Andando pueblos

   

   Abro el libro y busco aquella frase. Leo: "Esa cuca es mía". Estas palabras habían sido escritas por Florentino sobre el abdomen de Olimpia. Luego, por si no quedaba claro, agregó una flecha hacia su sexo. Marcaba así su propiedad. Era un juego de amantes claro, pero el juego se convirtió en tragedia cuando el esposo de Olimpia descubrió aquella inscripción y la degolló. Cuando supo la noticia, Florentino se ocultó por un tiempo y luego buscó otro amor. En la novela no se vuelve a mencionar aquella relación. 

   Esta historia pertenece a "El amor en los tiempos de cólera" de Gabriel García Márquez. Es ficción, por supuesto. Volví a leerla hace unos años y me encontré dialogando con la novela desde otro lugar, atravesada por todo lo que ahora pienso y entiendo, en fin, por el feminismo nuestro de cada día.

   Porque a veces la ficción, al menos esto me pasa a mí, me sirve para pensar y repensar situaciones del mundo real.

   "¿De quién es esa pancita?" preguntaba el tipo. "Tuya" contestaba ella llena de orgullo. "¿Y ese culito? ¿Y esa boquita,?", "Todo es tuyo" confirmaba una vez más ella. Tuvieron que pasar muchos, muchísimos años para que pudiese responder con sensatez: "Mío, todo es mío ¿de quién querés que sea?".

   Y no, una vez más, no son simples frases, cuando en la historia universal durante siglos las mujeres no tuvieron independencia para decidir y gestionar, cuando precisamente su existencia pertenecía primero al padre y luego al esposo.

   Cuerpos en tutela. 

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   Ahora leo a Neruda, "Confieso que he vivido". Neruda relata aquel momento en el que estando en un hotel en Ceilán, quedó fascinado por la belleza de aquella mujer que hacía la limpieza de su baño cada mañana. Sin mediar palabra, un día la tomó del brazo, la llevó a la cama y la violó. El poeta no usa la palabra "violar", sólo dice que fue como hacer el amor con una estatua, que al finalizar ella se fue sin decir nada y que después de aquello ella lo miraba con desprecio.

   Al privilegio de género se le suma el privilegio de clase, la asimetría absoluta. 

    ¿Y qué hacemos con todo esto? ¿Cómo separar la obra del artista? ¿Cómo separar la emoción de las palabras bellas con el asco y el desprecio que produce su autor?

   Y más aún ¿Cómo unir al militante de un mundo nuevo con el abusador? ¿Cuándo hablaba del hombre libre, no incluía a las mujeres?

    ¿Si digo "asco" y digo "desprecio", me van a decir que exagero? ¿Por qué creen que exageramos y no ven que ellos minimizan?

    ¿Por qué el cantante de rock dice que cualquiera puede equivocarse cuando habla de un femicida?

   ¿Por qué el periodista progre explica que no pudo interpelar al entrevistado porque a él "no le pasa por el cuerpo" lo que sentimos nosotras? ¿No le horroriza porque no le pasa por el cuerpo?

   ¿Por qué creen que nos pasamos si ni siquiera llegamos al lugar que nos merecemos? 

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   Todas crecimos en la naturalización del abuso. Todas alguna vez sentimos, supimos que era nuestra responsabilidad cuidar que nuestros cuerpos no fueran tocados, manoseados, violados, lastimados. 

   Pero nunca nadie dijo nada de ellos. Siempre eran excepciones. Un violador, un loco, un degenerado. 

   Violencias sobre nuestros cuerpos.

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   Preguntas:

   Si es como ellos dicen, que la violencia de género no existe, ¿por qué las estadísticas demuestran que hay tantas mujeres que son asesinadas por hombres y hay tan pocos hombres asesinados por mujeres?

   ¿Será, como dijo el periodista, que quizás esos hombres las mataron porque estaban hartos de esas mujeres malas o insoportables? 

   Pero...

   ¿Por qué no sucede al revés? ¿Será que hay menos hombres malos o insoportables?

   ¿Pero si no son malos, por qué nos matan?

   ¿O es quizás que las mujeres somos más pacientes?

