Cuando los Orcos marchan

Julito

Cuando empecé a escribir estas historias de Orcos me acordé de Cortázar y de los Cronopios, obvio.

Si Cortázar hubiese escuchado hablar sobre los Orcos, seguramente los habría incluido en su libro, que quizás se hubiera llamado "Historias de Cronopios, de Orcos y de famas" o algo parecido.

Y si bien sabemos de su antiperonismo, estoy segura de que su corazón y sus palabras habrían estado de nuestro lado, del lado de los revoltosos.

Porque así somos.

Siempre Orcos y Orcas.

Nunca nunca, jamás oligorcos ni oligorcas.

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Marzo

Se fue marzo y ahí anduvieron los Orcos y las Orcas, abrazándose y conteniendo las lágrimas; o no conteniendo nada y llorando a mares.

Orcos abrazándose y llorando.

Orcos abrazándose y gritando. 

Orcos abrazándose y cantando.

Ocupando las calles con banderas y memoria.

Es que llega marzo y a los Orcos el corazón se les pone inquieto.

Porque saben que la memoria habita adormecida en cada uno de ellos y saben también que cada marzo despierta para acompañar la marcha.

Marchan las Orcas un día, con sus pañuelos verdes. Marchan y junto a ellas caminan todas las que ya no están. Somos nosotras y somos ellas, dicen.

Marchan las Orcas y los Orcos unos días después, convocando otra vez a la memoria, con las fotos de los que faltan y con sus nombres en las pancartas.

Marchan las Orcas mayores, las más sabias, las más lindas. Brujas de pañuelo blanco que exorcizan al olvido para que aparezca lo que los monstruos nos quitaron, para recuperar las risas, las voces, las historias.

Marchan los Orcos y las Orcas.

Ocupan las veredas y las plazas y las calles.

Las ausencias son pura presencia.

Marzo siempre se pone lindo.

Marzo es una fiesta.

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Silencio 

Mientras las calles se llenan de aparecidos, las personas de bien construyen silencio. 

Silencio en la radio, en la tele, en los hogares, en las conversaciones. 

Las personas de bien quisieran hacer un muro con el silencio para poder encerrar a todos esos Orcos revoltosos que entorpecen la libre circulación.

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Magia 

Las personas que gobiernan a las personas de bien dicen que no entienden cómo es posible. Cada año se juntan por los muertos dicen.

Qué morbo con los muertos, dicen.

Así son estos Orcos, dicen.

Hay una novela preciosa de Alejo Carpentier, El reino de este mundo, sobre el proceso revolucionario en Haití. En uno de sus capítulos, el líder de los esclavos, Mackandal, es apresado y, a modo de escarmiento, lo queman en una hoguera frente a todos los demás esclavos. Pero Mackandal es un gran brujo y sabe hacer magia. Así que, en medio de las llamas se transforma en pájaro y echa a volar. Los esclavos aplauden y celebran pero los hombres blancos que los esclavizan no pueden ver la magia, sólo pueden ver a un hombre quemándose vivo, entonces no comprenden a qué viene tanto festejo. Para ellos es la confirmación de que los esclavos no tienen alma. Para los esclavos, en cambio, es la confirmación de que ningún opresor puede robarles la libertad que llevan dentro.

La novela es de 1949. Más de setenta años han pasado y sin embargo la historia resulta conmovedoramente actual.

Ellos hoy dicen morbo.

No entienden de brujería ni de magia.

Son incapaces de ver que cada marzo bailamos cantamos y marchamos junto a todos nuestros aparecidos.

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Abril

Abril llega con otros dolores nuevos.

Los Orcos y las Orcas reciben telegramas, avisos, advertencias. 

Puertas cerradas, vallados y policías.

¿Qué hacer? ¿A dónde gritar?

Perder el trabajo es cosa seria.

Qué frase rara piensa el Orco. 

¿Cómo se pierde un trabajo?

¿Y si se perdió a dónde lo buscamos? ¿Quién lo tiene?

Yo no perdí nada, dice una Orca, yo no lo perdí, lo tenía conmigo y me lo robaron.

Se roban todo, hasta los trabajos. 

¿Y si nos cierran las puertas qué hacemos?

Entonces no nos queda más remedio que salir a las calles. 

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Transformación 

Resulta que una persona de bien está en su casa mirando la tele.

En la tele hablan sobre los Orcos que reclaman y qué asco y cómo ensucian y cómo gritan y así no dejan gobernar a un presidente de bien.

La persona de bien sólo mira los canales de bien y se siente muy tranquila porque en la tele los periodistas de bien dicen justo lo que él está pensando.

De pronto suena el timbre. La persona de bien va hacia la puerta y cuando la abre, el mundo cambia para siempre. 

Un telegrama. 

En la tele siguen los reclamos de los Orcos despedidos.

Despedidos, qué palabra rara piensa.

Despedido, echado, expulsado, arrojado.

Pura violencia siente.

Mira el telegrama varias veces y mientras los periodistas de bien hablan en la tele sobre los disturbios y otras yerbas, este Orco siente que los ojos se le ponen húmedos. 

Tan cortazariano que lastima.

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Ahí van

Los Orcos siguen saliendo a la calle.

No hay forma de disciplinarlos.

En cuanto asoman un poquito, ahí van todos, a gritar y a hacer vandalismo.

Los gobiernos de bien envíen a sus lacayos para que los saquen como sea, que los arranquen del asfalto, como a la hierba mala, pero no hay caso.

Se van pero vuelven.

Se multiplican.

Así fue siempre. Cuanto más esfuerzos hacen las personas de bien para eliminarlos más testarudos se ponen los Orcos. 

Vuelven a crecer una y mil veces.

Sólo es cuestión de tiempo.

Porque nada ni nadie puede contra el deseo que crece en el interior de las luchas colectivas.

Comentarios

  1. Ojalá pudiera ser más optimista. No es que no crea en los y las orcos. Mis dudas se refieren a si somos conscientes de que tenemos que construir lo nuevo

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    Respuestas
    1. También ese es mi temor, sino seguimos girando en círculos.

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  2. El que puso Genial no es anónimo, Soy Guillermo Contreras

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  3. Ay,Mi querida Clau....que hermoso escribis....tampoco soy anónima,soy Gladys García...

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  4. Quiero un mes ndo mejor. Aunque no sea el mundo que soñé. Quiero humanxs que no más felices aunque su felicidad no sea la que imagino. De lo que estoy segura, que esto no es

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