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Dulces

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Cuando mi mamá era chiquita vivía en el campo, allá en Rivera. Rivera, les cuento, fue una de esas colonias judías que proliferaron a principios del siglo XX, en las que muchas familias inmigrantes encontraron un lugar para vivir y criar a sus familias. Y mis abuelos, recién llegados de Europa, aprendieron a vivir de lo que les daba la tierra. La vida en el campo era dura, muy dura. Especialmente para aquellas gentes sin conocimientos ni habilidades para vivir allí. Pero aprendieron,  y criaron a  sus hijos e hijas. Me contaba mi mamá que la vida de entonces era muy sencilla. Sin grandes regalos ni ropas de marca.  Mi mamá jugaba mucho, jugaba con mi tío Simón, su hermano. Jugaban en el campo, andaban a caballo, le daban de comer a las gallinas, arreaban a las vacas.  Me contó mi mamá que mi bobe Clara, la mamá de mi mamá, cocinaba muy rico, que en su cocina solía haber estantes repletos de mermeladas de muchas variedades.  Porque mi bobe, decía mi mamá, era una...

Cien años de amor

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Cuando era chica, me acuerdo que en casa se escuchaba a toda hora. La pequeña radio a pila en la cocina y mi vieja escuchando a Larrea. Supongo que fue ahí que empecé a quererla, en esa costumbre cotidiana. Pero pasaron varios años para que descubriera su magia. Tenía 13 años aproximadamente y me acuerdo de una sensación, una emoción nueva: la radio y la noche, una conjunción tremenda.  Aprendí a dormir con la radio encendida, escuchando música y voces amigas. Después, de a poco, empecé a investigar en el dial, a buscar emisoras, programas, horarios. Un día conocí a unos pibes que hacían un programa en una radio que se llamaba FM Okay, creo. Los pibes eran Mario Pergolini y Ari Paluch y el programa que hacían se llamaba "Feedback" y estaba buenísimo. Nunca había escuchado algo así. Un tiempo después los volví a encontrar pero  en otra FM. Era la Rock&Pop. Y ya nada fue igual. La Rock&Pop marcó mi adolescencia. Estaba la 100 con sus canciones de moda, estaba Horizontes...

Nos quedan las palabras

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 Un día perdimos o creímos perder todo, pero entonces dijimos: "Nunca podrán  sacarnos el abrazo". Y entonces llegó un virus fatal  y se prohibió el abrazo. Tuvimos que aprender a distanciarnos. "Nos sacaron todo" pensamos. "Ya no nos queda nada" dijimos. Y cuando todo quedó en silencio,  y cuando los cuerpos perdieron el calor del otro cuerpo, fue ahí, ahí mismo, en el centro de la angustia  que recuperamos el don de la palabra. Aprendimos. A abrazarnos con palabras. A acariciarnos con palabras. A cuidarnos con palabras. Las palabras recorren distancia infinitas, cruzan de una punta a otra, esquivan al monstruo, llegan a destino. Las palabras nos acercaron,  nos acunaron. Las palabras nos envolvieron  y fueron cobijo y fueron encuentro. Y el mundo volvió a ser nuestro.

El sueño grande

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Tenía 11 años cuando pedí para el día del niño un cassette de Sergio Denis. Se llamaba "Por la simpleza de mi gente" y la tapa era una pintura de Anikó Szavó, un paisaje en arte naif que estaba muy de moda en los '80. A ese cassette lo gasté de tanto escucharlo. Tenía unas canciones que me fascinaban, como "Soledad", tan triste; o la joyita "Fiesta del sueño grande" junto al cuarteto Zupay y "Malísimo" de Rubén Rada. Me encantaba Sergio Denis. Me encantaba en serio. Siempre que pienso en él lo asocio a esos años de cambios tan profundos que ocurren cuando una nena tiene 11 años y empieza a picarle el bichito de los metejones y enamoramientos varios, de la coquetería y todo eso. Ahora lo llaman pre adolescencia pero en esa época seguías siendo una pendeja y punto. En fin, me acuerdo mucho de esa época porque ese era mi primer cassette sólo mío. Deseado, pedido y esperado por mí. Lo guardaba con mis objetos personales más queridos y valiosos. L...

La escuela en tiempos de pandemia I

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El viernes la seño de Juan mandó tarea y pidió que se la enviáramos por correo.  Juan bufó, yo bufé.  Pero cumplimos: Juan hizo la tarea y yo mandé el correo.  Y hoy recibimos la respuesta. La seño le respondió, le dijo que hizo todo muy bien y además le hizo unas cuantas observaciones y sugerencias muy personales y muy cariñosas. A Juan le gustó muchísimo. Imagino que el mismo trabajo se tomó con cada uno de los 28 chicos del grado. Es importante decirlo, en estos días en los que, un poco en broma, un poco en serio, se viene hablando de la cantidad de tarea que los docentes están dando.  Y es cierto, a veces se zarpan. Con Juan es difícil, porque además de no ser yo su maestra, el encierro lo tiene más inquieto de lo que habitualmente ya es. En fin, dan mucha tarea y para comunicarse utilizan una tecnología que para muchísimos chicos es casi inaccesible. Pero se ocupan, se esfuerzan, lo intentan. De la nada misma. Porque los y las docentes de escuela pública trabaja...

Y las calles se llenaron de brujas

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 Y las calles se llenaron de brujas. Por todas partes. Las brujas marchan y se abrazan. Las brujas enarbolan sus pañuelos verdes.  Y gritan.  El grito de las brujas es una magia tan antigua como poderosa. Es el grito de guerra de las que gritaron antes. En los hogares, en las fábricas. Brujas exigiendo igualdad en el trabajo. Brujas reclamando el derecho al voto. Brujas que ardieron, como en la Santa Inquisición. Brujas sufragistas. Brujas artistas. Brujas educadoras y emancipadoras. Brujas locas. Un grito de furia antiguo recorre todos los tiempos y llega a las gargantas de las brujas nuevas, que aullan enardecidas. Herederas del saber, exorcizando el poder del patriarcado. Las brujas de ayer y las brujas de hoy, abrazadas en un aquelarre eterno.

El maltratador

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Hace mucho tiempo trabajé en una escuela privada, en la que, durante tres años, di el taller de periodismo radial y el taller de periodismo televisivo. El día que entré a la escuela por primera vez y tuve la entrevista, me recibieron con los brazos abiertos. Por un lado yo contaba con mi título de Periodista recibida en TEA; más los títulos de Profesora y Licenciada en Letras de la UBA, todo eso me otorgaba cierto prestigio y, sinceramente, me enorgullecía. Hasta ese momento yo había trabajado algunos años como profesora de lengua y literatura en escuelas públicas y además había realizado alguna breve experiencia en el mundo del periodismo. Pero esta era la primera vez que podía conjugar en una misma actividad mis dos pasiones: el periodismo y la docencia.  Y sí, claro, estaba feliz. Unos días antes de empezar a trabajar me presentaron a mi colega, quién enseñaría a otro grupo la parte técnica: cámaras, consola, etc. Ambos, me explicaron, cada uno en su espacio, debíamos ser una su...