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Mostrando las entradas con la etiqueta Escuela pública

La máquina de fallar

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Nacidos para fracasar La imagen resulta impactante.  En medio de un salón que alguna vez fue blanco, un enorme  brazo robótico se retuerce para un lado y para otro intentando  juntar el líquido rojo que fluye permanentemente a su alrededor .  La pala que está en su extremo sube, baja y arrastra el líquido hacia su centro, una y otra vez. P ero, por más que lo intente, no puede evitar que el líquido vuelva a desparramarse. Finalmente, todo es un completo desastre. L as paredes, los pisos y el brazo robótico están cada vez más manchados. Can't help myself. No puedo evitarlo. Así se llamó esta instalación abrumadora  que funcionó entre 2016 y 2019 en el museo   Solomon   Guggenheim, en Manhattan, Nueva York. En un comienzo la máquina se  movía  con energía, saludaba a los visitantes que observaban tras los cristales y hasta se animaba a realizar unos movimientos de  baile para los espectadores. Sin embargo, con el correr de los días, de los meses y de los años, su entusiasmo comenzó a

Traccionar deseos

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Traccionar el deseo ajeno "No podés estar permanentemente traccionando el deseo de los otros". Es una frase que me dijo mi hermana y me atrapó. Traccionar deseos. La frase es contundente. Me parece de una enorme precisión. En ocasiones hablamos de incentivar, de impulsar, pero ninguna de estas acciones describe claramente lo que significa traccionar. Traccionar. Me interesa la palabra porque evidencia el esfuerzo que conlleva la acción. Traccionar deseos ajenos demanda un enorme esfuerzo. Más allá del trabajo físico, además de poner el cuerpo cada día, está este ejercicio que muchas mujeres realizamos cotidianamente, hasta quedar exhaustas. Somos como naves empujando, aunque a veces se trate de vehículos encallados en el barro, o de barquitos atascados en un río de aguas bajas. ¿Qué es lo que empujamos? Empujamos los deseos de los otros. Hacia adelante. Traccionar en la escuela Eso hacemos. Traccionamos. Conversando con otras colegas, me dicen que hay que evidenciar

Música en el aula

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Ayer a la mañana me enteré que un grupo de chicos fue a quejarse con la directora porque los reto mucho y que me quejo si llegan dos minutos tarde. No pienso detenerme en justificaciones ni en ningún tipo de autodefensa. Si perciben que esa es mi actitud hacia ellos, es una vivencia que no es fácil cuestionar.  Las relaciones en el aula son un misterio, no siempre funcionan como quisiéramos. Hay cursos en los que todo fluye y otros en los que todo se estanca. Bueno, así fue el día de ayer. Volví enchinchada, decepcionada, pensando en que a veces mi trabajo no me gusta y que por suerte pronto me voy a jubilar. Pero hoy fue otro día. Otro curso. Otra relación. Hoy leímos cuentos. Los cuentos que más disfruto, los cuentos escritos por ellos y ellas. Hace tiempo atrás conté algo sobre Paula. Paula es la protagonista de "Mi música es para esta gente", un cuento hermosísimo de Daniel Moyano. Paula es una niña casi adolescente bella y rebelde que sufre la violencia de su padre y la

La escuela rota

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Érase una vez el frío Cuando estoy yendo para el aula de sexto leo los mensajes en el celular. La preceptora y la profesora de la hora anterior me avisan que los chicos están abajo, en el patio.  Cuando bajo me encuentro con varios cursos, cuatro o cinco grupitos por aquí y allá. Es un día frío pero el sol los cobija.   Están ahí, a la intemperie, porque afuera el sol abriga más que las paredes del aula. Yo vengo de dar clases y tengo las manos congeladas. Justo en esa ala de la escuela no entra una gota de sol. No te imaginás el frío que hace en un aula.  Pensá en una habitación en la que todo es frío: cemento, chapa, baldosas, bancos. No hay cortinas, ni alfombras ni nada. Pensá que esa habitación está vacía horas y horas. A veces el viento se filtra por las fisuras de las puertas o de los ventanales, a veces se llueve en algún rincón. Pensá que los chicos entran a esas aulas heladas a primera hora de la mañana.  Ahora te pido que pienses algo peor. Pensá que en esas aulas no hay es

