La escuela y los distintos, parte III. La imaginación.

 

Suena el timbre del recreo y Juli mira hacia las puerta de la biblioteca. Pronto llegan las voces de los chicos, los pasos en la escalera y los retos de la preceptora pidiendo que suban despacio. Unos segundos después entran.

La biblioteca se mueve.

Cuando una biblioteca escolar está viva, cuando hay trabajo, interés, deseo, siempre hay movimiento, siempre hay ruidos, voces, chicos que buscan libros, maestros organizando actividades.

A veces pasa que la biblioteca es también refugio para los desobedientes, para los incomprendidos, para los marginados. A veces encuentran allí lo que necesitan: alguien que les pueda ofrecer una historia. Un cuento. Un par de palabras que los lleven por otros caminos. 

Como pasó cuando Juli trabajaba en la primaria, y ese nene de ojos inmensos se escapaba del aula para estar con ella, con sus libros y sus aventuras. La maestra ya no sabía qué hacer, y entonces estuvo Juli, el acuerdo fue tácito y la biblioteca fue el lugar en el que Juli lo cobijó a él en sus huidas para que la escuela fuera encuentro.

Como esa, la biblioteca está llena de historias. Siempre pasan cosas.

Pero en el recreo hay otro movimiento. En el recreo el ritmo que propone el aula hace un alto. Los que están quietos corren de un lado a otro, los bancos en fila desaparecen y los grupitos se amontonan aquí y allá. Secreteos, risas, juegos.

La biblioteca no es la excepción. En el recreo se entra a la biblioteca porque sí, porque se nos da la gana.

Alguien se acerca a Juli y le pide que le recomiende un libro, otro viene a devolver la historieta que se llevó la semana pasada, esta viene a charlar un rato y aquel entra porque sí, porque le da intriga ese lugar repleto de libros.

Así llega Nariara. Hace unos meses que empezó primer año y todo es nuevo para ella. Su mirada curiosa recorre los estantes, las mesas y se detiene de pronto frente a una pila de libros que Juli acaba de apoyar sobre el escritorio. 

Es una colección de libros de pintura. Nariara pregunta si puede verla. Sí, claro que podés, le dice Juli.

Nariara elige un libro sobre Botero. Lo abre y con delicadeza da vuelta las hojas, mira las fotos, comenta. Le dice a Juli que a ella le encantan las esculturas de Botero. Entonces Juli le cuenta que muy cerca de Retiro puede ver una que esta emplazada en Parque Tays y le explica cómo viajar. 

Nariara la escucha atenta. A ella siempre le gustó mucho el arte, cuenta, desde muy chiquita. 

La conversación fluye con naturalidad. Nariara cuenta que también le gusta mucho escribir. Hace tiempo le encantaba inventar historias. Cuando estaba en primaria escribía muchas historias. Pero después fue dejando. Fue cuando la maestra mandó la nota recomendando a su familia que la llevara a un sicólogo.

Juli la mira confundida, no entiende. Pregunta por qué enviaron la nota.

La respuesta llega como un golpe al alma.

Exceso de imaginación. 

Eso había dicho la maestra. Que Nariara tenía exceso de imaginación y que recomendaba que la viera un sicólogo.

Las palabras de Nariara resuenan entre los libros, alrededor de los estantes, sobre la colección de arte que está en el escritorio.

La respuesta duele.

Cuando una frase así sale de la boca de un chico, la escuela duele. Y duelen los sueños y los proyectos.

Cuando una frase así sale de la boca de un chico, sabemos que hay mucho camino por andar, que hay mucho por cambiar, y que es urgente.

La conversación sigue.

A modo de confidencia, así es la biblioteca, Nariara cuenta que le gusta mucho sacar fotos, mirar el mundo de otras formas. Juli sonríe, "Sería muy hermoso ver el mundo a través de tus ojos y de tu imaginación" le dice " Y que nadie te saque la capacidad de imaginar".

Cuando la escuela duele, los espacios ahogan, encierran.

La escuela se vuelve un lugar sin luz, sin belleza.

Cuando la escuela duele, el hacer se vuelve trabajoso y sin sentido.

Pero cuando la escuela duele, a veces, encontramos espacios de luz como los que construye Juli en la biblioteca.

Espacios que cuidan, que abrazan, que protegen.

Espacios que alientan y que ayudan a contruir nuevas libertades.

Eso queremos.

Eso necesitamos.

Escuelas llenas de arte, de encuentros, de charlas y de confidencias.

Que las clases sean como recreos.

Y que las maestras sean como Juli.

Como Juli, mi amiga.


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