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Mostrando las entradas de agosto, 2020

Dulces

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Cuando mi mamá era chiquita vivía en el campo, allá en Rivera. Rivera, les cuento, fue una de esas colonias judías que proliferaron a principios del siglo XX, en las que muchas familias inmigrantes encontraron un lugar para vivir y criar a sus familias. Y mis abuelos, recién llegados de Europa, aprendieron a vivir de lo que les daba la tierra. La vida en el campo era dura, muy dura. Especialmente para aquellas gentes sin conocimientos ni habilidades para vivir allí. Pero aprendieron,  y criaron a  sus hijos e hijas. Me contaba mi mamá que la vida de entonces era muy sencilla. Sin grandes regalos ni ropas de marca.  Mi mamá jugaba mucho, jugaba con mi tío Simón, su hermano. Jugaban en el campo, andaban a caballo, le daban de comer a las gallinas, arreaban a las vacas.  Me contó mi mamá que mi bobe Clara, la mamá de mi mamá, cocinaba muy rico, que en su cocina solía haber estantes repletos de mermeladas de muchas variedades.  Porque mi bobe, decía mi mamá, era una experta en la creación

Cien años de amor

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Cuando era chica, me acuerdo que en casa se escuchaba a toda hora. La pequeña radio a pila en la cocina y mi vieja escuchando a Larrea. Supongo que fue ahí que empecé a quererla, en esa costumbre cotidiana. Pero pasaron varios años para que descubriera su magia. Tenía 13 años aproximadamente y me acuerdo de una sensación, una emoción nueva: la radio y la noche, una conjunción tremenda.  Aprendí a dormir con la radio encendida, escuchando música y voces amigas. Después, de a poco, empecé a investigar en el dial, a buscar emisoras, programas, horarios. Un día conocí a unos pibes que hacían un programa en una radio que se llamaba FM Okay, creo. Los pibes eran Mario Pergolini y Ari Paluch y el programa que hacían se llamaba "Feedback" y estaba buenísimo. Nunca había escuchado algo así. Un tiempo después los volví a encontrar pero  en otra FM. Era la Rock&Pop. Y ya nada fue igual. La Rock&Pop marcó mi adolescencia. Estaba la 100 con sus canciones de moda, estaba Horizontes

Nos quedan las palabras

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 Un día perdimos o creímos perder todo, pero entonces dijimos: "Nunca podrán  sacarnos el abrazo". Y entonces llegó un virus fatal  y se prohibió el abrazo. Tuvimos que aprender a distanciarnos. "Nos sacaron todo" pensamos. "Ya no nos queda nada" dijimos. Y cuando todo quedó en silencio,  y cuando los cuerpos perdieron el calor del otro cuerpo, fue ahí, ahí mismo, en el centro de la angustia  que recuperamos el don de la palabra. Aprendimos. A abrazarnos con palabras. A acariciarnos con palabras. A cuidarnos con palabras. Las palabras recorren distancia infinitas, cruzan de una punta a otra, esquivan al monstruo, llegan a destino. Las palabras nos acercaron,  nos acunaron. Las palabras nos envolvieron  y fueron cobijo y fueron encuentro. Y el mundo volvió a ser nuestro.