Breve reconstrucción de nuestra educación sentimental

Como si fueran las filmaciones de la cámara super 8 de mi papá, estas son algunas de las escenas de ese mundo patriarcal que nos parió, nos crió y nos educó. Así comienzan a surgir estas escenas.

Autocine. Los padres de Carla y Mara van a ver una película de la que todos hablan, "Verano del '42".  No tienen con quien dejar a sus niñitas así que deciden llevarlas también, "igual se van a quedar dormidas" dicen. Pero las pequeñas no se duermen nada y ahora ambas están atentas a la escena en la que Hermie y Dorothy hacen el amor. Mara pregunta y la mamá le explica que los hombres a veces necesitan descargarse, porque no se aguantan, y que entonces Dorothy decide ayudarlo. Mara escucha con atención las sabias palabras de su madre.

Carla tiene nueve años y está  sentada frente al televisor, en el sillón del living, todo muy setenta. Está viendo Soledad, una novela mexicana con Libertad Lamarque. En la pantalla, Margarita acaba de revelar que está esperando un hijo de Andrés. Llora fuerte porque fue engañada con palabras de amor y ahora está sola y está sucia. Arruinada. Finalmente acepta casarse con un buen hombre que la rescata de la vergüenza. Carla está atenta a cada detalle.

Es verano. Un grupo de señoras conversan sentadas bajo una arboleda. Entre ellas está la mamá de Carla que llega corriendo: "Má ¿me das plata para un helado?". Su mamá está dándole el dinero cuando alza la vista. De pronto todas las miradas de aquellas mujeres apuntan a la misma dirección. Acaba de llegar Liliana, con su bikini y su cuerpo esbelto. Alguien comenta que parece que otra vez se separó. "Es una putona" dice la mamá de Carla. Carla escucha atentamente.

Carla está en séptimo grado y últimamente pasa mucho tiempo con Martín. En el grado los compañeros los cargan. Carla dice que solo son amigos pero una noche sueña que Martín está en calzoncillos y que ambos se besan en la boca. A la mañana despierta con una sensación rara de emoción y angustia. Algo de ese sueño le gustó y algo la asusta. Supone que eso no está bien y desde ese día no vuelve a acercarse nunca más a Martín, que no entiende qué pasó.

Aula de séptimo grado. Se acerca el egreso, los chicos y las chicas se firman los delantales. En el delantal de Paula, atrás y a la altura de la cola, Pablo dibuja unas montañas y una frase: "peligro, zona montañosa". Todos se ríen. Carla se acerca con su delantal." ¡A vos no te puedo poner nada porque no tenés nada nena!" le dice Pablo en voz muy alta. Todos se ríen otra vez, menos Carla, claro.

En casa el papá de Carla la ve triste y le pregunta qué le pasa. Carla le cuenta que se siente acomplejada porque las otras chicas ya "echaron cuerpo" y ella ni noticias. El papá le dice que no se preocupe, que seguramente esas chicas están más desarrolladas porque anduvieron con chicos por ahí. Pero todavía vos sos chica para esas cosas. Carla asiente.

A Carla le gusta Joaquín. Le gusta aunque él siempre le dice cosas feas. Ella siente una enorme atracción por él.  Piensa que se hace el malo pero que en el fondo es un dulce. En las películas es así, la chica siempre se enamora del tipo recio que al final parece que la quiere. En  casa también, es igual: papá le grita a mamá y le dice "boluda" a cada rato, y sin embargo se aman ¿o no?

Aula de primer año. Carla, Erika y otras chicas están conversando. Erika tiene catorce años y es la mayor del grupo. Un día, en un recreo, cuenta a sus amigas que su novio, un chico unos años más grande, le pidió una prueba de amor. Ninguna de las chicas sabe demasiado sobre el tema, pero por las novelas y por los comentarios de los adultos saben que eso es malo. "Te está usando" le dicen y Erika evalúa si se arriesga o no. Si no acepta puede que su novio la deje. De su deseo ni noticias.

