Cien años de amor


Cuando era chica, me acuerdo que en casa se escuchaba a toda hora. La pequeña radio a pila en la cocina y mi vieja escuchando a Larrea. Supongo que fue ahí que empecé a quererla, en esa costumbre cotidiana.

Pero pasaron varios años para que descubriera su magia. Tenía 13 años aproximadamente y me acuerdo de una sensación, una emoción nueva: la radio y la noche, una conjunción tremenda. 

Aprendí a dormir con la radio encendida, escuchando música y voces amigas.

Después, de a poco, empecé a investigar en el dial, a buscar emisoras, programas, horarios.

Un día conocí a unos pibes que hacían un programa en una radio que se llamaba FM Okay, creo. Los pibes eran Mario Pergolini y Ari Paluch y el programa que hacían se llamaba "Feedback" y estaba buenísimo. Nunca había escuchado algo así.

Un tiempo después los volví a encontrar pero  en otra FM. Era la Rock&Pop. Y ya nada fue igual.

La Rock&Pop marcó mi adolescencia.

Estaba la 100 con sus canciones de moda, estaba Horizontes y su melosidad pegajosa.

Pero la Rock&Pop fue durante años el gran romance de mi vida.

Y sí. Pertenezco a una generación que creció con la radio. En la radio los jóvenes encontrábamos a nuestros referentes, nuestra música, nuestra historia. Es muy loco pensarlo ahora. Hoy el mundo es tan visual que es extraño imaginar a un grupo de adolescentes pegados a una radio escuchando voces.

Pero así era.

Una postal de entonces. Era 1988, hacía apenas cuatro años que la dictadura militar se había terminado y yo estaba en quinto año. En un programa de radio alguien hacia referencia a las Madres de plaza de mayo, sonaba una canción de amor y después un rockanroll. Todo así, junto y seguido.

Un día un compañero llevó una radio a la escuela y en el fondo del aula, despacito, empezó a sonar como una pequeña bandera de rebeldía "Radio Bangkok". Las voces de Lalo Mir, Bobby Flores y Douglas Vinci nos divertían con la Brigada Entel o con Cachito de Castelar.

Por las noches, escuchábamos las "Malas Compañías" y sentíamos que era como si un amigo estuviera a nuestro lado. Con mi hermana conversábamos sobre el programa y fantaseábamos acerca de cómo sería su conductor, Mario Pergolini. 

Un tiempo después ocurrió un "algo" que cambió todo: Rock&Pop TV. Todas las voces habitaron un cuerpo. Eso fue asombroso y decepcionante al mismo tiempo. El programa no duro demasiado y hoy a la distancia podría resultar bizarro, misógino y algunas cosas más.

Pero en la Rock&Pop, también sonaba "Piso 93", los martes a medianoche, "un programa de miércoles" decía el Rafa, junto al Gavilán Pollero y a Claudio Kleiman. Todos ellos allí, en la madrugada, demostrando que la literatura y la música podían contar una historia juntas. Y aquella mítica entrevista al Indio Solari que duró horas eternas y maravillosas. Una vez me animé a llamar al programa. Hablaban del tiempo y yo leí "Instrucciones para dar cuerda un reloj", de Cortázar. El Rafa dijo que tenía una voz de locutora y yo morí de amor, tan 17 años!

Y en AM, quizás por influencia de mi mamá, no me acuerdo bien, primero lo escuchaba al Loco: "Ego sun lux et verita et vita, transmitiendo en su frecuencia inusitada, El Loco de la Colina". Después cambiaba para escuchar a Dolina ¿Cómo olvidar a Alejandro Dolina y a su "Demasiado tarde para lágrimas"? ¿Al sordo Gancé y a su "Muchachita, muchachita la peineta ponete al pelo, vamos a misa"?

También estaba "Dar la nota" de Horacio Salas, a quién aprendí a admirar por mi mamá en radio Belgrano, y luego empecé a seguir por mi cuenta en la Rock&Pop, y con quién tuve una pequeña cercanía como telefonista en su programa y como tallerista en su Taller Literario, esa también es una historia para otro día.

Un día terminé quinto año, y ese mismo día, me acuerdo, volví a casa y cuando prendí la radio, un joven Pergolini hablaba de lo que significaba terminar una etapa y empezar a vivir el resto de la vida.

Durante esos años escuché muchísimos programas, de diferentes radios. Me acuerdo de algunos nombres: "Las siete lunas" de Nora Perlé, "Naftalina" (un programa para apoliyarse creo que decían); "Sin corbata" (desnudito y sin vergüenza); "La máquina de hacer pájaros".

Amaba la radio. Amaba todos esos programas. Era una especie de groupie. Alguna vez fui a la radio como buena fan a ver en vivo "Malas Compañías"; también fui a ver a Dolina; estuve en Babilonia, en una fiesta de "Piso 93"; fui al velódromo a escuchar a Lalo, a Bobby y a Douglas con esa rareza que fue "A mamá le dieron dos años".

Para que me entiendan, yo estudié periodismo porque quería estar en la radio. Porque sentía que la radio era mi lugar en el mundo.

Fue allá por el 89, cuando estaba en mi primer año de periodismo, que empecé a hacer un programa con mis compañeros de estudio. Era en una radio de Caseros, a la madrugada (ese era el horario que nos ofrecieron) y mezclábamos música y literatura. Era una triste copia de "Piso 93", o un humilde homenaje, visto a la distancia.

Crecí. Cambié de gustos. Cambiaron las radios. Cambiaron quiénes hacían los programas.

Por mi historia pasaron tantos programas! Fui feliz cuando tuve una radio con auriculares, y pude seguir escuchando en la calle, en los colectivos.

Escuchaba a Luis Garibotti y su voz elegante; escuchaba a Quique Pesoa con su "Oreja de la tarde" (fui a la minga en el Centro Gallego y tengo una re anécdota con Pesoa y la cardadora de mi abuelo pero la dejo para otro día); y también escuchaba a Tom Lupo ("Salud a la patria metalúrgica!" creo que empezaba diciendo, y sí, también lo fui a ver a la radio para entrevistarlo cuando estudiaba periodismo); además disfruté de los radioteatros de Migré (también lo visité en el teatro Opera); supe escuchar al bello e inteligente Juan Castro y a la atrevida Negra Vernacci.

Hoy sigo escuchando radio pero en streaming. La radio sigue siendo parte de mi vida, aunque quizás no con el fanatismo de entonces. 

Dicen que la radio hace compañía. Debe ser cierto. Porque prenderla es lo primero que quiero hacer a la mañana, después de poner la pava para el mate. Y porque todavía sigo riendo, emocionándome y reflexionando con ella.

La radio me construyó, me constituyó. 

La radio está en mi ADN.

Felices 100 años, mi querida compañera.



Comentarios

  1. Cómo te leí,Clauuuuuu,me acuerdo perfectamente de este texto....cuando lo leí,en el 2020....Hermosooo!!!!

    ResponderBorrar
  2. Y un beso al universo,para nuestro querido Rafa!!!!!

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

DEJAME TU COMENTARIO!😌

Entradas más populares de este blog

El arte del territorio

Al Gran Genio Argentino, salud!

El canto de la cigarra

Algunos pensamientos después del día de la madre.

El atentado a la Amia

Que vivan los estudiantes

Sobre mi viejo en su día

La realidad

Despedida

Úrsula