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El frío y las ausencias

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Necesito hablar del frío. En estos días de aulas heladas y de puertas abiertas, de chicos y docentes ovillados sobre sí mismos y de manos congeladas, me es imprescindible hablar hoy, ahora, del frío. No puedo pensar en otra cosa. Necesito escribir. Quizás las palabras me brinden el calor que hoy preciso. Siempre le tuve miedo al frío. Contaba mi mamá que de muy chica, cuando me bañaba, mis labios pequeñitos se ponían morados. Y tengo también el recuerdo de haber salido del mar castañeando los dientes una y otra vez. En alguna ocasión el frío me produjo dolor de estómago, y muchísimas veces dolor de cabeza. El frío lástima el cuerpo y golpea el alma. Y es el frío de hoy, el que me trae recuerdos de tiempos pasados, de momentos de tanta vulnerabilidad.  Aquella casa enorme, tan grande, tan fría y nosotros tan tristes en ella, tan carentes y tan solos. Son recuerdos que el frío nos devuelve como algo viejo e inútil que queremos desechar pero siempre regresa. Esos tiempos  en

Pablo, un cuento que es poesía

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Horacio, Osvaldo y las puertas que se abren

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 No conocí mucho a Horacio González. Tampoco supe mucho de su desempeño como  Director de la Biblioteca Nacional. Pero tengo un recuerdo importante. Fue hace trece años, cuando andábamos Carcoveando por ahí. Hacía poco Osvaldo Bayer había perdido a su nieto y se había ido a Alemania, para estar junto a su hija. Era lógico que se ocupara de sus afectos personales y que se desentendiera de nuestro proyecto. Pero no lo hizo, ni siquiera a la distancia. Un día así cómo hoy, revisando el correo, me encontré con un mensaje suyo: me contaba entusiasmado que había hablado con Horacio González. La presentación en la Biblioteca Nacional ya era un hecho, nos confirmaba. Según explicaba en el mensaje, Horacio González estaba encantado. Unos días antes, con mi compañera en el proyecto fuimos a la Biblioteca a dejar dos ejemplares del libro. Nos recibieron amorosamente y nos llevaron a recorrer, a conocer ese lugar maravilloso. Y así, un día, las puertas de esa Biblioteca  inmensa e increíb

La noticia (Un cuento para exorcizar los recuerdos)

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  La noticia llega de golpe una mañana. Abre el wasap y ahí esta el mensaje de su amiga. La foto es de una nota de un diario y debajo el comentario: "Lo vi y me acordé de vos, creo que lo conocías, no?". Sí, lo conocía. Lo conoció. Antes de contestar abre el navegador y empieza a buscar, algo, no sabe bien qué. La noticia es de algunas semanas atrás. Casi un mes. Por lo que puede leer, fue el virus, el maldito virus que está destrozando todo.  Hace un mate y se sienta en la cocina mirando cómo el agua cae sobre la yerba nueva. Se queda así un rato, pensando, recordando.  Sí, piensa, la noticia la había sorprendido. Como aquella vez, hace tanto tiempo la sorprendió eso que pretendió ser un beso inesperado. Pero aquella vez no supo qué sentir. Decepción, enojo quizás? No. Fue culpa. Lo que sintió aquel día, cuando él la sorprendió en medio de un saludo de despedida, fue culpa. ¿Qué había hecho mal? ¿Qué señales equivocadas había dado? ¿Había quedado como una tonta?  Ahora, mien

Redes y esperanzas

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Para Debo Las noticias empezaron a llegar por esas redes misteriosas que se tienden cuando el dolor es tanto que necesitamos tejer puentes. Las noticias dolían. La vida estaba toda mal, afuera y adentro. El monstruo había logrado entrar al hogar y ahora los médicos hacían lo que podían. Quizás fue porque un doctor la miró con desaliento, quizás fueron unas pocas palabras, quizás tan sólo un gesto. Pero esta mujer no sabía de renuncias.  "No aflojen que él no afloja y yo tampoco " les dijo a los médicos.  Se los dijo y fue un pedido y un ruego y una orden. Se los dijo con esa mezcla de firmeza y ternura, de dolor y fortaleza que nos sale de las entrañas a las mujeres cuando nuestra tribu está en peligro. "No aflojen" pidió, dijo, ordenó, rogó. Y los médicos no aflojaron. Dicen los que la conocen que durante todos esos días no durmió, dicen que no sabía del sueño, dicen que no quería escuchar los malos augurios. Dicen que no quiso rendirse. Y pasó en esta historia que

La vuelta a clases y nuestro compromiso con el conocimiento.

