Día Internacional contra la violencia hacia las mujeres

 

Tiempos extraños y desoladores estos que andamos transitando. De pronto, todas nuestras conquistas, nuestros derechos, están en tela de juicio. De pronto todo lo obvio se vuelve discutible.

 Hace muy pocos días, en la asamblea de la ONU, Argentina fue el único país que votó contra una resolución para la erradicación de la violencia de género. El único país. Qué vergüenza y qué dolor. 

 Y en este difícil contexto se conmemoró ayer, una vez más, el día internacional contra la violencia hacia las mujeres. 

 Así que ahí vamos nuevamente. 

 Los cuestionamientos:

¿Por qué hablamos de violencia hacia las mujeres y no decimos nada de la violencia que sufren los hombres? ¿Por qué no nos referimos a la violencia más allá del género? Estos son algunos de los cuestionamientos que la gente de bien nos hace a nosotras, las feministas, Orcas empoderadas.

 Por supuesto, es verdad, violencia hay en todas partes, la violencia la sufrimos todos, el mundo está cada día más violento.

 Hay una violencia generalizada y eso no está en discusión. 

 El problema es cuando se utilizan estas premisas para invalidar nuestros reclamos. 

 Digo, pensémoslo desde el terreno de lo discursivo: ante el enunciado de una problemática específica nos responden, en contraposición, con un enunciado generalizador. 

 Esto sería así: si todos sufrimos violencia entonces todos somos responsables, y si todos somos responsables no hay nadie que, específicamente, sea responsable.

El reclamo se disuelve y queda invisibilizado, una vez más, en un todos muy parecido a un ninguno. 

Entonces, digamos una vez más, y todas las veces que haga falta, que existen formas de violencia muy específicas que tienen como destino los cuerpos y las mentes de las mujeres. 

"No es cierto", nos discuten acaloradamente. Y cuentan como ejemplo el caso de una mujer que es violenta con el marido o con los hijos. El caso sirve como evidencia contundente. "Es de los dos lados", nos dicen.

 Es increíble discutir todavía en estos términos. 

 Es increíble cuando hay registros que dan cuenta de los números detrás de estas violencias. Y es tan claro, en las estadísticas que se acumulan, en las noticias de cada día.

 Pero, si no querés creer en lo que dicen los datos porque creés que pueden ser manipulados; o no confiás en los medios de comunicación, porque pueden responder a intereses específicos, fijate en la realidad que te rodea. 

 Fijate.

 ¿Conociste a algún vecino, de un amigo, o quizás de un compañero de trabajo que haya sido asesinado por su ex pareja? ¿Supiste de algún varón cercano que haya sido golpeado, lastimado por su pareja? ¿De cuántos hombres supiste que hayan sufrido alguna vez un abuso o una violación? ¿Te pasó, a vos, tener miedo de que una mujer te siga por la calle? 

 Estas son sólo algunas preguntas. Puedo seguir eh, porque la lista de violencias que sufrimos desde chicas es tan extensa que atraviesa todo nuestro universo. En los trabajos, en la vía pública. 

 Cualquiera de nosotras puede contar historias cercanas, o personales, que confirman que sí, que estas cosas nos pasan a las mujeres.

 La compañera de la trabajo que esconde sus moretones, la piba de la escuela que fue asesinada por su ex novio, la amiga que fue abusada de chica. Todas conocemos historias, todas vivimos historias.

 Plantear la generalización de la violencia es la forma de no hacerse responsables, una vez más; es patear la pelota fuera de la cancha. 

 Y después llega el remate, porque no alcanza con deslegitimar el reclamo, también hay que desacreditar a quién reclama. Nos tratan de violentas a nosotras, nos acusan de mentirosas, de exageradas.

 En definitiva, esta es otra forma de ejercer la violencia. 

 

 Por eso salir a contar lo que nos sucede, lo que nos sucedió, es una forma de romper esos discursos. Nuestros heridas, nuestros miedos, nuestras precauciones, no son experiencias privadas, no son caprichos, no son mambos. 

Empezamos a hablar y vamos a seguir. 

Siempre me acuerdo de aquella noche en la que Thelma Fardin junto a Actrices Argentinas hizo una denuncia pública. Fue muy emocionante y después de escucharla las redes se llenaron de "Mirá cómo nos ponemos", una transformación de la archimachista frase "mirá como me ponés" que responsabiliza a la víctima de lo que hace el abusador.

Esa noche particularmente, y durante varios días, las redes explotaron de historias. Historias chiquitas o enormes, guardadas, escondidas, vergonzosas, temibles, impronunciables.

¿Entonces podíamos contar?

Parece mentira, porque fue apenas hace seis años y hoy nuevamente se nos cuestiona. Dicen que nos victimizamos, que mentimos, que queremos sacar beneficios. 

Algo que recuerdo de aquellos días es la sorpresa de muchos amigos, familiares. No sabían, no imaginaban. Hasta qué punto hemos crecido en mundos tan diferentes? ¿Andamos igual por la vida cuando llevamos cicatrices diferentes?

En aquellos días del "Mirá como nos ponemos" no me animé a contar. Todavía no podía. Logré escribirlo varios años después, y en estos días convertí un fragmento de ese texto en un audio que ahora les quiero compartir.

Porque ya no naturalizamos la violencia, no nos callamos más.

Abrazos!

Acá les dejo el audio que grabé:

 Tocá aquí para ver el video


Comentarios

  1. Gracias por compartir una vez más tus sentires. Me conmovió mucho tu relato.

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  2. Muchas y muchos no logran dimensionar la violencia, en muchos casos se naturaliza y nos perdemos en ella. Gracias Clau.

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