no puedo evitar una gran sensación de decepción. La verdad es que yo sí si

La risa y no otra cosa

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El flaco no paraba de reírse mientras se acordaba lo de las gordas sentadas en la escalinata de la pileta; las gordas conversab an mientras remojaban sus enormes tetas en el agua, contaba. Nosotras también nos reíamos con él. "Nosotras" éramos mi hermana y yo; y ciertamente una de esas gordas era mi mamá. Cuando era chica íbamos muy seguido a la quinta del club, que en verano era casi como nuestro segundo hogar. En esos días de calor la pileta era sin lugar a dudas la gran atracción de todos, especialmente de los chicos. C uando por fin las puertas enrejadas se abrían, entrábamos desesperados a ese, nuestro paraíso con olor a cloro. Y ahí precisamente, en la pileta, mientras los chicos jugábamos, las señoras, las gordas, se sentaban en la ancha escalinata de la parte más bajita de la pileta y conversaban durante horas. Haciendo cuentas estoy segura de que por entonces esas mujeres debían tener la misma edad que yo tengo ahora, o quizás un poco menos. La verdad es que ho

Toda cana es política

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  Si me pongo a pensar, no sé cuál fue el momento exacto en el que decidí dejar que mis canas crezcan libres sobre mi cabeza. No recuerdo un día en particular. Sé que empezó con la cuarentena del 2020. No quería salir a ninguna parte, me había tomado el encierro muy en serio, y si hasta entonces la peluquería nunca había sido prioridad en mi vida, mucho menos lo sería en plena pandemia. Después se sumó cierta austeridad que me dejó como aprendizaje todo lo vivido en cuarentena. Y casi al mismo tiempo, en forma continua y superpuesta, descubrí que éramos muchas las "señoras" que decidimos no seguir maquillando nuestras cabelleras. Sitios de Instagram, fotos de actrices famosas y movidas feministas le dieron un poco de contenido a todo esto. Así que los meses pasaban y las canas empezaron a asomar y a avanzar. Al principio las observé con cierto resquemor, con dudas. La que iba apareciendo en el espejo era yo y no era, no era la imagen que construí durante décadas. Era una

No mires arriba: el riesgo de no ver

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Bueno, anduve poniéndome al día con series y pelis que quería ver. Finalmente vi "No mires arriba". Lo primero que voy a decir es que me gustó y me angustió en partes iguales. Es una fantasía claro, pero la metáfora es tan cercana que asusta. Durante toda la película me vino a la mente el cuento de Fontanarrosa "¡Qué lástima Cattamarancio!". Si no lo leyeron se los recomiendo. El argumento es más o menos así: desde la cabina de transmision del Monumental se está relatando un partido memorable, creo que River-San Lorenzo. En el medio se desata un desastre nuclear a nivel mundial y el cielo se tiñe de verde, pero el partido sigue y los locutores continúan el relato del partido, con sus publicidades y sus comentarios. El ahora debe seguir aunque la humanidad se extinga. El Negro la vio, sin dudas. En este cuento el negocio del fútbol y todo lo que se mueve a su alrededor (compra y venta de jugadores, auspiciantes, provecho politico, el rol de los medios) funcion

Festejos

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En mi casa no se festejaba la Navidad, nunca. Para mis viejos, el 24 a la noche era un día como cualquier otro. Ahora que lo pienso, a la distancia, era como si estuviéramos viviendo una realidad paralela. Afuera, cohetes, arbolito, regalos, familia, manjares. Adentro, todos durmiendo.  Años después, ya más grande, y como buena noctámbula, me gustaba salir a mirar, a curiosear esa fiesta que no era mía. A veces tenía suerte y en la tele encontraba alguna transmisión especial, con música y conductores festivos, que me hacían sentir un poco más acompañada. Eso sí, como consuelo, los 25 de diciembre eran nuestros. Aprovechando el feriado, mis viejos y mis tíos organizaban el almuerzo familiar, de esos que duraban todo el día.  Pero el 24, nada, ya lo dije, en casa no pasaba nada.  Con los años esa fecha empezó a tener para mí la atracción que produce todo aquello que se nos está negado. Por eso, cuando ya fui adulta, disfrutaba tanto cuando una amiga o algún novio me invitaba a pasar con

El día de los pañuelos verdes

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Nunca tuviste que hacerte un aborto. Nunca tuviste que pasar por esa situación. Podrías decir que no fue necesario porque te cuidaste, porque siempre hiciste todo bien. Pero sabés que no es cierto. Alguna vez cediste a la insistencia, alguna vez creíste que no iba a pasar nada, alguna vez un accidente trastocó un encuentro. Es verdad. Nunca tuviste que abortar. Pero contaste los días, hiciste memoria, cruzaste los dedos y le pediste ayuda al Dios en el que no creés. Claro. Nunca tuviste que abortar. Pero esperaste sola, angustiada, rogando que no fuera cierto. No. No tuviste que abortar. Pero e stuviste días y días pensando distintas situaciones posibles. Imaginando los comentarios, los "que se joda", los "y bueno, lo hubiera pensado antes". En fin. No tuviste que abortar. Pero te sentiste sucia, clandestina, p ensando cómo ibas a resolver si no tenías un mango, si no conocías a nadie. Pensando a quién preguntar, a quién consultar. Por supuesto, no tuvi

El año de los pañuelos

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 Este texto lo escribí hace un año, cuando al fin se aprobó la ley de aborto legal, seguro y gratuito.

Las mariposas y los mandatos

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Esto paso hace mas de veinte años, en una fiesta familiar, de esas tan lindas en las que no faltaba nadie.  Aquellas comidas que duraban horas, con sobremesas eternas, cuando siempre había un tema de conversación. Y ahí estaba, entre todos, mi tío Israel, buscando con la mirada, fijando su objetivo. Mi tío Israel, que siempre quería saber. Siempre. Cuando mi hermana, yo o cualquiera de mis primos veíamos que se nos acercaba, sabíamos que venía por uno de nosotros, para preguntar, indagar, hurgar sobre algún tema que le preocupaba. Esta vez le tocó a mi hermana. Habían pasado pocos meses desde que Grachu había decidió juntar sus cosas y dejar la casa de  mis viejos. A mi tío el tema lo tenía preocupado. Le preocupaba la soledad de mi hermana. Así que fue directo: _ Decime Golde _así la llamaba él, una especie de traducción de Graciela al idish_ ¿Cómo te sentís viviendo sola? Las balas pasaban cerca pero mi hermana supo esquivarlas. _ Bien tío, me encanta vivir sola. Mi tío no

Adiós al Tren del alma

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La foto circula por las redes y la encuentro en el muro de una amiga. La imagen de aquel lugar, tan conocido por nosotros, con sus persianas bajas y el cartel de venta. Así me entero de lo que ya se venía anticipando. Finalmente cerró sus puertas Soul Train, el boliche que nació a mediados de los ochenta en San Martín y que por décadas fue el centro de nuestra vida nocturna.  Soul Train. Tren del alma, o algo así.  Fue allí precisamente donde un día hace mucho tiempo festejamos el final de la escuela secundaria y todos los quintos (en ese entonces la escuela terminaba en quinto año) vendimos rifas y juntamos plata para poder alquilar el boliche.  Durante años escuché tantas historias que ocurrieron allí, en la pista, sobre los bafles, en los reservados, en los balcones.  Sé de muchas parejas que comenzaron su historia de amor en Soul Train. Amores fugaces o eternos, romances secretos, pasiones y traiciones.  En fin, sé que ese lugar guarda enormes recuerdos para muchas personas de mi g