Belén

 

 Es sábado y me reúno con un grupo de amigas para ir al cine. Vamos a ver Belén, la nueva película de Dolores Fonzi. Escuchamos muchos comentarios y la expectativa es enorme.

   Cuando la película termina todas tenemos los ojos brillosos y húmedos.

    A los créditos de la película le siguen imágenes de movilizaciones,  verdes, muy verdes. Pibas con purpurina en las mejillas y con pancartas en sus manos. No nos movemos de las butacas y no somos las únicas. Las imágenes son como imanes. 

   Salimos del cine conmovidas y esperanzadas.

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   Igual que muchas otras, Belén es víctima de un sistema que despliega toda su crueldad y omnipotencia sin ningún disimulo.

   Belén sufre un aborto espontáneo, pero es rápidamente acusada de homicidio. Inmediatamente todos los dispositivos del sistema se activan para castigarla: la salud pública, la justicia, los medios, la opinión pública. 

 Todavía faltan algunos años para que el aborto sea legal pero ya está gestándose, desde abajo, el movimiento imparable de mujeres que lo hará posible.

   Y el caso de Belén es un punto de inflexión. Todos los reclamos están representado en ese cuerpo de mujer. Su cuerpo, lo que ocurre en él, es un asunto de estado.

   Su cuerpo, pero no ella misma. Paradoja.

   En ningún momento parece importar la voz de la protagonista. Ni los médicos, ni los jueces, ni siquiera su propia abogada, elijen escucharla (o verla). 

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   Si por un lado la película visibiliza los dispositivos del estado represor, por el otro nos muestra como contrapartida, cómo comienza a tejerse esa otra red, una red que no atrapa sino que sostiene. Una red de mujeres organizadas.

   La película se llena de imágenes de pañuelos verdes y de movilizaciones. 

   Mujeres denunciando y visibilizando la injusticia. Tejiendo. Construyendo.

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   Reconocemos esas imágenes. Conocemos esta parte de la historia. Estuvimos ahí.

  ¿Y qué estaba haciendo yo en esos años? ¿Cómo llegué?

   Salgo del cine con esas preguntas en la cabeza.

   Por causalidad no tan casual, fui a ver Belén con algunas amigas docentes con las que en 2017 habíamos creado juntas aquel proyecto sobre diversidad. 

   Pienso ahora que es muy loco y muy interesante cómo se ordenan las piezas.

   2016. Estoy trabajando en la escuela donde una vez hice el secundaria y donde, podría decirse, comenzó mi militancia.

   Un día en los medios aparece la noticia de otra piba asesinada y así, entre indignación y dolor, surge el reclamo de Ni una menos. 

   Una periodista, ex alumna de la escuela, participa de esas primeras convocatorias y publica un libro contando cómo se gestó aquel movimiento. 

   Una colega docente, también ex alumna de la escuela, me convoca para invitar a la egresada a presentar su libro.

   Como en la película, nos vamos intuyendo.

   2017. Organizamos la presentación. En algún momento la bibliotecaria de la escuela, a la que no conozco demasiado, me cuenta que en la biblioteca hay mucho material para trabajar el tema y así nos reconocemos.

   Después, una compañera comenta que hizo un taller sobre ESI y que quizás podría colaborar. Estamos armando nuestra pequeña manada.

   El día de la presentación otra profe que va con sus alumnos nos cuenta conmovida que estuvo trabajando el tema con ellos. Ya somos cuatro.

   Finalmente se suma el equipo de orientación y más tarde una profe de plástica y nos encontramos todas.

   Ya está, el equipo queda armado.

   Durante varios años con todas ellas construimos en la escuela un espacio de debate, de reflexión sobre distintas problemáticas, especialmente de género. Femicidios, noviazgos violentos, abusos.  

    Organizamos conversatorios, talleres, salidas, lecturas. 

   Por qué pensamos en todo eso justo en ese momento?

   Estaba en el ambiente. 

   Me da cierta ternura recordar que entonces creíamos que estábamos enseñado, porque en realidad estábamos aprendiendo. Sí, sabíamos que siempre aprendemos todos, pero me parece que no éramos conscientes de todo lo que estaba despertando en nosotras, de todo lo que estábamos desaprendiendo.

   Porque ninguna tenía experiencia en militancia feminista. Ninguna tenía el registro aún de lo que estábamos viviendo, del momento histórico que estábamos atravesando. 

   Una marea verde empezaba a crecer, imparable.

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   ¿Y yo? ¿Cómo era yo antes del feminismo?

