Sting y la piba que fui

Estoy sentada esperando que el recital empiece. Todavía falta un rato así que abro mi celular y empiezo a dar vuelta por las redes. Y ahí llega esa primera emoción. La foto de Charly, de mi Charly, junto a Sting. Qué pelotuda! Ya estoy lagrimeando! Menos mal que no me pinte los ojos. Así arranca esta fiesta. Bueno, en realidad empezó antes, mucho antes. Semanas, meses. Empezó el día en el que me enteré que iba a volver a tocar en Buenos Aires; cuando empecé a contar los días que faltaban para que se abriera la venta de entradas. Y siguió precisamente cuando entré al sitio de internet para comprar la entrada. Primero la espera, "usted es el número veinte en la fila, aguarde por favor", y después esa carrera contra reloj desesperada, la locura de precios desorbitantes y de localidades casi agotadas en minutos y un reloj que me avisaba que debía decidirme rápido porque sino perdería mi lugar en la fila. Ahí estaban los asientos disponibles; de pronto, en menos...