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Mostrando las entradas de marzo, 2023

Fotos viejas

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Un cuerpo sentado en el piso en una foto Un álbum de fotos viejas, fotos familiares de otro tiempo. Un álbum no es igual que mirar fotos sueltas. Un álbum se abre y se recorre. Hace mucho tiempo, alguien organizó el camino. Mamá, papá, jóvenes. Mi hermana y yo, pequeñas. campo, playa, fiestas. Sonrisas. ¿Qué emociones y recuerdos se mueven en este recorrido? ¿En qué lugares me detengo y por qué? Algo me cautiva. El cuerpo de mi mamá. Primera impresión: mi mamá sentada en el piso, en el pasto, mirándonos a nosotras, sus hijas. Fascinante. No tenía ningún recuerdo  de mi mamá sentada en el piso con nosotras. Para cuando empiezo a registrar en mi memoria, mi mamá evitaba sentarse en lugares muy bajos, de los que apenas podía levantarse y siempre con muchísima dificultad. El piso era el lugar en donde se caía, en donde su cuerpo se desplomaba cuando perdía el equilibrio. Pero el piso nunca era un lugar en el que eligiera estar. En la foto veo sus manos entrelazadas, rodeando sus rodillas m

Pesadilla

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Y de pronto te encontrás dentro de una película de ciencia ficción. Todo parece extraño y ajeno. Una pesadilla, eso debe ser.  Las calles están vacías y las pocas personas que cruzás tienen una especie de bozal de tela en la boca. Mientras mirás a tu alrededor sorprendida, te encontrás de frente con Dana, una compañera de trabajo. También está con la boca tapada pero la reconocés de inmediato por esa mirada inconfundible de perrita asustada. Te acercás a hablarle pero ella se aleja. Le preguntás qué pasa y se sorprende de que no sepas lo que ocurre. Cuando está a unos metros te empieza a contar. Al parecer un virus letal tiene paralizado al mundo desde hace casi un año. Las personas están encerradas y cuando salen tiene prohibido tocarse, abrazarse, besarse. Cualquiera de esas acciones puede provocar la muerte.  Qué locura. La pesadilla, porque no hay dudas de que esto es una pesadilla, continúa. Cada día aumentan las cifras del dolor. Al principio son nombres desconocidos pero lentame

Milenaria, un cuento de otro tiempo

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 Conté hace poco que últimamente ando revolviendo papeles viejos y recuerdos amarillentos.  Ando reencontrando emociones pasadas.  Como esta historia que hoy les comparto. Es un cuento y se llama "Milenaria". Lo escribí en el año '87, cuando tenía dieciséis años. Lo presenté en un concurso literario que organizó el centro de estudiantes de la escuela y gané el primer premio, un ejemplar del libro "Relatos de un náufrago", de Gabriel García Márquez. Aún lo conservo, dedicado y firmado por el jurado, dos o tres profesoras de literatura, una de ellas, Noemí Correia, muy querida por mí. Estuve muy orgullosa de haber escrito "Milenaria". Me gustaba mucho.  Me gustaba escribir. Después, con el tiempo, me volví más crítica y también más insegura. Después de los veinte años dejé de escribir por mucho tiempo. Me refiero al sentido más placentero y necesario de la palabra. Porque ciertamente trabajé con la escritura a lo largo de toda mi vida, como profesora de