Perder
En medio de la calma de estas plácidas vacaciones caseras y de bajo presupuesto empiezo a reflexionar sobre un tema que me angustia desde lo personal y que a la vez nos está atravesando como sociedad.
Me refiero a la posibilidad de perder el trabajo.
Ser despedido.
Durante todo el primer año de ¿gestión? de este gobierno, más o menos estas fueron las noticias: se anunció el cierre de un hospital, se informó la depuración de un organismo público, una fábrica comunicó que cerraba sus puertas, una empresa disminuyó su personal. Todas son formas de decir lo mismo.
Echar, despedir, desalojar, expulsar. Verbos transitivos que requieren la existencia de un otro sobre el que se ejerce la acción. Dicho de otra manera: uno puede caminar, correr, cantar, en absoluta soledad. Pero para echar se requiere la existencia de un otro, se expulsa a un otro, se despide a un otro. Hay un sujeto que tiene el poder de ejercer la acción y hay otro que es el destinatario de dicha acción. En la estructura están claras las jerarquías, las asimetrías y las violencias.
Sacar a alguien de su lugar. Correrlo, empujarlo, tirarlo a la basura.
Desde el gobierno, desde los medios oficialistas, se plantea la necesidad de hacer recortes, de sanear.
Sacar lo que no sirve, lo que está mal ¿No es tremendo?
Y todo está justificado con la mentira del esfuerzo colectivo. Como si existiera un esfuerzo horizontal, como si no hubiera sujetos que sacrifican y sujetos sacrificados.
Digo todo esto porque a veces me sorprende la indiferencia, el desinterés e incluso la alegría con que se reciben las noticias de los despidos.
Gastos innecesarios, dicen, excesos.
¿A dónde se envía ese supuesto ahorro?
¿Acaso cada ciudadano de bien recibirá una compensación por ese dinero que como sociedad suponen que se está ahorrando?Parece una obviedad, pero se me hace necesario decir que en los títulos de cada una de estas noticias hay personas, con proyectos que quedan suspendidos, con historias coartadas, con necesidades sin resolver.
Es imposible pensar un país mejor cuando se celebra el dolor ajeno.
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Cuando una persona pierde su empleo, queda en un estado de absoluta fragilidad.
Económica obvio, pero también anímica, emocional, psicológica.
Es difícil en este mundo utilitario, sentir que estás afuera.
Por viejo, por joven, por falta de experiencia, por falta de herramientas.
Ante la pérdida de trabajo estamos vulnerables.
Las cuentas se acumulan, las deudas crecen.
Y no podés resolver.
Y sentís que no servís.
Al sistema, a tu familia, a vos mismo.
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Cada tanto pienso en mi viejo cuando se quedó sin laburo.
Fueron los '90, algo muy parecido a lo de ahora. Y era él, y sus carencias y sus miedos.
Tarde varios años en entenderlo.
Para mi viejo dejar de ser proveedor fue terrible. Todos los atributos de la masculinidad empezaban y terminaban allí.
Pedir plata prestada, depender de otros.
No saber cómo pedir ayuda, el dolor de no recibirla.
Perder amigos, perder los lazos solidarios.
Me viene a la cabeza la imagen de un astronauta expulsado de su nave, con algo de oxígeno para sobrevivir un tiempo, flotando en la nada misma y en completa soledad.
A veces me duele pensarlo tan frágil, tan solo en esa angustia no compartida.
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Muchas veces viví esos momentos de incertidumbre. Con un miedo propio y uno heredado.
Cierto es que según el momento, las responsabilidades y las necesidades pueden ser muy distintas.
En aquellos años necesitaba poco. Vivía con mis viejos y cuando tenía trabajo aportaba en mi casa y con el resto resolvía para estudiar y estar fuera de casa.
Los problemas eran otros, claro.
Los trabajos que conseguía eran precarizados, mal pagos y de corta duración.
Por suerte la docencia, después de muchos años, me dio la posibilidad de cierta estabilidad laboral, tan necesaria para armar proyectos y construir una vida.
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Armar, construir, crear. Son verbos también. Son opuestos a los otros. También son transitivos. Armamos algo, construimos algo, creamos algo. Podemos hacerlo solos o con alguien.
Ahí va la diferencia. Fijate en la preposición.