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  Hace muchos años, cuando recién comenzaba a dar mis primeros pasos en la docencia, una de las lecciones  que tuve que aprender fue la de decir "esto no lo sé" o "me equivoqué". No es fácil eh! Al principio me ponía colorada y sentía que me hervían las mejillas. De pronto me encontraba con decenas de ojos adolescentes escrudiñándome, tratando de descubrir si era una docente o una auténtica  impostora. No, no es fácil, mucho más sencillo es, sin dudas, tratar de dibujarla y hacer de cuenta que uno no dijo lo que dicen que dijo o que uno sí lo dijo, y es lo mismo que dice ahora, aunque sea exactamente lo contrario. Y sí, armar toda esa farsa es algo retorcido, pero créanme que más intrincado que construir todo ese artilugio es plantarse frente a un curso de, pongamosle, veinte adolescentes, y decir "Eso que dije está mal" o "La verdad es que no tengo idea sobre ese tema" y después de eso seguir adelante. Ocurre a menudo que reconocer un error

El dia del periodista y lo que me acordé en el camino.

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Cuando era chica, en la escuela primaria leí acerca de Mariano Moreno. Sin tener muy claras las razones, ese tipo tan lleno de ideales conquistó mi respeto y mi admiración. Moreno era mi prócer favorito, decía la nena que fui.  También fue por aquellos años que empecé a sentir por qué caminos iba a llevarme la vida. Sabía que leer y escribir era todo lo que amaba. En el Kinder del Peretz de Villa Lynch, empezábamos a crear una revista nuestra. Me anoté como una de las redactoras y escribí tres notas: una sobre María Elena Walsh, otra sobre una niña del gueto de Varsovia y la tercera, una reflexión personal sobre la guerra y la paz. Me gustaba y me divertía contar, decir. Me gustaba palabrear. Cuando estaba en séptimo grado la hija de mi profesora de ingreso (Sí gente, soy de la generación que rendía examen para ingresar a la prestigiosa escuela pública) me habló de la carrera de Letras en la UBA. Desde entonces supe que era eso lo que iba a estudiar después de terminar la escuela secun

La biblioteca es un lugar

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  La biblioteca es un lugar.  Qué cosa interesante. Y ojo que no me refiero a la biblioteca popular o comunitaria, o a la biblioteca universitaria; ni siquiera me refiero a la habitación que en una casa funciona como bibblioteca. No, es más simple.  Y más complejo. Me refiero a la biblioteca en su sentido más elemental: las estanterías colmadas de libros , los estantes con sus lomos alineados, la pila de libros arriba del escritorio. La biblioteca personal. Es un lugar. Fijate que uno puede entrar en ella aunque no haya puerta. Fijate que uno puede recorrerla aunque no tenga piso. Fijate que hasta podés llegar a distintos lugares y momentos de tu propia historia. Uno entra a la biblioteca. Uno se asoma. La biblioteca es un lugar que te lleva a otros espacios y a otros tiempos. Por ahí hay una plaza llena de sol, y fue dónde leíste por primera vez ese libro. Sí, por primera vez, porque algunas personas tenemos esa malísima costumbre de volver a los libros como se vuelve a lo

3J NI UNA MENOS

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Es difícil definir, decidir, afirmar. Es difícil porque estamos en medio de un proceso nuevo. El piso, las paredes, el mundo entero se reescribe, se vuelve a pensar, se vuelve a definir. Las marchas de Ni una menos . Los paros de mujeres. La marea de pañuelos verdes.  Los colectivos de mujeres. Ponerlo palabras al miedo, al horror, al abuso. Se dice femicidio. Se dice acoso. Se dice violación. Se dice violencia machista y patriarcal. Se dice NO es NO. Se dice Soberanía sobre mi cuerpo. Se dice NI UNA MENOS. Se dice queremos ser libres, no valientes. Entenderlo y entendernos. Empezar a decir, ponerlo en palabras. Empezar a encontrarnos, a abrazarnos, a comprendernos. Empezar a cambiar la historia. Les dejo esta nota de la periodista Paula Rodríguez. Es de hace un año y sigue siendo clarísima. https://www.infobae.com/sociedad/2020/06/03/a-5-anos-de-ni-una-menos-la-intimidad-del-primer-grito-masivo-contra-la-violencia-machista/

Alfonsina, la loba

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Hoy, hace 129 años nacía Alfonsina, la loba entre los corderos. A Alfonsina la descubrí hace mucho tiempo, en la escuela primaria, cuando me enseñaron la poesía "Yo en el fondo del mar" y yo aprendí a recitarla de memoria. Así decía la poesía: En el fondo del mar hay una casa  de cristal. A una avenida de madréporas da. Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar. Me trae un rojo ramo de flores de coral. Duermo en una cama Un poco más azul  que el mar. Por entonces mi maestra no me contó que ese mar era la representación de una despedida, de un final, porque la autora ya había elegido cómo iba a morir y sería adentrandóse en el mar. De la historia de Alfonsina no se hablaba en la escuela. Y cuando se hablaba se hablaba mal, con ribetes de culebrón mexicano de los años '70: la mujer con una vida difícil, la que tuvo un hijo de soltera y después de eso se suicidó.  Casi como si una cosa fuera consecuencia de la otra. Me llevó muchos años empezar a conocerla y saber

