El Eternauta, la escuela, el mundo.

 

 No me acuerdo cómo llegué a descubrir El Eternauta, creo que por un amigo. Tenía veintipico y cuando leí esa historia quedé fascinada. 

 Era una gran novela de aventuras, era una historieta increíble y además, todo ocurría acá nomás. 

 La nieve mortal, los cascarudos, los gurbos, los Manos, los Ellos. 

 La lucha feroz, el caos, la organización. 

 La resistencia.

 Qué más se podía pedir.

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  De cómo una ficción se convierte en testimonio.

 Germán, el escritor, está trabajando en su casa. Es de noche y de pronto levanta la vista y ve algo que lo sorprende. Juan Salvo, el viajero del tiempo, se materializa ante él para contarle una historia. El recién llegado le narra acerca de una terrible invasión, de las muertes y de la lucha de los sobrevivientes. Cuando termina su relato, German comprende que aquel horror aún no ha comenzado y que está por suceder. Desesperado, sale a la calle, con la amarga sensación de que todo es inevitable.

 Casi veinte años después, Argentina sufría el horror de la dictadura más sangrienta y despiadada y Germán, el verdadero, que formaba parte de la resistencia, era secuestrado y desaparecido. El mismo terrible destino sufrieron sus cuatro hijas, dos de ellas embarazadas, y sus yernos. 

 Entonces esas primeras viñetas de El Eternauta cobran otro significado. Aquel viajero, Juan Salvo, alertando a Germán, el escritor, de la invasión, de las muertes, del terror ¿habrá sido tal vez un mensaje enviado desde otro tiempo? ¿Una botella al mar, una advertencia, una profecía?

 Quien sabe, a veces la realidad y la ficción se parecen tanto.

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La vieja loca

 Las historietas siempre fueron menospreciadas por el mundillo intelectual. Sin embargo en mi casa tenían un lugar importante. 

 Andaban por ahí las revistas de Patoruzú o de Isidorito y por supuesto en la biblioteca estaba la colección completa de Mafalda.

 Pero además, mi viejo compraba cada mes varias revistas. La revista Humor, por supuesto, y además, y muy especialmente, las revistas de Editorial Columba: Intervalo, D'artagnan, El Tony. Todo un universo de ficciones despreciadas por la comúnmente llamada "cultura elevada". Decía Sasturain que las revistas de Editorial Columba eran para el mundo intelectual como la vieja loca que toca el piano en el altillo. Todos la escuchaban pero después negaban su existencia. 

 En casa esas revistas eran motivos de disputa. Mi viejo las escondía hasta que terminaba de leerlas y con mi hermana las buscábamos minuciosamente por cada rincón de la casa.

 Y hablando de Editorial Columba y de Oesterheld, recomiendo muchísimo la serie "Germán, últimas viñetas", que cuenta acerca de sus últimos trabajos, precisamente como colaborador en esta editorial. Es una miniserie fascinante. Especialmente para quienes admiramos a Oesterheld y disfrutamos de las revistas de Columba. Vale la pena recorrer esos últimos trabajos del autor de El Eternauta y además, la serie está llena de guiños.

 Todo este material formó parte fundamental de mi educación literaria. 

 En fin, quiero decir que desde muy chica el universo de la historieta me resultaba un territorio bastante cercano.

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  La literatura de ciencia ficción también. 

Cuando descubrí el placer de leer mi viejo puso en mis manos La nebulosa de Andrómeda, y me fasciné. 

 Así empecé. 

 Leer ciencia ficción es un desafío maravilloso. Por lo general, son historias de acción pero hay una subtrama. Siempre están diciendo algo más. 

 Algo más sobre la humanidad, sobre el futuro, sobre el sistema.

 Son líneas que dibujan una perspectiva hacia el futuro. 

 Si hoy estamos acá ¿en dónde estaremos mañana?

 La ciencia ficción cuestiona, pone en debate quiénes somos y quiénes pretendemos ser.

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 Elena, Martita y las figuras femeninas.

