Fragilidades

"On and on the rain will fall
Like tears from the star, like tears from the star.
On and on the rain will say
How fragile we are, how fragile we are."
                                                Sting

Hace pocos días una amiga tuvo un accidente fulero. De esos que no ponen en riesgo la vida pero que dejan su huella en el cuerpo.

Fue un accidente inexplicables, tonto. Esa clase de accidentes que suceden en medio de una situación cotidiana y que de un momento a otro trastocan nuestras vidas para siempre.

Un paso mal dado, una acción fuera de tiempo, una falta de atención y ya está.

A veces ni siquiera tenemos tiempo para poder entender cómo sucedió.

Somos frágiles.
Podemos rompernos, podemos desarmarnos.
Podemos morirnos.

Con el paso del tiempo, con los años, empecé a tomar conciencia de la tremenda vulnerabilidad a la que día a día están expuestos nuestros cuerpos.

Es una información que creo haber adquirido paulatinamente, ya de adulta.

Sinceramente, no recuerdo haber sentido algo parecido cuando era chica.

Cuando era chica, trepar, caer, empujarnos, lastimarnos, era parte de lo cotidiano. Las lastimaduras se curaban, la piel se regeneraba. 

Sé que para muchas otras personas, este aprendizaje empieza antes, a veces demasiado pronto. 

No fue mi caso, eso seguro. A los diez años disfrutaba muchísimo de salir a andar en patines con mis amigas. Había aprendido de manera algo rústica, digamos. No me acuerdo de algún lugar donde enseñaran patín en esos tiempos. Así que aprendí en la calle, mirando que no pasara ningún auto, a los porrazos. Me caía, me levantaba y volvía a intentar. Me gustaba la velocidad, el viento en la cara.

Muchos años después, de grande, quise recuperar esas emociones y durante unos meses fui a un par de clases de patín para adultos. Al principio tuve miedo, me costó hacer equilibrio, hasta que de a poco el cuerpo empezó a recordar. Una vuelta, dos, tres, otra más. Un poco más de velocidad. 
Pero me caí, de rodillas me caí, vaya metáfora de la derrota. Caí de rodillas y durante meses el dolor me acompañó día y noche. 
Dolor de algo roto.
El dolor y un ruido como de arena. Tuve que ir al traumatólogo y a varias sesiones de kinesiología. El dolor no era insoportable pero sí constante, y me recordaba que los patines y yo ya no podíamos estar juntos.

El dolor me advertía que mi cuerpo era una cajita frágil. 
No es que antes no lo fuera. Pero antes no me preocupaba.

Ahora, en cambio, es un hecho presente. Controles médicos, cuidados. Tengo plena conciencia de la fragilidad de mi cuerpo.
Ya me caí un par de veces con tacos y plataformas y por eso ahora, desde hace un par de años, tomé la decisión de usar calzados cómodos y más seguros para salir a la calle. No quiero caerme y no quiero romperme.

Aunque sé que puede pasarme en cualquier momento, cuando menos lo espere.

Nuestros cuerpos transitan cada día espacios que no los toman en cuenta, que los invisibilizan, que los silencian.



Cuerpos despreciados, exigidos, desechados.

Empecé a escribir este texto hace unos días, justo cuando se cumplía un nuevo aniversario del asesinato de Sandra y de Rubén.
Esa mañana en la que ambos fueron a prender una estufa para dar calor a los cuerpos de los chicos y sus propios cuerpos volaron en pedazos.

Siempre pienso que podría haber sido yo o cualquiera de mis compañeras, en cualquiera de las escuelas en las que trabajé, en cualquier momento. 

No fue un accidente, por supuesto, fue el resultado de una serie de decisiones políticas. 

Nadie cuida nuestros cuerpos.

No entra en este post todo lo que el sistema político le hace a nuestros cuerpos.

Pesticidas, agrotóxicos, escuelas fumigadas.
Sistemas de salud precarizados.
Sobrecarga laboral, explotación.

Creo que la mayor victoria del capitalismo es haber logrado invisibilizarnos en el silencio individual. Tan callados, tan sumisos. 

Cuerpos quietos.

Quizá por eso, a veces, cuando podemos nos apretujamos, nos acuerpamos. 
Armamos cooperativas, nos asociamos.
Marchamos.
Juntamos nuestros cuerpos y ahí nos ven.
No les queda otra.
Nos revelamos, y nos rebelamos.

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Comentarios

  1. hay clau , tal cual ...."el cuerpo empezó a recordar", ese recuerdo hace que a veces nuestros cuerpos se paralicen por miedo a volver a romperse y en mi caso a volver a internarme , es asi nuestros cuerpos son fragiles , y me angustia saber que aulgunos medicos lo saben y sin embargo nos siguen empastillando , pero ese dolor continua y continua , quizas habra que cambiar de habitos y a veces de medicos . besos enormes

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    1. Sí, cuidarnos y no dejar de hacer. La relación con los médicos a veces es tortuosa. Da para un posteo completo. Abrazo!!!

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