Rey sin corona

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 Hace muchos años escribí este cuento. Cuando lo empecé me había propuesto crear una historia en la que no pudiera identificarme ni empatizar con el protagonista. De todas formas, como sucede siempre con la ficción, algunos personajes o situaciones se parecen al mundo real.  Quiero decir que reencontrarme con este cuento y con esta temática hoy, me resulta interesante y muy sugerente. Creo que con las hojas escritas sucede lo mismo que con las fotos viejas: se reinventan y resignifican cada vez que nos topamos con ellas. En fin, les dejo esta historia que quise contar con mi propia voz como me sucede a veces. Si quieren dejar su opinión, les leo: https://drive.google.com/file/d/1oFhC4km0wXurapfW_JAVVI6TfIW-TRmN/view?usp=drivesdk

El día de la patria

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El 25 de mayo siempre era un día muy raro, un día fuera del tiempo y la rutina. En casa nos levantábamos temprano, pero no tan temprano, había muchas corridas y un poco de nervios. Los cuatro nos preparábamos para ir a la escuela. Ese día había acto, y como era habitual, mi hermana tenía un papel en alguna obra. Las maestras elogiaban su soltura y su gracia en el escenario. Por aquellos años comenzaba ya a perfilarse lo que con el tiempo sería su vocación. Una vez, me acuerdo, una de las chicas que tenía que actuar faltó y mi hermana, que hacía de dama antigua, empezó a improvisar junto a otra compañerita para suplir la ausencia. Eran muy chicas y pudieron resolver y terminar la obra casi sin tropiezos. Las maestras estaban emocionadísimas y las felicitaron mucho. A veces también actuaba yo, aunque menos. Una vez me tocó hacer de negrita, y sí, me pintaron la cara con corcho quemado. Yo tenía que decir: "limpio pol aquí, limpio pol alá" con gracia y simpatía. Creo que le d

El amor y los tiempos verbales

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Hoy es...  Hoy era...  Hoy sería...  el cumpleaños de mi papá. Los verbos se confunden cuando hay ausencia. Los verbos se ambiguan. Te quiero o te quise? Sos mi papá o eras mi papá? Siempre cuesta dominar los verbos cuando se trenza el amor con la muerte. Mi viejo aparece en el recuerdo. Aparece y entonces, está. Pero claro, si aparece es también, porque ya no está. Las emociones, esa mezcla espesa de sentimientos y sensaciones. Mi papá se fue hace mucho. Hace tanto. No se enteró de nada. Y no sé si supo cuánto lo quería. Porque a veces no lo quería, es cierto. Pero a veces lo amaba. Esas contradicciones que sólo puede sentir una hija enojada, furiosa, rabiosa,  que heredó                        tu rabia, tu furia, tu enojo, que sintió                         tu furia, tu enojo, tu rabia. Y te perdonó. Y te perdona. Ahí estás, para siempre entre mis libros, tu herencia. Ahí estás, en el compromiso, en cada batalla, en el acto militante y en los sueños. Ahí estás, en los

La sociedad de las palabras rotas

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En estos tiempos, y cada vez con más fuerza, se escucha hablar de la cultura de la cancelación. Cancelar. Anular, eliminar, tachar, borrar. Cancelamos a este por lo que hizo, a aquella por lo que dijo, a aquel otro por lo que escribió.  Cancelamos a quien cometió hechos aberrantes. Cancelamos películas viejas, libros, publicidades. Cancelamos recuerdos. Cancelamos historia. Más allá, o más acá de la cantidad de debates, notas de opinión y análisis super concienzudos, parece poco lo que se puede agregar sobre el tema en sí. Pero, cuando descubrimos que todos estos debates  están atravesando y describiendo nuestra historia, ahí, todo se pone bastante interesante. Hace unos días estuve acordándome de una película que fue muy conocida en los '90, "La sociedad de los poetas muertos". La película está ambientada en una escuela de excelencia a fines de los '50 en EEUU. Allí, un genial Robin Williams encarna a un profesor de literatura que llegará para cuestionar las normas y