Carla está ansiosa esperando que por fin le venga. Quiere indisponerse. Tiene trece años y todavía no le vino. Todas sus amigas ya son "señoritas", menos ella. Se siente incompleta, siente envidia de todas sus amigas. Un día se despierta con una manchita en la bombacha. Su mamá la felicita, sus amigas también. Ya está, ya pertenece. Ya es una señorita.

Otro vez aula de primero. Lali está copiando la letra de una canción, "Si el amor llama a tu puerta, déjalo entrar" dice, y le regala la letra de la canción a Carla. Durante todos los años de secundaria, distintas letras de canciones románticas van de la carpeta de una a la carpeta de la otra. Canciones que hablan de amores desesperados, canciones que piden compasión, canciones que hablan de mujeres que no se entregan por miedo y de varones que le explican a esas mujeres lo que ellas sienten o deberían sentir. Carla y Lali leen, escuchan, aprenden.

Andrea, la amiga de Carla, le pregunta a la doctora si existen mujeres sin tetas. Necesita saberlo, está muy preocupada. Todas las chicas del grado ya desarrollaron y ella, nada. Una tabla. Los compañeros la cargan y ella se acompleja más y más. "¿pero puede haber mujeres sin tetas?" insiste. Necesita saber. La doctora le explica amorosamente que el desarrollo puede variar y los tiempos también. Muchísimos años después, Andrea recuerda muerta de risa a esa niña aterrada mientras se mira al espejo y observa sus grandes pechos.

A Carla le gusta mucho un chico de la escuela. Ella está en segundo y él en cuarto. Carla espera los recreos para verlo y saludarlo. A veces fantasea con que se besan o que duermen abrazados. Es tan lindo y tiene una sonrisa genial. Pero una mañana, una compañera le cuenta que lo escuchó hablar de ella: "Es una calentona" dijo él. Carla se siente sucia. Es una frase que la hace sentir mal. Mentalmente anota: "No demostrar lo que siento". Aprende.

Pero en cambio, sus compañeros le dicen que es una monja. "Frígida" le dicen también. Carla sabe que todo eso es porque con catorce años nunca tuvo novio. Ninguno de sus compañeros sabe del torbellino de emociones que crece en su cuerpo adolescente, y tampoco saben de las vergüenzas y los miedos que le producen esas emociones. Carla cree que no es linda, cree que no está a la altura de las otras chicas y que si los demás se enteran de lo que ella siente, quizás se burlen. O le vuelvan a decir calentona. 

Y un día Carla se pone de novia con Javi, un chico de su misma edad. Al principio a Carla no le gusta demasiado, pero acepta salir con él porque quiere dejar de ser la distinta, no quiere ser ni la calentona ni la frígida. De todas formas los besos en la boca le cuestan un poco, todo eso de la saliva compartida es difícil. Después de algunas idas y venidas, con ruptura y reencuentro incluido, a Carla le empieza a gustar cada vez más estar con él, porque sabe mucho de música, porque tienen conversaciones geniales y porque ahora los besos están buenísimos. Lo mejor de todo es que Javi le cayó re bien a sus compañeros de escuela y por primera vez Carla siente que pertenece al grupo.

Una tarde cualquiera Carla está con Javi en el living de su casa. Están a puro beso cuando entra la mamá de Carla, los mira y se va a la cocina. Más tarde su mamá la llama, le pide que se siente, necesitan conversar, dice. Le pregunta a Carla si los besos que se dan con Javi son con lengua. Carla le dice que sí y entonces la mamá le advierte que tenga cuidado, "mirá que de los besos de lengua a la cama hay solamente un paso". Carla toma nota.

