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Mostrando las entradas de mayo, 2021

Alfonsina, la loba

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Hoy, hace 129 años nacía Alfonsina, la loba entre los corderos. A Alfonsina la descubrí hace mucho tiempo, en la escuela primaria, cuando me enseñaron la poesía "Yo en el fondo del mar" y yo aprendí a recitarla de memoria. Así decía la poesía: En el fondo del mar hay una casa  de cristal. A una avenida de madréporas da. Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar. Me trae un rojo ramo de flores de coral. Duermo en una cama Un poco más azul  que el mar. Por entonces mi maestra no me contó que ese mar era la representación de una despedida, de un final, porque la autora ya había elegido cómo iba a morir y sería adentrandóse en el mar. De la historia de Alfonsina no se hablaba en la escuela. Y cuando se hablaba se hablaba mal, con ribetes de culebrón mexicano de los años '70: la mujer con una vida difícil, la que tuvo un hijo de soltera y después de eso se suicidó.  Casi como si una cosa fuera consecuencia de la otra. Me llevó muchos años empezar a conocerla y saber

Rey sin corona

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 Hace muchos años escribí este cuento. Cuando lo empecé me había propuesto crear una historia en la que no pudiera identificarme ni empatizar con el protagonista. De todas formas, como sucede siempre con la ficción, algunos personajes o situaciones se parecen al mundo real.  Quiero decir que reencontrarme con este cuento y con esta temática hoy, me resulta interesante y muy sugerente. Creo que con las hojas escritas sucede lo mismo que con las fotos viejas: se reinventan y resignifican cada vez que nos topamos con ellas. En fin, les dejo esta historia que quise contar con mi propia voz como me sucede a veces. Si quieren dejar su opinión, les leo: https://drive.google.com/file/d/1oFhC4km0wXurapfW_JAVVI6TfIW-TRmN/view?usp=drivesdk

El día de la patria

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El 25 de mayo siempre era un día muy raro, un día fuera del tiempo y la rutina. En casa nos levantábamos temprano, pero no tan temprano, había muchas corridas y un poco de nervios. Los cuatro nos preparábamos para ir a la escuela. Ese día había acto, y como era habitual, mi hermana tenía un papel en alguna obra. Las maestras elogiaban su soltura y su gracia en el escenario. Por aquellos años comenzaba ya a perfilarse lo que con el tiempo sería su vocación. Una vez, me acuerdo, una de las chicas que tenía que actuar faltó y mi hermana, que hacía de dama antigua, empezó a improvisar junto a otra compañerita para suplir la ausencia. Eran muy chicas y pudieron resolver y terminar la obra casi sin tropiezos. Las maestras estaban emocionadísimas y las felicitaron mucho. A veces también actuaba yo, aunque menos. Una vez me tocó hacer de negrita, y sí, me pintaron la cara con corcho quemado. Yo tenía que decir: "limpio pol aquí, limpio pol alá" con gracia y simpatía. Creo que le d

El amor y los tiempos verbales

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Hoy es...  Hoy era...  Hoy sería...  el cumpleaños de mi papá. Los verbos se confunden cuando hay ausencia. Los verbos se ambiguan. Te quiero o te quise? Sos mi papá o eras mi papá? Siempre cuesta dominar los verbos cuando se trenza el amor con la muerte. Mi viejo aparece en el recuerdo. Aparece y entonces, está. Pero claro, si aparece es también, porque ya no está. Las emociones, esa mezcla espesa de sentimientos y sensaciones. Mi papá se fue hace mucho. Hace tanto. No se enteró de nada. Y no sé si supo cuánto lo quería. Porque a veces no lo quería, es cierto. Pero a veces lo amaba. Esas contradicciones que sólo puede sentir una hija enojada, furiosa, rabiosa,  que heredó                        tu rabia, tu furia, tu enojo, que sintió                         tu furia, tu enojo, tu rabia. Y te perdonó. Y te perdona. Ahí estás, para siempre entre mis libros, tu herencia. Ahí estás, en el compromiso, en cada batalla, en el acto militante y en los sueños. Ahí estás, en los

La sociedad de las palabras rotas

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En estos tiempos, y cada vez con más fuerza, se escucha hablar de la cultura de la cancelación. Cancelar. Anular, eliminar, tachar, borrar. Cancelamos a este por lo que hizo, a aquella por lo que dijo, a aquel otro por lo que escribió.  Cancelamos a quien cometió hechos aberrantes. Cancelamos películas viejas, libros, publicidades. Cancelamos recuerdos. Cancelamos historia. Más allá, o más acá de la cantidad de debates, notas de opinión y análisis super concienzudos, parece poco lo que se puede agregar sobre el tema en sí. Pero, cuando descubrimos que todos estos debates  están atravesando y describiendo nuestra historia, ahí, todo se pone bastante interesante. Hace unos días estuve acordándome de una película que fue muy conocida en los '90, "La sociedad de los poetas muertos". La película está ambientada en una escuela de excelencia a fines de los '50 en EEUU. Allí, un genial Robin Williams encarna a un profesor de literatura que llegará para cuestionar las normas y

Nosotras, las de entonces

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Un poco por la pandemia y el encierro pero sobre todo por el recuerdo latente de los afectos inolvidables, un día me encontré rastreando en las redes a mi amiga de la Facultad. La había buscado muchas veces, pero en está ocasión tenía alguna pista, y fui por ahí. Y la encontré. Un par de mensajes y empezamos a conversar. Y de pronto sucedió eso que sólo nos pasa con aquellas personas que son tan importantes en nuestra historia: la conversación fluyó con esa naturalidad tan cotidiana. Hablamos, nos pusimos al día, recordamos, reflexionamos y descubrimos que el tiempo y los años no deterioraron la confianza y el cariño. Y entonces otro día mi amiga me envía por wassap algunas fotos viejas, hermosas. En esas fotos somos jóvenes, con nuestros cabellos rebeldes y nuestras sonrisas enormes. Pero no me resulta difícil descubrir que ahí detrás (o delante) de estas canas y de estas mujeres llenas de obligaciones, ahí justamente, estamos nosotras, las mismas. Porque miro las fotos y somos e

1° de mayo

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Todos los años, cuando llegaba el 1° de mayo, mi papá compraba claveles rojos. Después prendía el combinado y ponía aquel disco. Y ahí empezaba a sonar La Internacional en el comedor de mi casa. Mi vieja, un poco más prudente, se ponía nerviosa y le pedía que por favor bajase el volumen, que los vecinos podían escuchar. Pero mi papá, rebelde como un niño, lo subía al mango. La música sonaba fuerte.  Así era cada año el 1° de mayo allá lejos en mi infancia.