   Me divierte este ejercicio. Pensarme antes y después de la marea. Si hago un repaso de todo lo que dije y pensé antes, estoy segura de que no resistiría ni un archivo.

   Compré todos los boletos que el amor romántico me ofrecía con todas sus violencias, me parecía una exageración que se cuestionaron los "piropos", creía que había cosas que nos pasaban porque era natural que así fuera.

   Si claro, siempre hubo ruidos, cosas que no entendía, injusticias que intuía, pero fue en 2012, cuando fui mamá, que pude sentir que algo estaba mal. No sabía ponerlo en palabras pero había mucho de los roles y las responsabilidades que no entendía. Me encontré muy sola y descubrí por entonces que mi red eran las otras madres, las amigas.

   Y empezaron a crecer las preguntas. 

   Y llegó el movimiento Ni una menos. 

   Me sacudió y me conmovió mucho.

    Y obvio, llevé todo ese sacudón al aula, que es lo que sabemos hacer las docentes. 

   Una mañana, creo que fue antes del primer paro de mujeres, me llegó un  audio con la voz de la negra Vernaci, un monólogo tremendo acerca de esos miedos que todas sentimos alguna vez. Lo escuchamos en el aula, en silencio. Por eso días yo pensaba que quería despertar sus conciencias pero en verdad estaba también liberando la mía.

    Otra mañana nos golpeó el hallazgo del cuerpo de Melina. Había desaparecido unos días antes y la policía la encontró en el río, dentro de una bolsa de basura. Melina era de acá, del barrio, y la noche de su desaparición había recorrido los mismos lugares que transitaban mis alumnas y por los que yo misma anduve mucho antes. Clarín, por aquellos días, había titulado esa desafortunada nota que dejaba muy claro a quién le adjudicaba la culpa de todo: "Una fanática de los boliches que dejó la escuela secundaria". Me acuerdo del debate en el aula.

   Creo que era la primera vez que poníamos en discusión los miedos y peligros que vivimos las mujeres en el mundo que habitamos todos. Miedos que viví muchas veces, pero nunca había pensado en términos de género. 

   Pero aún no me decía feminista, me daba vértigo y respeto esa palabra. No era merecedora, no todavía. Suponía que para ser feminista había que leer mucho, militar mucho.

   Diría Alfonsina que al plantearme estos interrogantes yo ya era feminista porque el simple ejercicio del pensamiento de la mujer es una acción puramente feminista.

   Recién empezaba a transitar este camino. Todavia faltaba un tiempo para que pudiera entender, por ejemplo, la lucha por el aborto. Sabía que era un derecho y entendía el reclamo, pero no tenía dimensión de lo que estaba en juego, que era ni más ni menos que el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. 

   Cuánta agua que corrió bajo el puente?

   Un mar, repleto de olas inmensas, verdes.

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   Dice la historia que nosotras llegamos por las pibas.

   Me acuerdo de los pañuelo verdes colgados en las mochilas.

   ¿Por dónde andarán hoy?

   ¿Habrán visto Belén? ¿Recordarán que fueron parte de esta historia?

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   Luchar sirve. Eso cuenta la película, que la lucha colectiva sirve. 

   Justo ahora, cuando necesitábamos tanto recordarlo. 

   Porque puede parecer que el mar está en calma, que ya no hay más olas, pero cuando miramos hacia atrás, comprobamos que ya no somos las mismas. 

   Podemos decir que miramos el mundo de otra manera, entendimos cosas que antes ignorábamos. El feminismo nos atraviesa, el cambio es estructural. Ya no hay vuelta atrás.

   Hubo una lucha que cambió todo.

   La historia que se cuenta en Belén recupera la épica de aquella lucha. 

   Tal como dice Soledad, la abogada de Belén, en su alegato: nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio. 

   Nunca más.


Comentarios

  1. Me declaro feminista desde siempre, defendiendo los derechos de todas las mujeres, y también de quienes no pueden defenderse por miedo o por falta de voz... Soy Susana Vaitobic..
    No ví la película.
    De todos modos, intervengo en lo que está a mi alcance, desde que, al igual que vos, me hice mamá a los 23 años. Hoy ya voy por los 66 para 67 👍😃Me alegra muchísimo que las jóvenes de estos tiempos sean concientes de lo que nos sucede, y no como nosotras, que aprendimos a defendernos ya mas grande.
    Lo bueno de todo es que mis dos hijos tanto el baron como la mujer son feministas y militantes ,de ir a todas las marchas de Ni una menos!.

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  2. Muy bueno Clau, te pasaste.

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