Aula de tercer año. Un grupo de seis o siete chicas conversan acerca de EL tema que las preocupa. La Primera Vez. Algunas dicen que es fundamental que sea con amor, porque sino podés quedar traumada de por vida; otras plantean que los chicos se escapan de las chicas vírgenes. La virginidad es una responsabilidad de la que los varones no quieren hacerse cargo. Algunas más experimentadas, las que tienen novio desde hace tiempo, dicen que además la primera vez duele, por eso hay que estar con un chico que tenga paciencia, dicen.

Sábado a la noche. Carla se maquilla, se peina y se viste para salir con sus amigas. Le gusta mucho pintarse los párpados con colores flúo, como se usan, y también le gusta usar polleritas cortas, pero le da vergüenza ir por la calle y sentir las miradas de los chicos, y ni hablar de los comentarios lascivos de los hombres grandes, porque son peores. Así que, aunque sus piernas le parezcan preciosas, y aunque de grande se arrepienta de sus temores, serán muy pocas las veces en que se anime a usar polleritas.

El papá de Carla está mirando tele cuando ve que su hija baja la escalera lista para salir, y en tono jocoso comenta: "¿Qué pasa? ¿Te pintaste porque querés guerra?". Carla no quiere guerra, o sí, pero no le gusta que los demás piensen que está buscando guerra. No quiere parecer una calentona. 

Quinto año. Viaje de egresados. Bariloche. Ahí está Carla, coqueteando con un señor de treinta y pico, un preceptor que fue como acompañante de otro grupo de estudiantes. Se llama Claudio y a Carla le pareció lindo. Tiene unos ojos verdes preciosos y es muy canchero. Pero cuando él intenta acercarse Carla lo para. En Buenos Aires la espera su novio y  hasta que hable con él no quiere saber nada. Cuando vuelve a Buenos Aires, Carla deja a su novio y arregla una primera cita con Claudio, pero cuando se encuentran se da cuenta que no tiene nada de que hablar con él. Cuando se despiden él le roba un beso apurado y le apoya su miembro erecto. A Carla le da mucho asco y no lo llama más ni responde sus llamadas. Sonó la alarma.

Otra vez Bariloche. Ahí está Andrea, preocupada porque su novio se enojó cuando ella no quiso que él viajase también. "Es un festejo con mis compañeros" le dijo, pero él no lo entendió y no se despidieron. Ahora Andrea siente un poco de culpa. Quizás tendría que haberlo dejado ir. 

Más de Bariloche. Antes de ir a bailar Julieta se mira al  espejo y estira el cuello. La marca roja que dejó su novio en ese beso atrevido ahora parece fosforescente. Ella sabe que lo hizo por celos, siente que es una demostración de amor, pero quisiera que desaparezca, no está a gusto. Una compañera le presta un peine y le enseña como pasarlo sobre la marca para hacerla desaparecer. Con los años dice Julieta que recuerda esa historia y se ve a sí misma como una vaca que fue marcada como parte del ganado.

Y finalmente un día la secundaria se termina y empieza el resto de la vida. La de Carla y la de sus compañeras y amigas.

Estas son sólo algunas escenas de viejas películas ya olvidadas pero que formatearon mi historia. La constante, creo, nuestros cuerpos en disputa permanente, desde pequeñas. Padres, amigos, compañeros, todos opinando, todos comentando, todos accionando sobre nuestros cuerpos y sobre lo que debemos sentir por ellos. La construcción de nuestra identidad estuvo siempre atravesada por las miradas ajenas acerca de quiénes somos y quiénes debemos ser.

La historia sigue, por supuesto. El disciplinamiento también. No es fácil romper con construcciones tan profundamente cimentadas. No es fácil.

Pero tampoco es imposible. Quizás no sea Carla. Quizás no sea Mara ni Erika. Tampoco Lali ni Andrea ni Julieta. 

Quizás no sea ahora.

Pero ya empezaron. Empezaron a ver, a entender. Sienten alivio. Todo se aclara. No hay nada más bello que saber y entender.

Ya empezaron. 

Y no hay vuelta atrás.


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