Que vivan los estudiantes
Advertencia: este posteo comienza en tono sombrío como ocurre últimamente cuando tenemos que hablar de la realidad. Pero creo que vale la pena llegar al final. Y si querés dejame tu opinión.
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Otra vez.
Y otra y otra.
Y otra más.
Cada día arrojan su basura. Un repertorio de necedades y horrores que combinados son insoportables.
Cada día y por tres años más.
Reivindican la dictadura, la violencia, la pérdida de derechos, la privatización de la educación.
Construyen un relato propio de todo lo acontecido, tergiversan, ocultan, falsean datos.
Utilizan las redes y a sus comunicadores lacayos que no preguntan ni cuestionan.
No es sólo el daño que producen sino también el daño que construyen a través de las palabras.
No subestimemos.
No son sólo palabras.
Sus discursos buscan normalizar el saqueo, la destrucción.
La palabra asienta, fija, produce raíces de sentido común.
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Peleamos entonces en dos terrenos.
Uno es el más concreto. Aquel en el que se votan leyes para beneficiar a unos y se vetan leyes para perjudicar a otros; allí es donde se decreta y dónde se reprime.
Y está ese otro, el terreno de lo discursivo, en el que se intenta legitimar todas esas acciones.
No existe uno sin el otro.
Porque sin la palabra, las acciones quedarían expuestas, absurdas. Sin la palabra sólo les queda la violencia que late descarnada.
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Hace tiempo que no escribo sobre educación.
Pero tarde o temprano regreso.
Todo empieza ahí.
Siempre todo empieza ahí.
Un día un pibe aprende a leer y otro día entiende un montón de cosas, otro día se nombra a sí mismo y escribe ideas, pensamientos y ya nada es igual.
La palabra lo transformó.
Nombrarse, nombrar el mundo, nombrar deseos.
Eso sí que les da miedo a las gentuzas de bien.
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Me llevó demasiado tiempo entender que el deterioro que sufre la escuela pública forma parte de una serie de decisiones políticas, que, con distintos matices, fueron cumpliendo todos los gobiernos. Algunos pusieron parches, otros rompieron todo. Pero ningún gobierno hasta el día de hoy se propuso la enorme tarea de construir una verdadera y necesaria revolución educativa.
Porque el destrato hacia la educación no es una cuestión de simpatías con tal o cual gobierno.
El problema siempre fue el sistema.
El capitalismo no quiere una educación que construya pensamientos propios, independientes.
No le sirve.
Pero a la vez, vaya paradoja, necesita de la educación. Necesita de una educación que permita constituir y consolidar sus ideas para perpetuarse.
Una educación al servicio del capital.
Una educación que deje en claro que la palabra no es del pueblo sino que le pertenece a quiénes mandan.
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La palabra es un arma y desde el poder intentan utilizarla para instalar algunas ideas. No importa si son verdaderas o falsas.
La universidad pública es para los ricos, dicen, los pobres subsidian a los ricos, repiten.
Y no importa si conocemos a una, a dos o a cien personas cuyas historias refutan estas afirmaciones.
La idea ya fue sembrada. Y germinará en quién tenga suelo fértil para esas ideas.
Así se instala la mentira. Desde un discurso que será amplificado por los medios y el ejército de adeptos en las redes.
Un discurso que ocurre precisamente en el contexto de un acto de bautismo. Un acto para cambiar un nombre.
Sarmiento. Libertad.
Saben que al cambiar un nombre están imponiendo una nueva identidad.
Día de la raza.
Como lo hizo una vez la iglesia católica, cuando ocultó nombres e identidades debajo de otros nombres y otras identidades.
Universidad. Ricos. Pobres. Subsidiar.
Porque las palabras importan.
Palabras sembradas por aquí y por allá.
Así se legitima la violencia.
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A veces siento curiosidad por saber lo que piensan y sienten estos "ciudadanos de bien" que nacieron con todo resuelto.
¿Qué imágenes retorcidas se generarán en sus mentes cuando mencionan a los chicos de las escuelas públicas?
Porque... de dónde sale esta idea aterradora de que los chicos pobres no saben leer ni sumar?
Lo curioso es que lo diga alguien que cuando lee en público lo hace a los tropezones y que recientemente protagonizó en las redes un booper con un cálculo que bien podría haber sido resuelto por un niño de cuarto grado.
Pero este hombre se refiere a los chicos pobres y dice que apenas si pueden leer y sumar.
Pienso en todos los chicos que conocí en treinta años de docencia, pienso en las historias que escribieron en horas de lengua.
No quiero en este posteo romantizar ni idealizar la pobreza. Cuando en un hogar faltan recursos económicos los chicos la pasan mal.
Si no se come bien, si falta abrigo, si se duerme mal, si las angustias rondan por todas partes, aprender se hace difícil.
