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Mostrando las entradas con la etiqueta Coronavirus

Esa violencia...

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No es novedad, ya lo sé, la pandemia transformó nuestras vidas. El mundo cotidiano, nuestros afectos, nuestras prioridades. Todo se trastocó. Desde que empezó la pandemia cada día termina con una cifra fatal, una  cifra más o menos alta de personas que ya no están. A veces esos números nos tocan de cerca, a veces está el nombre de algún conocido, a veces... Desde que empezó la pandemia la muerte coquetea con nosotros, nos desafía, nos rodea. Nos ponemos tapabocas, lavamos objetos, rociamos todo con alcohol, no nos tocamos. Para escapar de la muerte y de su acoso. Desde que empezó la pandemia muchísimas personas perdieron su trabajo. Crecen y se reproducen por todas partes las manos que hacen changas, pizzas caseras, tejidos. Y se reproducen también las situaciones de depresión de quienes no pudieron con tanto peso. Desde que empezó la pandemia las escuelas se convirtieron en propuestas de cartón. La educación pasó a ser una virtualidad mentirosa y rudimentaria, y más tarde u

La vuelta a clases y nuestro compromiso con el conocimiento.

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  Hace muchos años, cuando recién comenzaba a dar mis primeros pasos en la docencia, una de las lecciones  que tuve que aprender fue la de decir "esto no lo sé" o "me equivoqué". No es fácil eh! Al principio me ponía colorada y sentía que me hervían las mejillas. De pronto me encontraba con decenas de ojos adolescentes escrudiñándome, tratando de descubrir si era una docente o una auténtica  impostora. No, no es fácil, mucho más sencillo es, sin dudas, tratar de dibujarla y hacer de cuenta que uno no dijo lo que dicen que dijo o que uno sí lo dijo, y es lo mismo que dice ahora, aunque sea exactamente lo contrario. Y sí, armar toda esa farsa es algo retorcido, pero créanme que más intrincado que construir todo ese artilugio es plantarse frente a un curso de, pongamosle, veinte adolescentes, y decir "Eso que dije está mal" o "La verdad es que no tengo idea sobre ese tema" y después de eso seguir adelante. Ocurre a menudo que reconocer un error

Pensar en los niños

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Nos dicen que pensemos en los niños. Lo dicen algunos pediatras, lo dicen varios periodistas y lo dice la derecha. Pensemos en los niños, dicen. Lo dicen con indignación, con enojo. Quieren la escuela abierta. Eso es lo que quieren. Pensemos dicen. Pensemos. Pensamos... Pensamos  que no hay escuela que pueda, con sus burbujas efectivas y eficientes, aislar a nuestras niñeces de la realidad. Pensamos que lo que duele no es el encierro ni la falta de escuela. Todas esas son consecuencias. Lo que duele es este mundo. Esta realidad. Pensemos en las niñeces. Las niñeces que n os miran, nos escuchan. ¡Nos creen! Me pregunto cómo es para todos ellos  crecer en este mundo en el que un día, de golpe y porrazo, les negaron los abrazos, las caricias. Entonces... ¿Les hablamos de un virus malo que vino a arrebatar la felicidad? ¿O les contamos la otra verdad? ¿Esa verdad en la que los malos son los humanos que destruyen todo a su paso? Pensar en las niñeces. En las infancias. Siento que

Argentina coronavirus

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"Veo el mundo progresivamente transformado en desierto; oigo,  cada vez más fuerte, el fragor del trueno que se acerca, y que  anuncia tal vez nuestra muerte; me compadezco del dolor de  millones de personas; y, sin embargo, cuando miro el cielo, pienso  que todo eso cambiará y que todo volverá a ser bueno, que hasta  estos días despiadados tendrán fin, y que el mundo conocerá de  nuevo el orden, el reposo y la paz."                            Ana Frank Como una triste penitencia, desde que empezó este calvario, todas las noches googleo "Argentina coronavirus" y leo la cifra de personas infectadas y personas fallecidas. Personas. Siempre poner la palabra "personas" por delante. Eso lo aprendí dentro del proyecto de diversidad. No se dice "discapacitados", se dice "personas con discapacidad", no se dice judíos sino "personas judías" y así. Todos los días, desde marzo, googleo las cifras. A veces, según la época, googleo "I

La escuela en tiempos de Pandemia II

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Es muy loco, pero en estos días sin que lo pida, no paran de llegar trabajos y trabajos de pibes y pibas que se acordaron de mí y de mi materia. Explicaciones, pedidos de disculpas. A todos respondo con el mismo tono que me caracterizó durante este año tan duro: "no te preocupes", "gracias", "todo bien" y frases por el estilo, todas acompañadas de emoticones sonrientes y de corazoncitos. La verdad es que durante todo este tiempo me estuve preguntando por qué en todos mis años de docente no fui así de empática con los chicos y sus historias, con sus enojos con la escuela y con sus disculpas mentirosas o genuinas. Por qué tuvo que llegar una tragedia mundial para empezar a ser un poco más amorosa y comprensiva. Porque hay algo que sé y es que los chicos que no trabajan, que no cumplen, no son vagos, o sí, pero no es por nada. A los chicos les pasan cosas que los frenan, cosas que a veces tienen que ver con la autoestima, con la desvalorización, cosas que los

Nos quedan las palabras

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 Un día perdimos o creímos perder todo, pero entonces dijimos: "Nunca podrán  sacarnos el abrazo". Y entonces llegó un virus fatal  y se prohibió el abrazo. Tuvimos que aprender a distanciarnos. "Nos sacaron todo" pensamos. "Ya no nos queda nada" dijimos. Y cuando todo quedó en silencio,  y cuando los cuerpos perdieron el calor del otro cuerpo, fue ahí, ahí mismo, en el centro de la angustia  que recuperamos el don de la palabra. Aprendimos. A abrazarnos con palabras. A acariciarnos con palabras. A cuidarnos con palabras. Las palabras recorren distancia infinitas, cruzan de una punta a otra, esquivan al monstruo, llegan a destino. Las palabras nos acercaron,  nos acunaron. Las palabras nos envolvieron  y fueron cobijo y fueron encuentro. Y el mundo volvió a ser nuestro.