Releyendo a Lolita

 Relecturas

Pensaba en Lolita, la novela de Nabókov, y en como algunas historias merecen ser releídas. Una vez, hace muchos años, la propuse como una de las opciones literarias en un curso de alumnos adultos. Me acuerdo del comentario de una alumna: "Profe, esa Lolita es re trola!!!" Mi alumna estaba indignada: Lolita se aprovechaba de su tutor, lo extorsionaba, usaba el sexo para obtener favores.

Por entonces no me hacía ni la mitad de las preguntas que hoy me planteo, pero de todas formas había alguna idea, algún concepto flotando en el aire:

_ Sin embargo fijate en un detalle _le argumenté_ fijate que la historia está contada en primera persona siempre por Humbert Humbert. Pensá entonces que todo lo que se dice sobre Lolita es desde su punto de vista. No necesariamente pasó como él lo cuenta.

Él. Humbert Humbert, el padrastro de Lolita, único responsable directo después de que su madre falleciera en un oscuro accidente.

Porque en verdad Lolita es literalmente arrancada de su universo adolescente para vivir con un padrastro que inmediatamente la pone a merced de su poder.

Él, claro, nos cuenta otra historia, una historia distorsionada, una historia en la que cada palabra intenta ocultar el abuso y responsabiliza a la víctima. H. H. no reflexiona nunca sobre su culpabilidad, ni siquiera cuando Lolita traza un plan para escapar de él. 

Muchos años después H. H. se reencuentra con ella, que ya no es Lolita sino la señora Dolores Haze, y entonces le pregunta por aquel hombre con el que ella huyó años atrás: "Él me rompió el corazón, en cambio tú me arruinaste la vida" dice Dolores de manera contundente. Lo dice sin dramatismo, simplemente, como una verdad dada.

Lolita entonces no es una novela erótica. Lolita es, en verdad, la historia de un abuso, un abuso sin golpes ni ropas rasgadas, sin maltrato físico; un abuso silencioso, extorsivo, cotidiano.

Paradójicamente, el mundo en el que vivimos  tiene esa siniestra capacidad de tomar un concepto y transformarlo, adulterarlo, distorcionarlo hasta dejarlo vacío de su significado real. 

De tal forma, desde los medios de comunicación, hace ya varias décadas,  comenzaron a llamar Lolitas a aquellas jóvenes adolescentes cuyos físicos están muy desarrollados. La exposición de estos cuerpos supone para los varones, la habilitación de las fantasías sexuales e incluso, la consumación de dichas fantasías.

Poniendo el énfasis en la sensualidad y no en la edad legitiman el abuso. 

Hay que releer, volver a pensar. Cambiar los paradigmas.

Lolita es una de esas novelas que con el tiempo, y con la historia, se resignifican y nos proponen volver a pensar todo de nuevo. 


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