En quinto año me tocaba dar ciencia ficción. Por lo general mis compañeras docentes evitaban esa unidad, solían comentar que la dejaban para el final y si no llegaban, mala suerte. Era un alivio.

 La ciencia ficción les resultaba aburrida, incómoda.

 En general, es un género poco consumido por mujeres y creo entender por qué: tanto en la literatura como en el cine, en la ciencia ficción, el protagonismo femenino es, por lo general, limitado, opaco o inexistente. 

 Es un género en el que prevalece la acción e históricamente, las historias de aventuras, de lucha, de heroicidad, están protagonizadas por varones.

 Conceptos que van cambiando.

 Por eso, seguramente, en la novela El Eternauta hay muy pocos personajes femeninos. Están Elena y Martita, la esposa y la hija pequeña de Juan Salvo, pero prácticamente no intervienen en la trama. Están presentes en las motivaciones de Juan, pero  sus personajes carecen de desarrollo.

 Es más, cuando Juan, Favalli y los otros se dan cuenta que el encierro en el hogar no es la salida y deciden salir a luchar, Juan les pide a su mujer y a su hija que se queden. Es interesante porque mujer en la lucha molesta, incomoda, entorpece. La mujer es débil, frágil, tropieza, se lastima.

 Pero los nuevos tiempos traen nuevas miradas. En los últimos años los personajes femeninos pudieron salir del hogar y dejaron de ser sólo "la chica que está en peligro" para compartir la acción narrativa.

 En la serie El Eternauta, que se estrenó en estos días, las figuras femeninas tienen mayor protagonismo, y se agradece. No sólo por una cuestión de principios o de intenciones, sino porque realmente beneficia a la trama. 

  Últimamente estuve pensando mucho en todo esto. Pensaba en la historia personal del autor, tan dramática. En su historia. Pensaba en el protagonismo de las mujeres de su propia familia. Pensaba en sus cuatro hijas desaparecidas y en Elsa, su mujer, que durante años militó en Abuelas y lucho por la memo, la verdad y la justicia.

 Pensaba en todas las mujeres que rompiendo los mandatos, salieron al mundo para poner el cuerpo.

 Por ellas esta nueva versión, cobra otra importancia.

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 Clase de quinto año.

 ¿Que la ciencia ficción? 

 Brevemente podríamos definirla como "aquellas historias que se construyen a partir de avances tecnológicos y científicos". Estos avances pueden ocurrir porque la historia está ambientada en un futuro o porque la tecnología y la ciencia llega desde otro planeta.

 En fin, algo así.

 Cuando daba ciencia ficción en la escuela, siempre explicaba a los chicos que la mayoría de las grandes novelas del género que están ambientadas en un futuro distópico pueden leerse también como planteos críticos hacia el presente. 

 Farenhein, 1984, Mundo Feliz, en todas las preguntas son las mismas ¿Cómo será el futuro de la humanidad si el mundo sigue así? 

 La ciencia ficción ambientada en el futuro cuestiona el presente: los sistemas políticos enquistados, el autoritarismo, el reemplazo de los valores humanos por sistemas tecnológicos, la masificación, la deshumanización.

 ¿Y qué pasa con las historias de invasiones extraterrestres? ¿También construyen miradas críticas?

 Posiblemente. 

 Si en las novelas futuristas el peligro surge desde el seno de la humanidad, en las historias sobre invasiones la crisis viene de afuera, pero la mirada crítica sigue estando sobre la humanidad. Esta vez el eje está puesto en el accionar de los individuos, de los grupos y de las sociedades.

 Ante una crisis definitiva, trágica, masiva ¿qué pasa con los lazos sociales? ¿qué ocurre con la solidaridad, con el individualismo? ¿Cuales son las prioridades?

  En este sentido, las historias sobre invasiones extraterrestres pueden leerse desde la metáfora. 

