Carcoveando_recuerdos

 Todo esto pasó en una escuela llena de genta linda, buena y soñadora. Y con muchas ganas de construir caminos para acercarse a esos sueños.

Hacía pocas semanas que habíamos presentado Carcoveando en la escuela. El sum lleno de gente: docentes, familias, los chicos y un montón de invitados. Y Osvaldo Bayer, por supuesto, junto a su esposa. Fue una noche inolvidable.

Ahora se venía la Feria del Libro. Habíamos conseguido que una distribuidora colocara el libro en algunas librerías y lo tuviera en su estand. Nos pareció que era la situación perfecta para alquilar un micro y llevar a los chicos a la Feria, para que pudieran recorrer ese mundo habitado por libros.

Le avisamos a Osvaldo. Lo invitamos.

_ Por supuesto _nos dijo_ y yo voy a presentar el libro allí.

Estábamos felices y emocionadas, hasta que, claro, averiguamos lo que salía el alquiler de cualquiera de las salas para las presentaciones.

_ No podemos presentar el libro _le explicamos a nuestro querido Osvaldo Bayer_ no podemos pagar eso.

_ Eso no importa _Nos dijo_ yo lo voy a presentar igual, cómo sea.

Cómo sea.

Hombre testarudo.

Docentes testarudas.

Directora testaruda.

Secretaria testaruda.

Y los chicos... obvio, testarudos también.

Mi hermana entonces colaboró con su micrófono corbatero que con mucho esfuerzo se había comprado hacía poquito.

_ Mi primo tiene un equipo chiquito de sonido, le puedo pedir que nos lo preste _ dijo la secre.

Y nos lo prestó.

 Así que subimos a los chicos al micro y nos fuimos a la Feria, con el corbatero y el equipito en mano.

Cuando llegamos al estand ahí llegaba también Bayer, listo para el gran evento.

La verdad es que el estand era muy chiquito.

Y la verdad es que no tenía ningún lugar donde poner la mesa.

Pero nada es obstáculo cuando el deseo se convierte en decisión. Osvaldo Bayer quería presentar el libro en la feria y nosotros queríamos que así fuera.

Sólo era cuestión de encontrarle la vuelta.

Y sí, la encontramos.

Pusimos la mesita en el borde del stand, sobre la callecita dónde la gente trancita,  conectamos el micrófono corbatero al equipo y  así, ante la gente que pasaba, empezó la presentación.

Las personas se fueron acercando, de a poco, y cuando Bayer terminó de hablar una multitud aplaudía conmovida.

Los libros empezaron a venderse. El público quería la firma de los pequeños escritores. No había mucho lugar, así que, en fila, cada uno de los chicos convirtió la espalda del de adelante en escritorio improvisado. Toda una metáfora.

Carcoveando es un baúl lleno de recuerdos increíbles.

Todos los caminos que recorrimos con él fueron mágicos.

Fueron deseos concedidos.

Porque Carcoveando fue mucho, muchísimo más que un libro.

Fue la voz de los chicos y las chicas de una escuela humilde de un barrio pobre.

Fue la posibilidad de contar otra historia.

Fue la palabra amasada, acariciada y recuperada.

Fue, para quienes participamos de esta historia, la confirmación, la seguridad, la certeza, de que nuestros sueños y nuestros deseos son nuestros por derecho propio.







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