Alfonsina, la loba

Hoy, hace 129 años nacía Alfonsina, la loba entre los corderos.
A Alfonsina la descubrí hace mucho tiempo, en la escuela primaria, cuando me enseñaron la poesía "Yo en el fondo del mar" y yo aprendí a recitarla de memoria. Así decía la poesía:

En el fondo del mar
hay una casa 
de cristal.

A una avenida
de madréporas
da.

Un gran pez de oro,
a las cinco,
me viene a saludar.

Me trae
un rojo ramo
de flores de coral.

Duermo en una cama
Un poco más azul 
que el mar.

Por entonces mi maestra no me contó que ese mar era la representación de una despedida, de un final, porque la autora ya había elegido cómo iba a morir y sería adentrandóse en el mar.

De la historia de Alfonsina no se hablaba en la escuela. Y cuando se hablaba se hablaba mal, con ribetes de culebrón mexicano de los años '70: la mujer con una vida difícil, la que tuvo un hijo de soltera y después de eso se suicidó. 

Casi como si una cosa fuera consecuencia de la otra.

Me llevó muchos años empezar a conocerla y saber que todo eso no era cierto. 

Descubrirla y amarla.

Conocer a Alfonsina fue amarla con pasión y admiración.

Porque Alfonsina no fue una mujer mansillada y triste sino todo lo contrario.

Irreverente, aguerrida, escandalosa.

Resulta que sí tuvo un hijo de soltera, porque así lo quiso, y lo quiso en una época en la que eso era un escándalo.

Decía Alfonsina. Dice, perdón, porque mientras viva la poesía, la poetisa no morirá.

Dice Alfonsina:

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
Suelta a tu canario que quiere volar…
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.

Alfonsina mujer libre.

Rechazar la jaula en aquellos años no era fácil. Hablar de Alfonsina y del feminismo hoy es una obviedad. Sin embargo no lo debió ser cuando escribió esa maravilla que es "Tú me quieres blanca":

Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

Su poesía, bella y melancólica en algunos momentos, irónica y divertida en otros, es un posicionamiento ante la vida.

Elegir cómo vivir, con quién vivir, cómo morir. 

Elegir.

A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero, se le subió a los ojos           
una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo esto mordiente, vencido, mutilado,
todo esto que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo.

Alfonsina le escribe a la vida, le canta a la vida y le canta al amor:

 Sálvame, amor, y con tus manos puras 
Trueca este fuego en límpidas dulzuras 
y haz de mis leños una rama verde.

 Y también a la sensualidad y al deseo, porque también supo reivindicar el deseo femenino, tan oculto y tan negado:

Desde mi asiento, inexpresiva espío,
sin mirar casi, su perfil de cobre.
¿Me siente acaso? ¿Sabe que está sobre su tenso cuello este deseo mío
de deslizar la mano suavemente
por el hombro potente?

Alfonsina vivía de su obra, publicaba en los periódicos y en las revistas de aquellos años, asistía a todos los encuentros de poesía, rodeada de hombres que la valoraban por su talento y por su inteligencia. Alfonsina era una mujer que provocaba y cuestionaba al tiempo y a la historia. 

Cierro los ojos y la imagino hoy, en algún encuentro feminista, con un pañuelo verde o violeta en el cuello, rodeada de otras, abrazada a otras. La imagino tal como en su poesía "¿Qué diría la gente?", con su pelo violeta y plateado, decorado con cintilos de flores, vestida con un peplo griego y recorriendo la plaza, recitando sus poesías.

Un día, y fue hace mucho, esta loba se animó y quebró con el rebaño. Más tarde fueron otras y otras y todas ellas marcaron un camino:

La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo.

Gracias hermosa Alfonsina.

La loba nunca más estará sola.






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