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Mostrando las entradas de diciembre, 2021

El día de los pañuelos verdes

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Nunca tuviste que hacerte un aborto. Nunca tuviste que pasar por esa situación. Podrías decir que no fue necesario porque te cuidaste, porque siempre hiciste todo bien. Pero sabés que no es cierto. Alguna vez cediste a la insistencia, alguna vez creíste que no iba a pasar nada, alguna vez un accidente trastocó un encuentro. Es verdad. Nunca tuviste que abortar. Pero contaste los días, hiciste memoria, cruzaste los dedos y le pediste ayuda al Dios en el que no creés. Claro. Nunca tuviste que abortar. Pero esperaste sola, angustiada, rogando que no fuera cierto. No. No tuviste que abortar. Pero e stuviste días y días pensando distintas situaciones posibles. Imaginando los comentarios, los "que se joda", los "y bueno, lo hubiera pensado antes". En fin. No tuviste que abortar. Pero te sentiste sucia, clandestina, p ensando cómo ibas a resolver si no tenías un mango, si no conocías a nadie. Pensando a quién preguntar, a quién consultar. Por supuesto, no tuvi

El año de los pañuelos

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 Este texto lo escribí hace un año, cuando al fin se aprobó la ley de aborto legal, seguro y gratuito.

Las mariposas y los mandatos

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Esto paso hace mas de veinte años, en una fiesta familiar, de esas tan lindas en las que no faltaba nadie.  Aquellas comidas que duraban horas, con sobremesas eternas, cuando siempre había un tema de conversación. Y ahí estaba, entre todos, mi tío Israel, buscando con la mirada, fijando su objetivo. Mi tío Israel, que siempre quería saber. Siempre. Cuando mi hermana, yo o cualquiera de mis primos veíamos que se nos acercaba, sabíamos que venía por uno de nosotros, para preguntar, indagar, hurgar sobre algún tema que le preocupaba. Esta vez le tocó a mi hermana. Habían pasado pocos meses desde que Grachu había decidió juntar sus cosas y dejar la casa de  mis viejos. A mi tío el tema lo tenía preocupado. Le preocupaba la soledad de mi hermana. Así que fue directo: _ Decime Golde _así la llamaba él, una especie de traducción de Graciela al idish_ ¿Cómo te sentís viviendo sola? Las balas pasaban cerca pero mi hermana supo esquivarlas. _ Bien tío, me encanta vivir sola. Mi tío no

Adiós al Tren del alma

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La foto circula por las redes y la encuentro en el muro de una amiga. La imagen de aquel lugar, tan conocido por nosotros, con sus persianas bajas y el cartel de venta. Así me entero de lo que ya se venía anticipando. Finalmente cerró sus puertas Soul Train, el boliche que nació a mediados de los ochenta en San Martín y que por décadas fue el centro de nuestra vida nocturna.  Soul Train. Tren del alma, o algo así.  Fue allí precisamente donde un día hace mucho tiempo festejamos el final de la escuela secundaria y todos los quintos (en ese entonces la escuela terminaba en quinto año) vendimos rifas y juntamos plata para poder alquilar el boliche.  Durante años escuché tantas historias que ocurrieron allí, en la pista, sobre los bafles, en los reservados, en los balcones.  Sé de muchas parejas que comenzaron su historia de amor en Soul Train. Amores fugaces o eternos, romances secretos, pasiones y traiciones.  En fin, sé que ese lugar guarda enormes recuerdos para muchas personas de mi g

Esa sensación (una historia de miedo)

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  Cada vez que alguien me cuenta que la casa donde viven sus padres es el lugar en el que vivió desde su infancia, siento una sensación de profunda extrañeza. Es que la casa de mi infancia fue una de las tantas que habité. Una más. En mi familia hubo muchas mudanzas, las suficientes como para reconstruir los recuerdos familiares según el domicilio de cada época: "Eso pasó en Francisco Hue", "Aquello fue cuando vivíamos en la casa del ascensor". Y sí, hubo una casa del ascensor. Fue en otra vida y en otro tiempo, pero esa es una historia para otro relato. La cuestión es que desde los once años recuerdo muchas mudanzas, algunas temporales, otras más duraderas. Las mudanzas más breves significaban que el lugar donde vivíamos se había vendido pero por algún motivo, aún no teníamos disponible un nuevo hogar. Tres veces al menos viví durante un tiempo en un lugar temporal hasta poder mudarme al hogar esperado. Cuando era chica con mi familia vivimos varios meses en la

Alfonsina y El amo del mundo

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Durante décadas nos ofrecieron la imagen de Alfonsina como una mujer sufrida. Siempre es conveniente que sintamos pena y no admiración. La admiración nos invita a imitar, la pena en cambio propone la distancia y la compasión. Me dirán que su suicidio prueba su sufrimiento y yo digo que su suicidio fue otra forma de amar la vida, cuando le diagnosticaron cáncer y eligió cómo y dónde quería morir, sin sufrimiento ni agonía. Estoy conociendo a Alfonsina por su obra, y cada vez me resulta más divertida y aguda, más irreverente, más atrevida.  Alfonsina le escribió al deseo, al placer, a la emoción. Alfonsina, la loba solitaria que se burló de todo y de todos. No importa que la hayan tratado de ocultar bajo un manto de solemne distancia. No importa que una gran parte de su obra no se haya difundido.  No importa. Porque tarde o temprano encontramos la huella de la loba. La loba, salvaje, solitaria y libre. Como con esta obra, El amo del mundo, que hasta hace poco desconocía. Me topé por prim