La realidad

Esto ocurrió hace muchos años, en mi queridísima escuela del fondo de Suárez. 

En una jornada, la directora invitó a una licenciada en educación con muchos títulos que nos explicó cómo trabajar en el aula reciclando la basura. Nos dijo, por ejemplo, que si no teníamos recursos podíamos ser creativas: si no había libros podíamos trabajar con volantes, papeles de diario, hojas viejas escritas. Y para plástica, las témperas, los lápices, las hojas canson podían sustituirse por cartón, chapas y demás restos de basura para reciclar.

Hubo silencio e incomodidad.  Algo no cerraba de todo ese discurso.

Alguien, no fui yo, alegó que nuestros chicos quizás convivían demasiado con la basura (tan cerca del cinturón, fuente de trabajo para muchas de las familias) y que  probablemente sería mejor darles otras alternativas desde la escuela.

La sabia licenciada nos miró y con una sonrisa complaciente nos dijo:

_ Chicas, seamos realistas: ninguno de estos chicos va a ser universitario.

Mientras la escuchábamos, la incomodidad se fue convirtiendo en indignación.

La reunión terminó y empezamos a salir. 

Caminamos las quince cuadras que nos separaban de la estación un poco angustiadas. 

Y empezamos a hablar, a decir.

Sentíamos bronca, dolor, tristeza.

Empezamos a enojarnos.

¿Qué era lo que molestaba tanto?

Lo que había dicho la mujer ¿Era una profecía? ¿Un hecho concreto? ¿Un deseo?

Hoy, después de escuchar las mismas palabras nada más y nada menos que en boca de nuestra gobernadora, creo saber que es lo que nos dolió, lo que nos enojó tanto.

La mirada sobre los otros.

La mirada que duele, molesta, enoja.

La mirada sobre cómo leer la realidad.

Y la realidad, para muchos de nosotros, no es una verdad que se pueda aceptar y dar por cierta: la realidad es una fuerza que nos subleva, que nos revela y nos revoluciona.

La realidad  es una razón para seguir luchando.





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