Pensar en ellos

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 _ ¿Y qué quiere? ¿Que no me defienda? Si ella me viene a pegar yo me voy a defender_ me explica. _ ¿Pero por qué  te vino a pegar? _pregunto. _ No sé, me dijo que hablé mal de ella. _ ¿Y vos habías hablado mal de ella?  Me mira y una leve sonrisa aparece en su rostro. _ No soy la única profe. No. No es la única. Conversaciones como esta se repiten una y otra vez. Casi todas tienen frases parecidas: "él empezó", ""me miró mal", "se metió con mi mamá", "me insultó", "miró a mi novio", "le pegó a mi hermana". Una palabra, una mirada, un rumor y de un momento  a otro se produce un conflicto. Últimamente así está el clima en la escuela. En las escuelas, porque mis colegas cuentan que en sus escuelas ocurren hechos similares. ¿Cómo se sigue? Lo pregunto con honestidad, a sabiendas de todas las críticas que llueven sobre los docentes cuando surgen hechos de violencia en las aulas. La sociedad, la misma que habitualmente desvalo

Regreso a la escuela

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Llega febrero. A partir del primero es y no es descanso. Todavía no nos toca volver pero no se habla de otra cosa. No son vacaciones, estamos en disponibilidad. Los grupos de watsap despiertan del letargo y entonces he aquí la pregunta. Esa pregunta. Siempre la misma. ¿Cuándo tenemos que volver? Los que tienen menos de veinte años este día y el resto este otro. Ahí aparece la otra pregunta, igual de inevitable: ¿Hay que cumplir horario? Las respuestas son variados: sí, según la escuela, no, no se debe cumplir horario. Cumplir horario. Si algún experto lingüista me explica cómo interpretar esa frase se lo agradeceré enormemente. "Cumplir horario" es una frase extraña: se pueden cumplir metas, proyectos, objetivos; se puede cumplir un cronograma de trabajo, se cumple con actividades pautadas; se podría cumplir un deseo y una función.   Cumplir con algo para obtener un beneficio, un resultado. Pero cumplir horario, es definitivamente extraño. Así arrancamos. Todos

Final creativo

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Ayer les propuse a los chicos de segundo que escribieran una obra de teatro breve sobre una situación en la escuela. La historia podía suceder en el aula, en el recreo, en el baño. Ahí nomás los chicos se pusieron a escribir, en ese silencio lindo que ocurre cuando los ves concentrados.  Pero entonces una alumna se me acercó preocupada y me dijo que no sabía qué escribir porque no se le ocurría nada.  Le expliqué entonces que era un trabajo creativo, que era prácticamente un juego, para divertirse. Le dije que escribiera algo que le gustara, que simplemente se imaginara una situación y la contara. La respuesta fue demoledora : "profe, yo no sirvo para pensar". Hace unos días había escrito sobre un estudiante de primer año que me respondió que no imaginaba nada acerca de una novela que estábamos leyendo en clase. Y luego esto. Son frases que los chicos dicen habitualmente: "No me sale", "no sé", "No puedo". Deberíamos escuchar con atención estas

Osvaldo

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Hace muchos años, en una escuela muy pobre y muy destartalada, un grupo de docentes locas y soñadoras junto s sus queridos alumnos, también locos y soñadores, decidieron, inventar un libro. Manos a la obra, los chicos escribieron historias. La realidad y la fantasía se entremezclaban para contar cómo era crecer en una villa, sin dramatismo ni sensacionalismos baratos. Los juegos, el amor,  la escuela, la vida se fueron plasmando en cada página. Y entre robos a la escuela, obras mal hechas, reclamos de los papás para defender su escuela, el libro quedó terminado. Se llamó "Carcoveando". Y en esta escuela de locos y soñadores, todos se alegraron mucho cuando el libro estuvo terminado. Sin embargo, allí comenzó otro problema: quién publicaría estos cuentos, estás historias. Pero esta gente no se cansaba fácilmente. Recorrieron instituciones, golpearon puertas, buscaron ayuda. Entonces lo encontraron a él, al mejor. El hombre humilde, el más loco y el más soñador de todos los ser

La realidad

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Esto ocurrió hace muchos años, en mi queridísima escuela del fondo de Suárez.  En una jornada, la directora invitó a una licenciada en educación con muchos títulos que nos explicó cómo trabajar en el aula reciclando la basura. Nos dijo, por ejemplo, que si no teníamos recursos podíamos ser creativas: si no había libros podíamos trabajar con volantes, papeles de diario, hojas viejas escritas. Y para plástica, las témperas, los lápices, las hojas canson podían sustituirse por cartón, chapas y demás restos de basura para reciclar. Hubo silencio e incomodidad.  Algo no cerraba de todo ese discurso. Alguien, no fui yo, alegó que nuestros chicos quizás convivían demasiado con la basura (tan cerca del cinturón, fuente de trabajo para muchas de las familias) y que  probablemente sería mejor darles otras alternativas desde la escuela. La sabia licenciada nos miró y con una sonrisa complaciente nos dijo: _ Chicas, seamos realistas: ninguno de estos chicos va a ser universitario. Mientras la escu