   Pero entonces... 

   ¿Si somos más pacientes, por qué nos matan?

   ¿Será que nos matan porque quieren, porque se les da la gana, porque pueden hacerlo? 

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   Gladys, Cecilia, Adriana y Elena asesinadas por Barreda. Durante décadas la opinión pública, los medios,  la sociedad en fin, avaló la narrativa del varón maltratado como justificación. Nunca pudimos escuchar a las víctimas, obviamente, pero en aquellos años eso no hacía ruido.

   Norita y las burlas, una vez más el foco puesto en la víctima ¿cómo era su vida? ¿cómo era su sexualidad? ¿Hubiesen hecho las mismas preguntas si la víctima era un varón?

   Como ellas, tantas otras. 

   Pasa el tiempo y un periodismo vetusto y reaccionario aún sigue cuestionando a las víctimas. 

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     Seguramente sigo conmovida por "Belén", la película inmensa de Dolores Fonzi. Seguramente el triple femicidio sigue en mi cabeza. Seguramente la cantidad de femicidios de la última semana sacuden todas mis emociones. 

   Como en una película, imagino que todas las mujeres, todas, somos sólo cuerpos. 

   Como cabezas de ganado.

   Cuerpos que procrean, cuerpos que dan placer, cuerpos que cuidan, cuerpos que limpian.

   No es tan descabellado. Yo creo que inconscientemente (o no, no sé) esa creencia está enraizada en la educación de los varones desde tiempos muy lejanos. Tanto que ni siquiera se lo cuestionan.

    Siglos de historia reafirman estas miradas.

   ¿Tal vez entendieron que si les gusta un cuerpo que camina por la calle pueden tocarlo porque sí, porque para eso se luce, para ser tocado?

  ¿Y que si desean un cuerpo, cualquier cuerpo, pueden tenerlo como sea, porque, otra vez, para eso está, para ser usado?

   ¿Tal vez creyeron que si un cuerpo se revela, se resiste, se escapa, pueden matarlo?

   ¿Si la violencia de género no existe, por qué estamos llorando una mujer asesinada cada día?

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   ¿Por qué los femicidas siempre dicen "me mandé una cagada"? ¿Eso es el femicidio para ellos? ¿Un error, una equivocación?

   ¿Qué pasa con esa vida que desaparece?

   ¿Entenderán que estos cuerpos no les pertenecen? 

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   Intento estas palabras ya dichas, porque necesito ordenar, entender,  porque me sigue espantando el horror.

   Porque después de muchos años de sentir culpas y miedos, pude ver lo que nos pasa, lo que nos pasó y sigo sin comprender cómo es que ellos no lo ven. Por qué lo minimizan, lo subestiman, por qué no ven lo que pasa.

   Para la niña que fui ya es tarde, creció asustada.

   Mi adolescente recibió frases lascivas, persecuciones nocturnas y varios manoseos; aprendió a caminar rápido, a buscar estrategias, a disfrazar la belleza de su cuerpo para que nadie la molestara.

   La mujercita recalculó miles de veces todas sus inseguridades frente a los maltratos, y acató todos los mandatos de sumisión a sus parejas, aún cuando creía que se estaba revelando. 

   La adulta, al fin, empezó a entender. Mi adulta abraza fuerte hoy a todas las que fui.

   Porque para todas ellas ya no hay solución, pero aún así tuve suerte.

  Porque yo estoy viva, y Luna no.

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    A Luna y a Mariel las mató un sistema que permitió que un abusador violento anduviera por los medios desparramando su odio de género. 

   Los femicidios no existen dijo el femicida.

   ¿Y ahora qué?

   Por Luna, por Morena, por Brenda, por Lara, por Mariel, por Gabriela, por Adriana, por Daiana.

   Por cada una de ellas.

   Por las pibas, por las niñeces.

   Por las próximas generaciones. 

   No son errores ni excesos, no son macanas ni ellas eran malas.

   Es patriarcado. Es capitalismo. Es depredación.

   Por más pueblos, hay que seguir y seguir. No sé si se llega a destino. 

   Quizás de eso se trata.

   Andando pueblos se vive y se desea otra vida.

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