Sting y la piba que fui
Estoy sentada esperando que el recital empiece. Todavía falta un rato así que abro mi celular y empiezo a dar vuelta por las redes. Y ahí llega esa primera emoción. La foto de Charly, de mi Charly, junto a Sting. Qué pelotuda! Ya estoy lagrimeando! Menos mal que no me pinte los ojos.
Así arranca esta fiesta. Bueno, en realidad empezó antes, mucho antes. Semanas, meses.
Empezó el día en el que me enteré que iba a volver a tocar en Buenos Aires; cuando empecé a contar los días que faltaban para que se abriera la venta de entradas.
Y siguió precisamente cuando entré al sitio de internet para comprar la entrada. Primero la espera, "usted es el número veinte en la fila, aguarde por favor", y después esa carrera contra reloj desesperada, la locura de precios desorbitantes y de localidades casi agotadas en minutos y un reloj que me avisaba que debía decidirme rápido porque sino perdería mi lugar en la fila. Ahí estaban los asientos disponibles; de pronto, en menos de diez minutos, apenas quedaban un par de asientos sueltos, carísimos ¿Y si no iba? ¿Y si esta vez no iba? Adrenalina, un subidón, click, ma' sí, yo saco y listo, ya está.
Saqué una entrada.
Así comenzó todo.
Y después empecé a contar los días.
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A Sting lo vi en vivo cuatro veces. Esta va a ser la quinta.
La primera vez fue en River, en 1987. Primer recital internacional multitudinario. Fui con mi primer novio. Había tanta seguridad en las inmediaciones de River que, paradójicamente, o no tanto, daba miedo. Yo creo que fue ese recital el que cambió mi vida para siempre. Todo el amor, la locura, la ilusión de la espera, el corazón latiendo fuerte. Todo empezó ahí.
Al año siguiente volví a verlo en Amnesty International, junto a otros grandes. Aquel concierto cerraba una gira mundial y sería televisado en todo el mundo. Según había trascendido, fue idea de Sting cerrar en Buenos, tan fascinado había quedado con este público el año anterior.
Después tocó otras dos veces y no fui a verlo. En una ocasión, la segunda, porque estaba de vacaciones, ya había sacado los pasajes cuando me enteré y no hubo nada que hacer. Pero la otra ay, tenía veinticuatro años, mi pareja de entonces estaba en una situación económica desastrosa y yo sentí que estaba mal ir sin él. Todavía me arrepiento.
Desde entonces me prometí no volver a hacer nunca más sacrificios estúpidos, al menos de manera consciente.
Volví a verlo en el 2007, cuando se reunió The Police y en 2017 en el hipódromo de Palermo.
Y esta vez. A lo mejor por ser la última que recuerdo, quizás porque sintetiza todo lo anterior, no lo sé, pero tuvo, tiene, una carga especial. Una belleza, un reencuentro conmigo, con mi historia, con mi recorrido en este mundo.
Tenía que ir. Necesitaba alimentar a la piba que fui.
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Estoy sola, solísima. Sentada en mi butaca. Esperando.
Estoy segura de que hace algunos años no me hubiese atrevido a ir sola a un recital. Pero ahora estoy feliz. Ventajas que trae el paso de los años.
Ahora que soy una chica grande, así me gusta pensarme, hay tantas cosas que dejaron de preocuparme.
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En cuanto se apagan las luces suben al escenario los músicos y el público empieza a aplaudir. El último en entrar es Sting y suenan los primeros acordes. Todos la reconocemos de inmediato y lo hacemos saber con gritos y aplausos. Mensaje en una botella, qué loco pienso, es la misma canción con la que cerró el recital en 1987. El estadio explota. Todos cantamos.Es tan impresionante lo que pasa con la música. No voy a decir nada nuevo y lo sé, pero me sigue pareciendo una maravilla. Mientras la ciencia sigue explicando porque los viajes en el tiempo son imposibles, mientras la literatura de ciencia ficción sigue proponiendo viajes imaginarios, la música crea puentes por los que vamos y venimos.
Tengo dieciséis años y estoy con mi primer novio en River, es el 11 de noviembre de 1987. Estoy viendo a Sting en vivo y por primera vez soy parte de un concierto multitudinario. El corazón me late rápido. Estoy conmovida. Los diarios escribirán al día siguiente que fueron sesenta y cinco mil gargantas cantando al unísono.
No conozco todas las canciones. Mi novio, que sabe mucho de música, me hizo conocer a The Police, ese trío increíble, y a su cantante, Sting, que hace tiempo comenzó una carrera solista. Su música me fascina.Vuelvo al presente con todas las sensaciones del pasado. Ahora está sonando Un inglés en Nueva York del disco "Nothing like the sun", y la coreamos todos "Ooooh Ooooh" canta Sting y le respondemos todos en el idioma de la música.
Las canciones de ese disco sí me las sabía todas. "Nothing like the sun". Sting había sido profe de literatura y eso se notaba. De hecho el título del disco estaba tomado de un poema de Shakespeare. Y sí, me sabía toda su historia.
Unos meses antes del recital me había comprado el casete y no paraba de escucharlo de un lado y del otro, de un lado y del otro. También había armado una carpeta de recortes, con noticias e información. Todavía la tengo. Me consta que en mi casa ya estaban todos hartos de escucharme hablar del rubio.
Después vienen otras canciones. De las más nuevas no sé los nombres pero las conozco de escucharlas en la radio. Las dos pibitas que están sentadas al lado mío las conocen bien, qué bueno.
Pero las de The Police, esas las grito y las bailo y las aplaudo y mientras canto otra vez tengo dieciséis y siente el mismo asombro, la misma emoción que se asoma en los ojos.