 Me viene a la mente una serie de televisión que fue furor en los ochenta, Invasión Extraterrestre ?se acuerdan? Yo debía tener unos quince años y era fanática de July y de Donovan. Hace un tiempo leí en algunos artículos que sus creadores pensaban en una serie sobre el nazismo, pero frente a las presiones del estudio, decidieron adaptarla y la convirtieron así en una historia de ciencia ficción. Sin embargo, en la trama subyace el enemigo invasor, los colaboracionistas, la resistencia.

 Y hoy podemos ver a esta otra resistencia, la de El Eternauta, la de una Buenos Aires de hoy, apocalíptica, despoblada, rota, invadida, peligrosa.

 Todo se vuelve metáfora.

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 Un día en una escuela 

 Me escribe Rubén: "¿Vio que estrenaron El Eternauta profe?".

 La pregunta llega justo cuando estoy tratando de acordarme con qué curso trabajé ese libro. 

 Año 2007, escuela 51, veníamos de un momento difícil, seguíamos en un momento difícil. Trabajábamos con una población muy vulnerable y muestra escuela venía de sufrir innumerables maltratos. Habíamos sido trasladados a otro edificio y desde allí, docentes de primaria y secundaria, estudiantes y familias resistíamos y exigíamos. Durante un tiempo nos volvimos personas peligrosas.

 En ese contexto, y sin demasiadas posibilidades, se me ocurrió dar El Eternauta en primer año.

 Me parecía que leer una novela gráfica de ciencia ficción de calidad era lo mas acertado para introducir a nuevos lectores.

 Tenía un curso de chicos curiosos, inteligentes. 

 Pero no tenía los libros y ellos no tenían los recursos para comprarlos. 

 ¿Y como se consigue leer un libo para todos los pibes de un curso en una escuela la de bajos recursos?

 Las ediciones de El Eternauta que había en las librerías eran caras, pero había una edición que había sacado Clarín que se vendía en los quioscos de diarios.

 Entonces le escribí a la Fundación Noble, les expliqué la situación y les pedí los libros. Un día me contestaron y otro día me fui hasta Constitución. Volví a mi casa con dos cajas inmensas de libros. Dos colectivos de ida, dos de vuelta y varias paradas técnicas para descansar los brazos.

 Y ahora me escribe Rubén, dieciocho años después, 

 Debe tener unos treinta años y me da una enorme ternura que me aún hoy me diga "profe" y que se acuerde de un libro que leyó en la escuela porque vio el anuncio de la serie.

  Hasta hoy nunca había pensado por qué se me ocurrió trabajar con ese libro en ese momento. Pienso ahora, una vez más, en el valor metafórico de la ciencia ficción. 

 Nosotros, toda esa comunidad educativa, en aquellos años, fuimos la resistencia. Nos organizamos y defendimos ese espacio de educación pública con las herramientas que teníamos. 

 Ojalá en algún momento deje de nevar, porque estamos realmente muy cansados. 

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 Algo que me fascinaba en la novela y que la serie profundiza muy bien es el proceso que va ocurriendo en los protagonistas. 

 A diferencia de muchas series y películas norteamericanas con las que crecimos, en El Eternauta los personajes dudan, se equivocan, crecen.

 Quiero decir, la valentía no es un don que poseen porque sí, sino que es una construcción que va surgiendo en la trama, a partir de los hechos.

 Todo es un in crescendo.

 Hay miserias, hay individualismo, hay desesperación.

 Hay un primer momento en el que prevalecen los afectos más cercanos, salvarse uno mismo y preservar lo material. 

 Después, el aprendizaje. La construcción grupal, las pequeñas tribus, los pares. 

 Nadie es héroe inmediatamente ni de manera solitaria.

 Y finalmente, o a continuación, la búsqueda de los otros, la organización, la construcción con los demás.

 Esa frase que anda dando vueltas, frase bella y urgente: "Nadie se salva solo, la lucha siempre es colectiva".

 No sólo porque juntos somos más fuertes sino porque juntos somos más humanos.

 Qué bien nos viene recordarla en estos tiempos.