El juicio a los rugbiers y la espectacularidad mediática

Empezó el juicio a los rugbiers que golpearon a Fernando hasta matarlo.

Las filmaciones que circulan por todos lados muestran el ataque. 

Las imágenes de los imputados y el rostro de Fernando ocupan todos los noticieros.

Los periodistas cuentan detalles, opinan, juzgan, se indignan.

La gente en las redes, en la calle, también se indigna.

Todos estamos indignados. 

Mataron a un chico, un pibe que simplemente fue a bailar, y eso es imperdonable.

"Le dijeron negro de mierda", se indignan todos, en la tele, en la radio, en las redes, en la calle.

Se indignan por el asesinato despiadado, por los insultos racistas.

Todos estamos del lado de los buenos.

Pero hay algo que no cierra.

Hay algo de hipocresía en esta indignación colectiva, algo de fórmula repetida que funciona.

Como si fuera una película, tenemos todos los elementos para tomar partido en contra de los acusados. Sólo que esto no es una película, y en la vida real pocas veces los chicos como Fernando son defendidos de la violencia que la sociedad ejerce contra ellos. 

En la tele vemos a los acusados, tan soberbios y tan desalmados. Ni siquiera tuvieron una frase, un gesto de arrepentimiento. Son un blanco fácil del escarnio social.

No digo que no lo merezcan. No es eso. Pero me pregunto cuánto de ese escarnio no es otra cosa que la necesidad de poner el odio en algún lado. Un odio que además no resulte incómodo, porque hoy las imágenes de los acusados pegándole a Fernando son repudiadas por todos.

En el otro extremo está la víctima, Fernando, un pibe de familia humilde, que se hizo a sí mismo. Había empezado a estudiar derecho, quería ser abogado, y por aquellos días iba a reunirse con su novia para festejar su aniversario.

Fernando es la víctima que a todos nos duele.

A mí también. Veo la tele y me angustio pensando en esa madre que clama justicia. 

Pero me pregunto, si en lugar de matar a Fernando estos pibes asesinaban a otro chico, quizás un chico que no era estudioso, que andaba por las calles, un chico que quizá había intentado robarles un rato antes.

¿Se hubiesen indignado tanto los periodistas?

¿Se hubiera enojado tanto la sociedad?

¿Se acuerdan de Juan Pablo, el pibe de dieciocho años que intentó robar a unos turistas y fue fusilado por un policía? ¿Se acuerdan de la doctrina Chocobar?

¿Cómo accionaron los medios?

¿Qué dijo la opinión pública?

¿Y de Facundo Burgos, se acuerdan? Un nene de doce años que fue asesinado sin motivos por la policía y que los medios describieron simplemente como en "un hecho confuso".

Porque esto es lo real. En el mundo real las personas blancas, de clase media o alta, no son las cuestionadas.

En el mundo real los pibes humildes, los marrones, no son mirados con empatía.

En el mundo real, los pibes como Fernando, hace tiempo fueron desheredados de la justicia.

Los que trabajamos en escuelas públicas, con chicos y chicas de realidades diversas, lo vemos. Vemos los preconceptos, los prejuicios, incluso a veces y lamentablemente, de nuestros propios colegas.


Digo todo esto, para que lo pensemos.

Para que podamos ir más allá de las imágenes que se repiten una y otra vez en cada pantalla y de los repudios que surgen en unos y otros.

Para que pensemos juntos.

La violencia sobre el cuerpo de Fernando es una violencia política. 

Cada patada, cada trompada, cada golpe sobre su cuerpo indefenso son, una vez más, un mensaje disciplinador para todo un sector de la sociedad. Un mensaje atravesado por el odio de clase y también por todos los mandatos machistas. Para que quede claro quiénes mandan, cuál es el límite y cuál es el precio por desafiar ese límite. El poder que se enarbola desde el uso de la violencia sobre el cuerpo del otro.


Por eso es un crimen político. 

Por supuesto que es importante que todos repudiemos este crimen, por supuesto que es importante que todos reclamemos justicia.

Pero no somos mejores como sociedad porque todos repudiamos lo que ocurrió.

No es verdad que estemos todos del mismo lado. 

Nadie es mejor si hoy se indigna por Fernando, y después, como quien no quiere la cosa, sigue hablando de los negros de mierda o pidiendo que maten a todos los villeros.

Ningún periodista es mejor persona porque declame en cámara su absoluta indignación ante los asesinos de Fernando, si antes de este hecho, y luego también, manipula la información en favor de los mismos poderosos de siempre. 

Ningún medio de comunicación puede ser mejor si hoy repudia este asesinato pero utiliza su poder para fomentar los discursos de odio y de discriminación,  exacerbando los estereotipos y los prejuicios sociales.


El asesinato de Fernando para los medios, y para cierto público consumidor de esos medios, es un hecho noticioso y nada más. Un hecho que provoca interés y cierta espectacularidad, que es lo que verdaderamente les importa.

No hay en ellos ninguna necesidad de elaborar una reflexión más profunda.

 

No hay ningún camino redentor para esta indignación tardía y hueca.

Siguen siendo los mismos.

Y no estamos del mismo lado.


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Comentarios

  1. coincido en todo , pero la duda que tengo es porque el patovica lanzo el problema afuera , el tipo que debia cuidarlo , adentro y afura o acaso no somos los adultos los que debemos cuidar a los pibes , (la tele dice que no tenian ART) uf cuanta falta para cuidar cuidarnos , ningun adulto andaba por la calle para decir basta chicos , cuantas veces yo como preceptora tuve que parar las trifulcas y en algunos casos la ligue de rebote pero como adulta era mi deber . solo pienso en los adultos ,a los pibes , ya los condeno la sociedad ,y se tendran que hacer cargo de lo que hicieron

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    1. Sí, muy buen planteo. Cuánta adultez ausente en estas historias.

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  2. Reflexión contundente, necesaria y conmovedora!

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  3. Gracias por están reflexión tan necesaria (y por todas las otras que he leído durante el año). Por cuestiones laborales, y desde hace muchos años, de vez en cuando veo a Silvino y Graciela, los padres de Fernando. Más allá de la tristeza imborrable en el semblante de cada uno de ellos, me genera asombro y admiración la entereza con la que llevan adelante todo este proceso y el circo mediático que lo envuelve. Parecerían ser los únicos que entienden, así quebrados cómo están por lo que les pasó, que no hay que hablar de más, ni generar polémica, ni reclamar venganza, en fin, ser funcional a la carnicería mediática. Eso es lo que rescato de toda esta situación: gente humilde, que en su dolor nos regala lecciones de humildad.
    Gracias Claudia, que tengas un buen año.

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    1. Admirables realmente, ellos y tantos familiares a quienes el dolor los moviliza hacia la lucha. Y como vos decís, sin caer en la carnicería mediatica, sin pedir venganza, generando lazos con los otros. Gente que nos enseña! Gracias enormes por leer y por comentar!

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