Nosotras, las de entonces

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Un poco por la pandemia y el encierro pero sobre todo por el recuerdo latente de los afectos inolvidables, un día me encontré rastreando en las redes a mi amiga de la Facultad. La había buscado muchas veces, pero en está ocasión tenía alguna pista, y fui por ahí. Y la encontré. Un par de mensajes y empezamos a conversar. Y de pronto sucedió eso que sólo nos pasa con aquellas personas que son tan importantes en nuestra historia: la conversación fluyó con esa naturalidad tan cotidiana. Hablamos, nos pusimos al día, recordamos, reflexionamos y descubrimos que el tiempo y los años no deterioraron la confianza y el cariño. Y entonces otro día mi amiga me envía por wassap algunas fotos viejas, hermosas. En esas fotos somos jóvenes, con nuestros cabellos rebeldes y nuestras sonrisas enormes. Pero no me resulta difícil descubrir que ahí detrás (o delante) de estas canas y de estas mujeres llenas de obligaciones, ahí justamente, estamos nosotras, las mismas. Porque miro las fotos y somos e

1° de mayo

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Todos los años, cuando llegaba el 1° de mayo, mi papá compraba claveles rojos. Después prendía el combinado y ponía aquel disco. Y ahí empezaba a sonar La Internacional en el comedor de mi casa. Mi vieja, un poco más prudente, se ponía nerviosa y le pedía que por favor bajase el volumen, que los vecinos podían escuchar. Pero mi papá, rebelde como un niño, lo subía al mango. La música sonaba fuerte.  Así era cada año el 1° de mayo allá lejos en mi infancia.

Pensar en los niños

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Nos dicen que pensemos en los niños. Lo dicen algunos pediatras, lo dicen varios periodistas y lo dice la derecha. Pensemos en los niños, dicen. Lo dicen con indignación, con enojo. Quieren la escuela abierta. Eso es lo que quieren. Pensemos dicen. Pensemos. Pensamos... Pensamos  que no hay escuela que pueda, con sus burbujas efectivas y eficientes, aislar a nuestras niñeces de la realidad. Pensamos que lo que duele no es el encierro ni la falta de escuela. Todas esas son consecuencias. Lo que duele es este mundo. Esta realidad. Pensemos en las niñeces. Las niñeces que n os miran, nos escuchan. ¡Nos creen! Me pregunto cómo es para todos ellos  crecer en este mundo en el que un día, de golpe y porrazo, les negaron los abrazos, las caricias. Entonces... ¿Les hablamos de un virus malo que vino a arrebatar la felicidad? ¿O les contamos la otra verdad? ¿Esa verdad en la que los malos son los humanos que destruyen todo a su paso? Pensar en las niñeces. En las infancias. Siento que

La música de Paula (sobre un cuento de Daniel Moyano)

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                    Buscando un cuento lindo para subir classroom, de pronto tropecé con Paula. Me la encontré de casualidad, como se suele descubrir aquello que nos conmueve. Me la encontré con su mirada un poco maligna y un poco inocente, con su cabello al viento y sus piernas largas, y con esas pequeñas cicatrices en sus mejillas. Paula, les cuento, es la protagonista de un cuento increíble de Daniel Moyano, "Mi música es para esta gente". Por lo general me pasa que toda la literatura de Moyano suele producirme una fascinación gigante. Su lenguaje poético, su mirada siempre militante de la vida, la presencia de esos personajes tan cotidianos y tan atravesados por la magia y por el arte... Me atrapan. Y Paula me cautivó especialmente. En estos tiempos de revisionismo emocional, encontrarme con este cuento fue un verdadero hallazgo. Porque esta historia, que fue escrita hace cincuenta y un años atrás, crece y se profundiza hoy en su significado. Ni bien empezamos a l

Me quedo con el amor

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  Hoy mi tío Simón se fue y duele un montón. Ya era viejito y creo que vivió una vida muy feliz.  Pero duele tanto. Muchísimo. Duele la ausencia y duele esta no despedida. Está distancia de mierda duele. Quiero decir que la partida de mi tío Simón me conmueve de la forma más egoísta. Yo quería que se quede, como sea. Quería saberlo por acá, cerca. Quiero contarles de mi tío. Simón era el hermano varón de mi mamá. Junto a sus hermanas, Raquel, Tamara y Matilde, mi tío se crió en el campo, en Rivera, una colonia judía muy cerquita de La Pampa. Allí, jugaban mucho, andaban a caballo, estudiaban. Sé que mi mamá lo amaba de manera absoluta. A veces jugaban a las visitas, y entonces mi tío era el recién llegado y mi mamá la anfitriona que debía ir a buscar el agua al pozo. Durante años y años escuché esa historia, entre recriminaciones y risas. Simón creció y se convirtió en un muchachito lindo y muy tímido. Para poder estudiar, un día se fue a la ciudad, a la casa de unos tíos. M