A los primeros acordes mi mente rápidamente busca en la memoria emotiva y salen los nombres: "Espíritus en el mundo de la materia", "No te pares tan cerca de mí". Me acuerdo de un amigo que se ríe porque cómo voy a decir los nombres en castellano. Los nombres se pronuncian en su idioma original. Tiene razón. Él es mucho más joven que yo y no entiende de discos y casetes con los nombres en castellano.
En fin, bailo, canto, me río, grito, aplaudo. Cierro los ojos para escuchar mejor. Esas cosas. Es sorprendente, el tiempo pasó y la voz de este tipo sigue siendo perfecta.
De a ratos filmo un poquito. Quiero dejar registro de este momento mágico. Pero mi cámara es pésima. Decido entonces que voy a escribir.
Ahora llega "Sinchronicity II", esta si te la digo en inglés, como la conocí. Qué polenta tiene. Qué lindo es. Yo estaba perdidamente enamorada de él. Tenía mi habitación empapelada de posters con su cara. Veinte años mayor era, lo había leído en alguna revista. Treinta y seis tenía. Yo soñaba con él.
"Cada vez que respiras". Esta también la canto con mi triste inglés cocoliche, "beyby, beyby pliiiiiiiiiiiiiiiiiis". Alguna vez leí en una entrevista que Sting decía que aunque parecía una canción de amor, la letra era la de un enfermo obsesivo. Decía que escribió "Todo lo que ella hace es mágico" como una cura, como un exorcismo. También la cantó y también la canté yo.
Se va acercando el final. Salen y vuelven a entrar. Suena "Roxanne", qué locura hermosa.
Así pasan las casi dos horas de este recitalazo. Con un sonido que me envuelve y una voz que me estremece. Voy y vuelvo tantas veces que no puedo contarlas. La mente permite esos juegos. Como en el Aleph de Borges, las imágenes llegan en fracciones de segundos, se superponen, veloces; ocurre que la palabra, tal como explica el autor, es lineal, consecutiva, y precisa otros tiempos.
Y llega el final. Sólo él con una guitarra acústica y nosotros. Y empieza a sonar "Frágil". La letra de la canción habla precisamente de la fragilidad humana y cuestiona la destrucción y el dolor que produce la violencia sobre los cuerpos. Originalmente fue un homenaje a Ben Linder, un hombre que fue asesinado por los contrarrevolucionarios en Nicaragua. De todas formas, como sucede con la poesía, la canción fue tomando nuevas representaciones a lo largo del tiempo.
Me gustaba tanto esa canción. Me gustaba su poesía. Conocía bien la letra porque estaba impresa en la hojita desplegable del casete. Me acuerdo que después de escucharla había escrito un cuento que empezaba con una frase de la canción: "La lluvia seguirá cayendo como lágrimas de una estrella, la lluvia una y otra vez dirá que frágiles somos".
Porque Sting era lindo, cantaba bien, escribía bien y además, como decía mi mamá, "pensaba bien". Por aquellos años su participación en actividades de derechos humanos era importante. A mí eso me parecía que completaba los requisitos del hombre perfecto.
Me viene el recuerdo del recital de Amnesty, un año después. Fue un recital larguísimo. Primero tocaron los dos locales, León y Charly, después Youssou N'Dour y la maravillosa Tracy Chapman que, ahora que lo pienso, fue la única mujer en el escenario, excepto por las coristas claro. La recuerdo parada solita en el escenario con su voz enorme. Finalmente, Bruce Sprengteen, Peter Gabriel y Sting.
Vuelvo otra vez al presente. Sigue cantando "Frágil" y en medio de la canción la realidad atraviesa el concierto cuando alguien grita: "Treinta mil compañeros desaparecidos presentes", y hay aplausos. Yo soy medio boba y se me escapan las lágrimas. Es que en estos tiempos estas demostraciones tienen tanto valor. Me pregunto si habrá algún facho incómodo en el estadio. Personalmente creo que es una contradicción. No se puede ser facho si te gusta Sting. Pienso, de todos modos, que habrá más de un distraído, alguno que fue "sólo por la música". Si se ponen muy severos, se quedan sin arte.
Ahora otra vez estoy en River, en el '87 y empieza a sonar "Ellas danzan solas", la canción que escribió para las madres de desaparecidos en Chile. La canta en español, un poco atravesado pero se entiende. Yo creo que no cabe más emoción en mi corazón cuando veo, vemos, que invita a subir al escenario a las madres de la plaza de Mayo, nuestras madres de pañuelos blancos, tomadas de las manos, y creo que desde que empezó la democracia, hace apenas cuatro años, es la primera vez que ocurre algo así. Casi al final Sting invita a bailar a una madre y después a otra y a otra, toda una galantería. Un año después, en Amnesty International, volverá a repetir el mismo gesto.
Vuelvo. El recital termina y todos aplaudimos y gritamos "genio!" y "Oleee oleee oleee, Sting Sting".
Me voy feliz y conmovida.
El arte siempre está de nuestro lado.
asi como vos derramaste lágrimas en el concierto, yo tengo los ojos llenos de lágrimas de leerlo Besos
ResponderBorrarQué lindo poder transmitir las emociones! Gracias!
Borraruffff,me imagine todo,Clau,,,,sentí tu emoción y mi emoción,,,,,,hermoso!!!!!!
ResponderBorrar❤️❤️❤️
BorrarQué bueno qué fuiste! Qué lindo que te encontraste con la Clau de todas esas veces! Que felicidad que busques la felicidad y que la encuentres como esta vez!
ResponderBorrarEs que la música es mágica!
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