Balance: lo que deja la angustia

   "O es que acaso está todo perdido?
      O es que ya nos han vencido?

      Quién es el que maneja
      las fichas de este tablero?
      en que hace miles de años. 
      siempre el mismo gana el juego."

                            Arco Iris

A pocos días del resultado electoral, va aquí mi humilde reflexión.

Domingo a la noche me siento frente al televisor. La expresión de Wado de Pedro ya anticipa lo que pronto sabremos con los números sobre la mesa: derrota aplastante del oficialismo, triunfo de Cambiemos, crecimiento alarmante de la derecha y una buena, la izquierda se instala como tercera fuerza en Buenos Aires con una muy buena elección en todo el país.

¿Qué pasó para que los votos cambien tan drásticamente?

Por supuesto, una pandemia mundial.

Pero no es todo.

¿De verdad podemos sorprendernos?

En lo personal, reconozco que el resultado me sacudió, y es que mi deseo siempre se antepone a una mirada más analítica de la realidad, que llega tarde, muy por detrás, cuando ya la angustia empieza a ceder un poco.

En fin, emociones electorales dentro de un sistema que promueve y celebra estos cambios en nombre de la libre expresión, una libre expresión que no es tan libre ni tan expresiva.

Porque, para ser sinceros, no creo que las dos propuestas mayoritarias sean iguales. Y claramente prefiero a una antes que a la otra.

No son lo mismo, pero forman parte de una misma lógica.

Sostener el sistema.

Sostener al capital.

Cuando una se agota, esta la otra.

Claro que el kirchnerismo siempre será más cercano a mí que cualquier proyecto neoliberal.

Y por supuesto en las calles será con mis compañeros y compañeras kirchneristas con quienes me encontraré peleando codo a codo.

Nunca con macristas.

Nunca con neoliberales.

Eso está claro.

El problema es otro.

El problema es el sistema.

Siempre el problema es el sistema.

Y mientras el sistema no cambie, estaremos todos jugando este juego perverso, eligiendo entre uno y otro, uno y otro, uno...

Lo que digo, no es una genialidad, lo sé, pero parece que no lo vemos, y continuamos atrapados en una realidad que se repite al infinito. 

Es la lógica del capitalismo, acá, en toda Latinoamérica y en todas partes del mundo.

Sabemos, claro que lo sabemos, que el verdadero poder no está ni estuvo nunca en nuestras manos sino en las de los grupos económicos, esos que sostienen y definen las políticas mundiales. 

Los gobiernos neoliberales roban, saquean, destruyen para favorecer a ese poder. Lo veneran, lo adoran. Y cuando sus acciones producen un atisbo de rebelión popular, la democracia nos ofrece esta otra posibilidad, gobiernos más amables, más solidarios. 

Gobiernos que propondrán un capitalismo menos salvaje, un capitalismo más "sensible".

 Gobiernos que ofrecerán una serie de medidas para superar la crisis provocada por el gobierno anterior.

Gobiernos que sostendrán el orden político con propuestas para pelear la crisis.

Pero la buena voluntad de estos gobiernos populares tienen sus límites marcados, y su tiempo también. 

Sin cambios drásticos, la pobreza sigue siendo pobreza, la depredación sigue siendo depredación y la explotación... sigue siendo explotación. 

Así estamos, de un lado a otro. 

Porque estamos mal, pero mañana, si nos esforzamos, podemos estar mejor.

Esa es la trampa que nos ofrece el sistema.

Creer que si nos quedamos un rato más quizás la ruleta grite nuestro nombre como el ganador.

Creer que si nos vamos ahora, podemos perdernos la posibilidad de que justo en este instante nuestra suerte cambie para siempre.

Ceguera pertinente de todos nosotros. Me incluyo porque también necesito muchas veces creer que un día vamos a romper la inercia, y que algo cambiará, aunque sigamos igual. 

Porque está claro, dentro de las expectativas generales, hoy al menos, no existe ninguna posibilidad de pensar en una verdadera revolución, real, profunda. 

Nunca tuve tan claro como en estos últimos tiempos lo necesario que es que todo cambie de una buena vez, como dijo el poeta. 

Necesitamos con urgencia dar vuelta todo.

El problema es que no sé cómo. No entiendo porque no podemos ni siquiera pensarlo como un sueño colectivo. 

Pero no podemos.

Por eso sostenemos todo lo que podemos a estos gobiernos populares que son lo posible. 

¿Porque la izquierda aún no puede ser ese cambio posible? 

Quizás porque ni siquiera logra sostener un verdadero discurso de unidad entre sus partes.

Quizás porque ni sus propios dirigentes creen que el mundo se pueda cambiar.

Quizás porque está instalado el miedo a que un gobierno comunista nos saque lo poco que tenemos.

Quizás porque romper la inercia sea la tarea más difícil.

No lo sé.

La elección de la izquierda fue muy buena, y como militante de izquierda me parece muy valioso tener en el Congreso a personas que digan lo que hay que decir. 

Pero no alcanza ¿está claro, no?

Aunque la izquierda crezca, aunque ocupe mayores espacios de debate, aunque por una vez deje de lado las discusiones miserables y construya una propuesta de gran unidad. 

No alcanza. 

Hoy no alcanza. 

Porque para construir otro mundo es necesario pensar, pensarmos, en ese otro mundo.

Y pensar un mundo nuevo es creerlo, es tener la convicción de que es por ahí. 

Me cuesta pensar hoy el optimismo. 

Me cuesta pensar y pensarnos hoy. 

Ojalá mañana sea un día nuevo y florezcan las ideas y los sueños.




Comentarios

  1. ¿Y cuándo será el día?
    Pregunto cuando
    Que por la tierra estéril
    Vengan sembrando
    Todos los campesinos
    Desalojados
    Hay que dar vuelta el viento
    Como la taba
    El que no cambia todo
    No cambia nada

    Tejada Gomez , sabía ...

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