Se echa "a" alguien.
Se construye "con" alguien.
Mientras la primera indica quién ejerce la acción sobre otro, la segunda marca una simetría, una paridad.
El problema es que en las noticias y en los informes del gobierno no están estos verbos.
Qué tristeza.
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La máquina funciona. Lo que no sirve, se tira. Así se construye un mundo capitalista.
El sueño meritocrático tarde o temprano lo compramos todos. Compramos la promesa del éxito a cambio del esfuerzo personal.
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A veces parece que el desempleado debe demostrar que es un buen desempleado.
En principio, si proviene de un organismo público ya es sospechoso. Un mantenido, un vago, entre otros adjetivos. Hierba mala que hay que arrancar de raíz.
Además, durante todo el período en el que esté desocupado, probablemente recibirá consejos no pedidos, ideas para emprendimientos propios, retos y llamadas de atención por como actúa.
Porque un buen desempleado debe buscar y tratar de conseguir cualquier trabajo, el que sea. No está en condiciones de elegir. Si se le ofrece un trabajo mal pago, o con malas condiciones, debe sonreír y aceptarlo. No importa si quién lo ofrece nunca estaría dispuesto a realizar ese trabajo.
Es bueno tener dignidad pero no exageremos.
Lo que quiero decir con todo esto es que una persona que está sin trabajo, además está en un estado de vulnerabilidad enorme.
Seguramente siente que se equivocó, que hizo todo mal. Seguramente piensa a cada rato en cómo salir del lugar en el que está.
Seguramente se siente como un astronauta expulsado de la nave, sin oxígeno y sin rumbo.
Esto también es el resultado de un primer año de gobierno.
Aunque para muchos sólo sean daños colaterales.
A veces es tan necesario recuperar la empatía.
Lo comparto Claudia. También con mucha, pero mucha tristeza. Abrazo apretado❤
ResponderBorrarSí, así estamos. Abrazo para vos también!
BorrarComo siempre tan acertada... abrazo muy fuerte🫂
ResponderBorrarAbrazo!
BorrarMe desperté pensando en esto, las y los jóvenes que votaron esta política, que ganaron? Que perdieron? Están igual? Y el país, que ganó y que perdió? La salud mental sigue siendo la clave para una salud social, económica y política. Comprender que mi actitud si modifica al otro/a. Te mando un abrazo. Gracias por escribir sobre el sentir.
ResponderBorrarQué interesantes todas estas reflexiones. La salud mental es la clave. Muy bueno. Abrazo y gracias!
BorrarLa tristeza invade a todos los que tenemos empatía en el mundo entero, ya que ésto está sucediendo a orden mundial.
ResponderBorrarTal vez , deberíamos convocar un " espectro patronus" para alejarla, si fuera este un mundo mágico. Más no lo es. Y esperamos con una Fē increíble, que un milagro suceda, los que somos creyentes en un Dios o en la justicia del Universo
Qué bueno lo de Especto Patronum! Yo creo que eso somos cuando estamos todos en la calle.
BorrarYo siento una hiperresponsabilidad por las cuidadoras de mi mamá. Situación x ma q nunca pase, de administración de un bien a favor de otros. Y me desvela q estén mejor. Nada, me llamó a este opuesto la excelente nota. Aunque un hogar no es un país. Hablo más desde los sentimientos. Abrazo
ResponderBorrarPero un país está construido por miles de hogares. Ojatodos fueran así de empaticos!
BorrarLos que pasamos los 90 sabemos que el desempleo termina en la precarización del empleo. Te vas a encontrar a gente calificada en puestos descartables y ofreciendo una perdida de sus exigencias de ingresos por el.solo hecho de ser empleable. Hoy creo que se agrava el escenario porq el rango etéreo de 30 a 40 a diferencia de aquella época no acumuló años en un solo empleo y muchos de ellos no son proveedores más que de ellos mismos. La misma.situación dd los noventa nos encuentran en otra sociedad , un tejido más individualista , más consumista ,y apático .
ResponderBorrarY no es responsabilidad de los jóvenes el triunfo de esta política, es responsabilidad también de adultos sin memoria.
Sí, es cierto. Los pibes hoy tienen asumido el trabajo precarizado. A muchos se lo venden como la posibilidad de cambiar y no estar atado. Es muy triste.
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