Los lápices ayer y hoy

"Que nos digan a dónde han escondido las flores
que aromaron las calles persiguiendo un destino,
dónde se han ido."

                       Víctor Heredia

Era el año 1984 cuando empecé a transitar la escuela secundaria.

La democracia, igual que mi adolescencia, se encendía por todas partes como una feliz novedad.

Nueva, potente, apasionada, luminosa.

Mi adolescencia, igual que la democracia.

Tenía 12 años y Raúl Alfonsín comenzaba su mandato como el primer presidente constitucional.

Para esa época también empecé a militar en la Fede, la Juventud Comunista y en el flamante Centro de Estudiantes de la escuela.

Por ley, las autoridades de las escuelas debían colaborar en su creación, permitiendo las votaciones en las aulas, las horas de reunión, los espacios de encuentro.

Éramos adolescentes y hablábamos de política, discutíamos, reclamábamos, íbamos a marchas, organizábamos actividades, publicábamos revistas.

En varias ocasiones nos enfrentamos a las autoridades. Y defendíamos nuestras posiciones con la mismísima pasión con la que nos enamorábamos. Porque para esa época me enamoraba bastante seguido, siempre de algún chico de morral y pelo largo que no me daba ni la hora.

Eran tiempos de reconstrucción. Y aunque no sabíamos mucho acerca del pasado reciente empezábamos a escuchar, a ver, a enterarnos.

Me costaba entender los temores de mis viejos que nos pedían cautela, discreción.

Fue por aquellos años que empezamos a saber qué fue La noche de los lápices. Un libro, una película. 
Y así supimos de esos pibes, también adolescentes, que un día, no hacía tanto, habían sido secuestrados.
Era un legado.
Esos pibes podrían haber sido hermanos mayores, primos, familia.
Estaban tan cerca.
Supimos de las torturas, las violaciones que sufrieron.
Supimos que sólo uno de ellos, Pablo, fue liberado.

Torturas y violaciones de un aparato de poder, entiéndase. Jueces, militares, policìas, funcionarios políticos, justificaban el horror.

Comenzaba el juicio a los militares y en la biblioteca de mi casa el libro Nunca más llegó para ocupar su espacio.

Nunca más.

Cada 16 de septiembre los estudiantes llenábamos la escuela de siluetas y de nombres.
Para no olvidarlos, para no olvidarnos.
Cada 16 de septiembre marchábamos.
Y sus nombres eran nuestras banderas.

Así éramos.
Así fuimos.
Y así somos.

Hoy más que nunca.
En estos días de amnesias y de amnesicos, en estos días en los que las verdades se volvieron relativas, en estos días que muchos intentan suavizar el horror e igualar las responsabilidades. 

En estos días repetimos que Nunca más.

Y que no olvidaremos.
Y no perdonaremos.
Porque la sangre derramada jamás será negociada y hoy más que nunca será nuestra bandera de lucha.

Claudio de Acha, 
María Clara Ciocchini
María Claudia Falcone,
Francisco López Muntaner, 
Daniel A. Racero 
Horacio Ungaro

Presentes!
Ahora y siempre!!!



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