La vuelta a clases y nuestro compromiso con el conocimiento.

 Hace muchos años, cuando recién comenzaba a dar mis primeros pasos en la docencia, una de las lecciones  que tuve que aprender fue la de decir "esto no lo sé" o "me equivoqué".

No es fácil eh! Al principio me ponía colorada y sentía que me hervían las mejillas. De pronto me encontraba con decenas de ojos adolescentes escrudiñándome, tratando de descubrir si era una docente o una auténtica  impostora.

No, no es fácil, mucho más sencillo es, sin dudas, tratar de dibujarla y hacer de cuenta que uno no dijo lo que dicen que dijo o que uno sí lo dijo, y es lo mismo que dice ahora, aunque sea exactamente lo contrario.

Y sí, armar toda esa farsa es algo retorcido, pero créanme que más intrincado que construir todo ese artilugio es plantarse frente a un curso de, pongamosle, veinte adolescentes, y decir "Eso que dije está mal" o "La verdad es que no tengo idea sobre ese tema" y después de eso seguir adelante.

Ocurre a menudo que reconocer un error no es gratuito y nos tenemos que hacer cargo de eso. Porque nuestras próximas palabras serán puestas en duda y se nos mirará con cierta desconfianza.

Y quizás no esté mal.

Quizás sea necesario transitar estás situaciones para aprender que el verdadero  conocimiento se construye a través de vinculos auténticos, creíbles, honestos.

El saber nos enciende, nos invita a abrir nuevas preguntas, nos libera, destruye las estructuras que nos atrapan.

Quienes trabajamos con el conocimiento tenemos una responsabilidad enorme, y tenemos que hacernos cargo de eso.

Tenemos que hacernos cargo de lo que decimos, de lo que se transmitimos.

Por eso, precisamente, cuando desde una situación de privilegio, la información es forzada en función de determinados intereses, no hay construcción de conocimientos ni aprendizajes.

No hay libertad.

Hay manipulación.

Pero la manipulación no se produce desde la ingenuidad ni desde el desconocimiento: Cuando el poder construye una información falsa y borra las huellas de esa falsedad, cuando esa información falsa es legitimada para construir en el otro una mirada única y unilateral, no hay error, hay una decisión política.

Manipular un saber es manipular a los otros, es manipular lo que queremos que el otro piense.

Información, desinformación, información falsa.
Mentiras.
Contradicciones.

Así, con esas pocas palabras podriamos describir brevemente la realidad que hoy transitamos.

Una realidad que sin dudas cambia a cada rato, en todo el mundo.

El virus muta, lo que se sabe de él también.

Pero en medio de ese ir y venir veriginoso las contradicciones se amontonan unas sobre otras, las mentiras y las verdades se confunden al punto tal que parecen lo mismo.

Es por eso que hoy la transmisión del saber debería estar en manos de la ciencia.

Sin embargo, la palabra la tienen hoy los gobernantes.

Son los gobernantes y no la ciencia la que está hablando.

Los mismos gobernantes que hace un año atrás decretaron la suspensión total de clases presenciales y restringieron la circulación de menores por ser vehículos de contagio.

Los mismos que hace tres meses explicaban por qué las escuelas no eran espacios de contagio y debían permanecer abiertas.

Los mismos que cuarenta días después suspendían la presencialidad en las aulas de nuestro país por el aumento catastrófico de contagios.

Y son los mismos que hoy, a días de comenzar el invierno, con un número de contagios aún más alto que cuando se produjo la suspensión, abren nuevamente las escuelas.

Abren las escuelas forzando los números, negando las bajas temperaturas, negando las condiciones edilicias.

¿A qué obedecen estas decisiones?

¿A quién le sirven?

La respuesta supuestamente tranquilizadora no se hace esperar: abren las escuelas ahora y si aumentan los casos vuelven a cerrar.

Si aumentan los contagios aumentan las muertes ¿está claro, no?

¿Cómo es posible entonces que la misma acción que hace unos meses disparó los casos de contagios hoy sea una medida posible y necesaria?

Otra vez la pregunta: ¿A quién le sirven estás decisiones?

Las elecciones están cada vez más cerca y probablemente allí se encuentre una parte de la respuesta.

La otra, más amplia, más compleja seguramente, tiene que ver con la imperiosa necesidad de forzar la naturalización de esta realidad para que el sistema siga funcionando sin tropiezos.

Producción.
Compra y venta.
Consumo.
Capitalismo

A lo largo del tiempo, el capitalismo ha demostrado que luego de un tropiezo, siempre pudo reinventarse, regenerarse.

Cada revolución fue apaciguada o aislada, cada acto de rebeldía fue convertido en icono de consumo, cada debacle económica fue una nueva oportunidad para rearmarse.

El capitalismo no sabe de frenos.

Nunca lo supo.

Pero entonces, una pandemia de proporciones monstruosas, provocada por el mismo sistema extractivista, depredador, nos enfrenta a esta verdad negada.

Parás o te morís, nos dice.

¿Paramos el mundo y construimos nuevas formas de consumir, de abastecernos, de relacionarnos?

¿Paramos?

Pero el sistema no para.

Porque podemos destruir el planeta y podemos morirnos todos.

Pero el capitalismo...

El capitalismo no sé mancha.








Comentarios

  1. Los trabajadores somos siempre tratados en este sistema economico como un elemento utilizable. Es la misma relacion que tenemos con la naturaleza cuando la utilizamos como un recurso, la misma logica de explotacion, el mismo regimen. En algunas situaciones, ese elemento utilizable puede convenir que no se enferme y no muera, para poder seguir siendo util, para seguir siendo utilizado. En otras puede convenir mas bien hacer uso de ese elemento, mas alla de si algunos se enferman y otros mueran. En cualquier caso, para nuestro bien o en nuestra contra, somos siempre tratados como un elemento del que se hace uso. No existe cambio social profundo posible si no nos revelamos a no ser mas tratados como una herramienta.

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    1. Excelente y dramática conclusión. La misma lógica que usan para deforestar la usan con nosotros.

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  2. Excelente Claudia, pensaba en esto de negar y seguir o de manipular y seguir, pero sobre todo pensaba en la exposición que representa para un montón de personas, docentes, no docentes, familias ¿qué necesitan probar quienes deciden algo semejante?

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