La UBA, mi hogar
Una vez, hace muchos años, llegué a la Facultad. El día que por primera vez anduve por los pasillos de Filo temblaba de emoción. Todo era inmenso, inabarcable para mis ojos ávidos y curiosos. Me había anotado en Teoría Literaria. Cuando entré me encontré con un aula gigante, enorme, repleta de estudiantes. Y ahí empezó la aventura. Esos primeros días fueron de puro asombro. Muchas veces antes me había sentido mal. Yo e ra un bicho raro, y los bichos raros pueden ser ignorados y también, molestados. Así fue siempre. Pero entonces llegué a Puán y allí había muchas personas tan absurdas como yo, a quienes también les daba felicidad hablar de libros, de literatura y de lenguaje. En las clases de gramática escuchábamos a Kovacci y hacíamos chistes entre nosotros sobre el esquema arboreo de Chomsky y decíamos que un día nos íbamos a hacer remeras con la frase: "La mesa come carne". Nos sentíamos parte de algo que era muy nuestro. La biblioteca de Puán, las aulas, cada clase