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Mostrando las entradas con la etiqueta Educación pública

La UBA, mi hogar

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Una vez, hace muchos años, llegué a la Facultad. El día que por primera vez anduve por los pasillos de Filo temblaba de emoción. Todo era inmenso, inabarcable para mis ojos ávidos y curiosos. Me había anotado en Teoría Literaria. Cuando entré me encontré con un aula gigante, enorme, repleta de estudiantes. Y ahí empezó la aventura. Esos primeros días fueron de puro asombro. Muchas veces antes me había sentido mal. Yo e ra un bicho raro, y los bichos raros pueden ser ignorados y también, molestados. Así fue siempre. Pero entonces llegué a Puán y allí  había muchas personas tan absurdas como yo, a quienes también les daba felicidad hablar de libros, de literatura y de lenguaje. En las clases de gramática escuchábamos a Kovacci y hacíamos chistes entre nosotros  sobre el esquema arboreo de Chomsky y decíamos que un día nos íbamos a hacer remeras con la frase: "La mesa come carne". Nos sentíamos parte de algo que era muy nuestro. La biblioteca de Puán, las aulas, cada clase

La escuela en tiempos de Pandemia II

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Es muy loco, pero en estos días sin que lo pida, no paran de llegar trabajos y trabajos de pibes y pibas que se acordaron de mí y de mi materia. Explicaciones, pedidos de disculpas. A todos respondo con el mismo tono que me caracterizó durante este año tan duro: "no te preocupes", "gracias", "todo bien" y frases por el estilo, todas acompañadas de emoticones sonrientes y de corazoncitos. La verdad es que durante todo este tiempo me estuve preguntando por qué en todos mis años de docente no fui así de empática con los chicos y sus historias, con sus enojos con la escuela y con sus disculpas mentirosas o genuinas. Por qué tuvo que llegar una tragedia mundial para empezar a ser un poco más amorosa y comprensiva. Porque hay algo que sé y es que los chicos que no trabajan, que no cumplen, no son vagos, o sí, pero no es por nada. A los chicos les pasan cosas que los frenan, cosas que a veces tienen que ver con la autoestima, con la desvalorización, cosas que los

La escuela en tiempos de pandemia I

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El viernes la seño de Juan mandó tarea y pidió que se la enviáramos por correo.  Juan bufó, yo bufé.  Pero cumplimos: Juan hizo la tarea y yo mandé el correo.  Y hoy recibimos la respuesta. La seño le respondió, le dijo que hizo todo muy bien y además le hizo unas cuantas observaciones y sugerencias muy personales y muy cariñosas. A Juan le gustó muchísimo. Imagino que el mismo trabajo se tomó con cada uno de los 28 chicos del grado. Es importante decirlo, en estos días en los que, un poco en broma, un poco en serio, se viene hablando de la cantidad de tarea que los docentes están dando.  Y es cierto, a veces se zarpan. Con Juan es difícil, porque además de no ser yo su maestra, el encierro lo tiene más inquieto de lo que habitualmente ya es. En fin, dan mucha tarea y para comunicarse utilizan una tecnología que para muchísimos chicos es casi inaccesible. Pero se ocupan, se esfuerzan, lo intentan. De la nada misma. Porque los y las docentes de escuela pública trabajamos con nada, y de