Y con esas dificultades la escuela pública intenta lidiar cada día. No lo hace la escuela privada, lo hace la pública. Y lo hacen los chicos, en la pública.
¿Sabés por qué?
Porque lo merecen.
¿Sabés por qué muchos no lo logran?
Porque este sistema es una mierda, una reverenda mierda.
Por eso.
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Pero pese a los obstáculos, muchos lo logran.
Como Cesar o Belén.
No todos siguen estudiando. Pero todos ellos saben que la escuela los transformó. Que la palabra les pertenece. Que pueden decir.
Les voy a contar una historia. Una historia que ocurrió hace muchos años en una escuela de un barrio muy pobre.
Techo de chapa, desagües mal hechos, falta de gas.
Por aquellos días la escuela había sido tomada por los papás que reclamaban por el arreglo del edificio.
Todo era un caos. Y en el medio de ese caos, Cinthia.
Tenía nueve años cuando la conocí.
Me la crucé en la biblioteca. Su mamá participaba de la toma y ahí estaba ella, sentadita en un rincón, leyendo. Me contó que le gustaba mucho leer y escribir historias.
Durante algunos años su mamá me permitió llevarla al taller literario de la biblioteca y cuando tuvo doce fue mi alumna en la secundaria.
Aplicadísima, inteligente y buena persona.
Chintia quería curar a otros y cuando terminó la secundaria estudio enfermería en la facultad. No en cualquier facultad sino en la del barrio. Facultad del conurbano. De esas que horrorizan a la gente de bien.
Cinthia estudió mucho y se recibió de licenciada hace muy poco, y todos nos emocionamos mucho porque sabemos lo complicado que es estudiar cuando el mundo es adverso.
Hace unos días, cuando escuché al presidente hablar con tanta crueldad de los pobres y la universidad pensé en Cinthia.
Pensé en ella y en que muchas veces tenemos ideas tan distintas.
Pensé en ella porque esas diferencias nunca fueron obstáculo para sentir el cariño y admiración por todos sus logros.
Pensé en ella que justamente es la certeza de que la educación pública no sólo no adoctrina sino que por el contrario, construye siempre en la diversidad y en la independencia.
Pensé en Cinthia porque hace poco me encontré en las redes con un video suyo en el que le agradece a universidad pública por haber estado siempre presente; porque cuando todo le jugó en contra, la universidad la contuvo, la cuido y la ayudó a seguir.
Pensé en Cinthia porque pese a todas nuestras diferencias, nos une el mismo amor y la misma defensa por la educación pública.
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Las imágenes llegan y me sacuden la tristeza del cuerpo.
Asambleas, clases públicas, cortes de calles, facultades tomadas.
En todas partes del país.
Algo grande está pasando afuera, algo poderoso, algo que no puede pasar desapercibido.
Algo que el poder no debería subestimar ni tratar de ocultar.
En las universidades están pasando cosas interesantes.
No es una pose, no es una postura ética o poética.
Los pibes y las pibas saben, SABEN, que la universidad pública les pertenece y están construyen allí sus espacios de lucha y de resistencia.
Los chicos saben, y lo saben sus docentes.
Es en la educación pública dónde empieza y termina todo.
A quién le pertenece el saber, por dónde y cómo circulan los conocimientos, quiénes poseen el poder de la palabra.
"Me gustan los estudiantes
Que marchan sobre las ruinas
Con las banderas en alto
Va toda la estudiantina."
Qué vivan los estudiantes.
Que vivan.
Al sistema y sus sostenedores,no les interesa la escuela pública,y tampoco les interesamos nosotros......que la defendemos....todos los días!!! Cada día siento más asco y tristeza.......
ResponderBorrarMe pasa exactamente lo mismo!!!
BorrarToda, toda mi educación fue en la escuela pública, colegio público ,universidad pública y profesorado público y gratuito. Y que conste en ACTAS que sea gratuito no significa que que es gratis el ir a estudiar.. viaje, ropa, calzado, apuntes, cuadernos, lapiceras, vianda para no desmayar... Y fui coherente conmigo, mis hijos siguieron mis pasos por la educación pública!!
ResponderBorrarAntes,a la escuela paga iban " los burros", que en realidad eran los niños con problemas de aprendizaje... Ahora va la Élite, la que paga para que sea abierta una brecha en la sociedad, que paga para que sus hijos no dejen de ir ni un solo día a clase, porque sus padres no están por diversos motivos...muchos trabajan es verdad, pero otros solo lo hacen por snobismo. Y ahí sí, me nace la rabia, y la furia contra aquellos que dicen que " caemos en una escuela o universidad pública"!! Difiriendo millones para subvencionar a estas " privadas" ,malgastando fondos que son de la escuela pública.
Y eso que solo hablamos de EDUCACIÓN PUBLICA. También pasa lo mismo con la SALUD...:(
Qué orgullo tener esa historia de coherencia!!! Abrazo!!!
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