La máquina de fallar

Nacidos para fracasar

La imagen resulta impactante. 

En medio de un salón que alguna vez fue blanco, un enorme brazo robótico se retuerce para un lado y para otro intentando juntar el líquido rojo que fluye permanentemente a su alrededor.  La pala que está en su extremo sube, baja y arrastra el líquido hacia su centro, una y otra vez. Pero, por más que lo intente, no puede evitar que el líquido vuelva a desparramarse.

Finalmente, todo es un completo desastre. Las paredes, los pisos y el brazo robótico están cada vez más manchados.

Can't help myself.

No puedo evitarlo.

Así se llamó esta instalación abrumadora que funcionó entre 2016 y 2019 en el museo Solomon Guggenheim, en Manhattan, Nueva York.

En un comienzo la máquina se movía con energía, saludaba a los visitantes que observaban tras los cristales y hasta se animaba a realizar unos movimientos de baile para los espectadores.

Sin embargo, con el correr de los días, de los meses y de los años, su entusiasmo comenzó a decaer. El líquido seguía desparramándose hacia todas partes y no podía hacer nada para evitarlo.

Dicen que de verdad parecía sentirse su angustia y su desesperación. Ya no bailaba ni interactuaba con los visitantes. Finalmente, toda la habitación y el mismo robot estuvieron salpicados de ese líquido viscoso y un día no pudo más. Simplemente. 

Oxidado por las mismas salpicaduras dejó de funcionar.

Hasta el último momento siguió intentando cumplir la desesperante tarea. Tal como lo dice su nombre, Can't help myself, fue diseñado para seguir y seguir hasta el final. No tuvo posibilidades de cambiar de estrategias ni de condiciones. Y no pudo revelarse.

Fue concebido para fallar.

Desde que supe de esta obra (tarde, durante el 2020) pienso cada tanto en ella y siento algo parecido a la angustia.

Me parece una poética dolorosa y fascinante.

No voy a decir nada nuevo al respecto, nada que seguramente no hayan dicho quiénes saben de arte.

La obra nos interpela, porque nos hace pensar que no es sólo un brazo robótico y tampoco es sólo un líquido rojo lo que fluye a su alrededor.

Can't help myself es el gesto desesperado de un mundo esclavizado en prácticas y mandatos sin sentido.

El mundo, el sistema. Las estructuras que nos atraviesan.

Los espacios de trabajo que ocupamos en el sistema capitalista.


La escuela, por supuesto.

¿Seremos acaso los docentes como ese brazo robótico, intentando contener lo incontenible?

¿Qué tan cerca estamos cada día de construir espacios de conocimiento, con los recursos y las herramientas que el sistema nos proporciona?

No quiero sonar fatalista. Seguramente en las experiencias individuales hay momentos exitosos e interacciones valiosas, y bien valen la pena para seguir. Es nuestro trabajo. Es lo que sabemos hacer.

El tema, creo, va más allá de las percepciones de cada uno. Se trata de pensar en la estructura que nos contiene a todos como educadores.

Los diseños curriculares, los programas de estudio, las políticas educativas.

¿Qué se espera de la escuela pública hoy?

En algún momento, no sin inocencia, muchos creímos que lo que sucedía en la escuela era producto de errores del sistema, fallos, quizás desidia, desinterés. El tiempo y la realidad nos enfrentaron a una verdad dolorosa: no son errores ni fallos, son decisiones políticas.

No hay desinterés. La escuela pública actualmente está concebida para que nada funcione como debería.

Por eso la imagen de una máquina programada para fallar es tan fuerte.

Hoy el sentido de nuestro trabajo quedó perdido entre planillas absurdas de TEA, TEP y TED, entre anuncios estrambóticos acerca de sumar horas de clase, rodeados de mobiliario destartalado y edificios destruidos.

Por momentos sentimos las miradas de los y las estudiantes  y sabemos, sentimos, que ya perdieron la fe en esta escuela.

Los pibes. 

Algunos vienen poco porque están trabajando, otros están pero no están y otros nos siguen la corriente, como a los locos. Los pibes no creen. No en nosotros particularmente; en el sistema educativo no creen.  En la máquina que junta el líquido rojo no creen.

Pero seguimos.

Seguimos intentando juntar las partes de un sistema educativo que nos explota en la cara.

Así fue diseñado el sistema y nosotros somos parte del diseño.

Cada vez más lentos, cada vez más cansados.


La rebelión de las máquinas 

Sueno reiterativa, lo sé y lo siento, pero es lo que creo.

Necesitamos construir un mundo distinto. Y no, no es utópico, es urgente.

Utópico es creer que podemos tener éxito en un mundo capitalista, depredador, estractivista y patriarcal.

Cuando cursaba didáctica general en la facultad leíamos muchos textos acerca de las fisuras que el sistema educativo posee y por las cuales los docentes podemos introducir grandes cambios. Fugas hacia mundos nuevos.

No es que ya no crea en esas posibilidades. En el aula suceden cosas sorprendentes, a veces. Un cuento, una poesía, una conversación. Estamos nosotros, los chicos y la literatura ¿Qué más?

La realidad.

Está la realidad de bancos rotos y desesperanzas.

Y un cansancio que nunca antes habíamos sentido. Seguramente la pandemia tuvo mucho que ver. Seguramente dejo a la vista lo que estaba oculto por ahí.

Yo también estoy cansada. Muy pero muy cansada. A veces estoy triste y a veces pierdo la esperanza.

Pero no soy un robot.

La diferencia entre el robot y nosotros es que nosotros podemos reconocer la tristeza, la angustia y podemos juntarnos, pensar, organizar.

La diferencia es que podemos se ser más que máquinas. 

Podemos construir en conjunto.

Transformar el enojo en rebelión.

No quiero ser una máquina juntando mi propia sangre para seguir viva.

No quiero que vos seas esa máquina.

No quiero.


Si te gustó o te movilizó, te pido que lo compartas.

Les dejo un pequeño video sobre esta obra, Can't help myself, creada por Sun Yuan y Pen Yu por si no la vieron antes: https://youtu.be/ifX2c-QtsA0








Comentarios

  1. El éxito de una máquina diseñada para fallar es fallar.

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  2. Siento cada palabra. No, no es utópico, esa creencia es la que nos aplasta. Es endémico, es inmenso, es agobiante, desesperante y triste... pero no es utópico pensar que algo más es posible, porque todos lo sentimos. Esto NO es...

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    1. Es todo lo que decís, y un día lo vamos a tirar abajo. Gracias por leer!

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