De la naranja mecánica y los presos de Suárez (este texto contiene spoilers)


¿Leíste La naranja mecánica? Yo la leí de adolescente y me voló la cabeza.
Ambientada en un futuro no establecido, la novela cuenta la historia de Alex, un joven que  forma parte de un grupo de adolescentes sin más propósitos en la vida que delinquir, violar y despreciar la vida ajena. 
La vida de Alex cambia después de un robo, seguido de violación y  asesinato. El chico es apresado y muy maltratado en la cárcel. Pero un día le proponen regresar al mundo libre a cambio de su participación en un experimento que inhibirá sus deseos malvados. Alex acepta, desesperado por recuperar su libertad, aunque claro, aquí comienza la discusión filosófica acerca de cuán libre puede ser una persona que es forzada a actuar de una determinada manera.

Por esos años una de las cosas que más me impactó fue que antes de salir a hacer maldades el pibe se cargaba de energía escuchando la novena sinfonía de Beethoven. Ni rock pesado, ni punk. Música clásica. Una maravilla la descripción de las sensaciones que la música le transmitía.
  
Algunas otras cuestiones de carácter más filosófico las fui entendiendo con el tiempo, aunque todavía me hago preguntas.

Una de ellas se refiere al libre albedrío. La novela propone que nadie puede ser obligado a ser bondadoso. El bien no puede obtenerse por medio de la violencia y la represión. Me quedo pensando, por mi parte, si realmente todos tenemos la posibilidad de elegir. Si es lo mismo crecer con carencias afectivas y económicas, qué tener una infancia y juventud saludable. De todas formas, pienso, todo eso nos condiciona pero no nos define.

En fin, algo verdaderamente interesante, y que por aquellos años me conmovió, es cómo la sociedad castiga a Alex cuando sale de prisión y es inofensivo. Su historia salió en los diarios y todos saben quién es él. Hay un mundo fuera de la cárcel que paradójicamente lo espera para rechazarlo, para castigarlo.

Sus ex amigos, sus "drugos", ahora forman parte del aparato represivo, son policías y ahora toda la violencia que infringen es socialmente aceptable.
Las personas a las que Alex hizo daño, lejos de perdonarlo, sólo desean lastimarlo, destruirlo.
Ni siquiera su familia lo espera.

No hay nada para un Alex recuperado en esta sociedad, en este mundo.

Hay una sociedad que sólo desea venganza. Nadie quiere que Alex sea bueno, que cambie.
Si hizo daño debe pagar, y debe pagar por siempre y para siempre. 

En este punto vale la pena pensar cuánta violencia existe de manera latente en las personas que nos rodean, personas "de bien" y "civilizadas" que enarbolan su discurso de odio, personas capaces de linchar a otra hasta matarla porque robó, personas que lamentan que en nuestro país no exista la pena de muerte.

Entonces no importa discutir por qué las cárceles están llenas de gente marginada y pobre, o si realmente deberían servir como instituciones para reinsertar a quienes deseen y puedan cambiar su historia, o si al menos vale de algo querer cambiar.

Todo eso pierde sentido cuando el deseo más grande es que el otro sufra, que sea torturado por todo el dolor que causó. Cuando el deseo es de muerte, hay algo muy perverso que nos sobrevuela a todos, algo que excede la monstruosidad del delito o del crimen cometido.

Creo que cuando una sociedad necesita descargar todos sus sentimientos miserables en un chivo expiatorio, eso dice más de los que estamos afuera que de los que están adentro.

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