Eternamente


Tenía dieciséis años cuando el mundo era eterno.
Tenía dieciséis años y un hambre de amor voraz, desesperado.
Allá, en el fondo del aula, mi amiga y yo, jugábamos a ser rebeldes por un rato.
Mientras la clase continuaba, sentadas sobre el respaldo de nuestras sillas, cantábamos. 
Eso hacíamos, cantábamos. 

Esto no puede ser no más que una canción
Quisiera fuera una declaración de amor
Romántica sin reparar en formas tales
Que ponga un freno a lo que siento ahora a raudales.
Mi amiga cantaba bellamente y yo desentonando.
Nos mirábamos y sonreíamos cómplices.
Si me faltaras no voy a morirmeSi he de morir quiero que sea contigo
Mi soledad se siente acompañada
Por eso a veces sé que necesito
Tu mano
Tu mano
Eternamente tu mano.
Desde el frente el profesor nos  clavaba una mirada severa.
"Después no se quejen", nos advertía, y eso nos daba más risa. No nos quejábamos.

Cuando te vi sabía que era cierto
Este temor de hallarme descubierto
Tú me desnudas con siete razones
Me abres el pecho siempre que me colmas
De amores
De amores
Eternamente de amores.

Canciones de amor. 
Canciones al amor.

Si alguna vez me siento derrotado
Renuncio a ver el sol cada mañana
Rezando el credo que me has enseñado
Miro a tu cara y digo en la ventana
Yolanda
Yolanda
Eternamente, Yolanda.

Cada palabra, cada frase, cada melodía estaba dedicada a alguien.

Yolanda era este o aquel o aquel otro.

Yolanda éramos nosotras, soñando que alguien pudiese algún día dedicarnos ese amor puesto en poesía.

¿Cómo puede una canción de amor desafiar al paso del tiempo?

¿Cómo puede una canción de amor vencer todo sesgo de amor romántico? ¿Cómo puede construirse desde la pura ternura?

¿Cómo es posible que aún hoy la adolescente que fui se conmueva?

¿Cómo es posible?

Esto es más que una canción de amor.

Eternamente, Pablo.

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