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Mostrando las entradas de septiembre, 2022

Las mariposas negras

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Dice Juan que algunas veces siente como un vacío en la panza, y no es por hambre. Yo creo que son las mariposas negras. Tenía quince años cuando empecé a leer a Sartre. La verdad es que el origen de mi curiosidad estaba directamente relacionado con el chico que por entonces me gustaba. Él lo amaba, así que yo también quería amarlo. A Sartre digo.  Un día de esos llegué al taller literario y tiré mi propuesta: "Me gustaría leer a Sartre" y como era la más chiquita del taller y la más consentida, así se hizo. Durante varios encuentros leímos varias obras: "A puerta cerrada", "Las manos limpias" entre otras, y sentí que me deslumbraba tanto como me agobiaba. Por entonces discutí bastante con mi papá, que no lo quería ni un poquito. Sartre había estado cerca del partido comunista sin hallar en él las respuestas que buscaba, y eso para mi papá era imperdonable. Mi viejo me repetía que leerlo no valía la pena; "¿Qué leíste de él?" lo increpaba yo enoja

Hablemos de amor

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¿Cómo sería tu vida si pudieras volver a vivirla con los conocimientos y las experiencias de hoy? ¿Quién no se hizo esta pregunta? ¿Qué cosas cambiarías si pudieras volver el tiempo atrás? Y sí, a mí también a veces me gustaría poder viajar en el tiempo para cambiar algunas escenas de mi historia. A veces me gustaría modificar el pasado, no mucho, sólo algunas situaciones. Hay un montón de elecciones personales que seguramente no cambiaría: volvería a participar en los mismos espacios de militancia, estudiaría las mismas carreras.  Haría gran parte del camino tal y como lo recorrí hasta hoy. Todo eso es lo que me trajo hasta acá. Quizás, eso sí, elegiría mejor los trabajos. No soportaría fácilmente el maltrato y la precarización. Me quedaría donde me valoraran y me respetaran. Pero sin dudas, y creo que esta sería la razón principal para volver al pasado, tomaría otras decisiones en cuanto a los vínculos afectivos.  Hablo de relaciones que sostuve pese a todo.  Relaciones que sufrí dem

Los desposeídos, de Úrsula Le Guin.

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Durante la cuarentena dos queridas amigas me regalaron la novela Los desposeídos, de Úrsula Le Guin. Tiempo después me contaron, con cierta complicidad, que al saber que la historia giraba en torno a la creación de un mundo utópico, ideal, pensaron en mí. "Pensamos en vos", me dijeron, y yo estoy agradecida de que hayan hecho esa relación. Me gusta que mis amigas me sepan así, que me piensen como alguien que quiere y necesita que juntas cambiemos el mundo. Me gusta, incluso aunque entre en la categoría de la ilusa, la necia, la idealista. Otra cosa importante es que el regalo del libro coincidió también, y esto no deja de sorprenderme, con el momento exacto en que empecé a averiguar sobre la obra de Le Guin. Justamente en esos días había retirado de la biblioteca el mismo título.  Y fue por esos días raros que empecé a leerla, y desde entonces hasta ahora estuve entrando y saliendo de esa historia. De a poco. Me costó leerla. Ya conté en otras oportunidades que desde hace año

Esto que también es docencia

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Hay historias que merecen ser contadas. Historias cortitas pero que cuentan muchísimo. Historias como esta. Un día cualquiera te cruzás con una ex alumna. Hace mucho que no la veías y te alegrás un montón. Van a tomar un café y empiezan a conversar. Hay tanto para hablar. Hablan sobre maternidad, sobre el futuro, sobre la familia. Critican la meritocracia, conversan sobre educación. El tiempo pasa y la conversación no quiere terminarse. En algún momento te dice algo muy hermoso. Te dice que vos fuiste muy importante para que ella se animara a seguir estudiando.  Vos te emocionás, aunque también te da un poco de vergüenza. Cuando una ex alumna te dice algo así sentís que a lo mejor algo tiene sentido. Pero hay algo más, te dice, algo que quiere contarte, algo que pasó hace mucho tiempo. Entonces te cuenta una historia. La historia de una relación signada por el maltrato y la violencia, esa violencia que no se ve pero se siente en todas partes. Te cuenta que le costó, pero que finalmente

Romper el aula

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Ayer recibí el mensaje de César anunciándome que ya está haciendo las prácticas para ser profesor de lengua y literatura. A la noche, como si se hubieran puesto de acuerdo, un audio de Belén me cuenta una experiencia en el profesorado y me agradece el acompañamiento. Hay profesores que dejan huellas, me dice. Las palabras de mis ex alumnos llegan justo a tiempo, cuando más las necesito. Necesito que todo esto tenga sentido. Últimamente no estoy bien con la escuela.  Últimamente no estoy bien en la escuela. La escuela hoy no es para mí un lugar feliz. ¿Alguna vez lo fue? ¿Alguna vez la elegí? No lo sé. No sabría decir si existe la vocación docente, pero en tal caso no fue por ahí que llegué, estoy segura. No. A la docencia llegué casi de casualidad. Tenía veintipico cuando empecé a estudiar Letras en la Facultad y si alguien me preguntaba de qué iba a trabajar cuando me recibiera no sabía qué contestar. Estudié Letras porque amaba la literatura. Fue mientras estaba estudiando que supe q