Final

Primero lo primero, si sos impresionable, o creés que hay temas de los que mejor no hablar, no leas este posteo.

Si seguis leyendo, bienvenido o bienvenida a mi recuerdo. 

La mayoría de las veces escribo porque necesito contar a los demás. Esta vez escribo porque necesito contarme especialmente a mí.



Un 5 de noviembre se murió mi viejo. 

Fue hace veintidos años. Increíble que haya pasado tanto tiempo.

Por lo general, me sucede que recuerdo esa fecha algunos días antes y algunos días después. Pero por algún motivo del inconsciente, el día exacto suelo olvidarme.

Hace un año me volvió a pasar lo mismo, y más tarde caí en la cuenta de que el mismo día había estado hablando y contando anécdotas de mi papá en una larga conversación con mis amigas. La mente tiene esos caminitos raros.

En fin, esta vez decidí tomar el recuerdo en mis manos, sostenerlo para que no escape.

Escribir.

Mi papá murió hace veintidos años y fue una noche de primavera, mientras veíamos juntos  la tele.

Un rato antes había empezado a ver un partido de Chacarita, pero yo le insistí para ver una película que mi hermana me había recomendado, y como a mi viejo el director le gustaba, aflojó y empezamos a verla.

La película era "Iliona llegó con la lluvia" y nunca terminé de verla.

Estábamos mirando la tele y de pronto mi viejo empezó a convulsionar.

Esa noche entre gritos de miedo y desesperación hice varias cosas estupidas. La primera fue correr a abrir la ventana, porque pensé que quizas le faltaba el aire, la segunda fue intentar hacerle respiración boca a boca sin poder moverlo de su asiento y sin tener ninguna noción básica de primeros auxilios.

Mi mamá estaba acostada. Por aquella época ya usaba silla de ruedas, pero escuchó mis gritos y con una velocidad inusual se pasó de la cama a la silla y unos minutos después estaba ahí conmigo, las dos sin entender nada.

En fin, esa noche fue larga, y fue muy rara. Llamamos a la ambulancia y yo fui con los médicos adelante. Cuando llegamos al hospital entraron con mi papá en una camilla a la guardia y una enfermera se acercó para darme los zapatos. Otra cosa absurda ¿Qué iba a hacer yo con los zapatos de mi papá? 

Un rato después una doctora salió a confirmar lo que ya sabía, que habían hecho todo lo posible, pero que ya había llegado sin vida.

Después todo lo que sigue a la muerte. El ritual de despedida, la funeraria, el cementerio, los amigos, los abrazos.

Cuando volvimos a casa empezó otro ritual, que es el de desarmar, guardar, esconder, regalar.

Los objetos se vuelven impúdicos cuando la persona que los poseía se muere. Es algo que empecé a pensar por esos días.

Ahí estaba el reloj pulsera sobre la mesita de luz, apoyado tal como lo había dejado mi papá. Uno podía imaginar el gesto cotidiano, abrir la malla, deslizar la pulsera de metal desde la muñeca hacia los dedos de la mano, y después todo el peso del reloj depositado con cuidado sobre la mesa de luz.

Lo mismo pasa con todo eso tan complejo que somos. Todas nuestras sensaciones, todas nuestras ideas. Cada milésima de segundo de nuestras vidas generamos emociones, construimos pensamientos. Pero un día llega la muerte y entonces solo seremos un reflejo, algo que los demás construyen de lo que ellos mismos recuerdan.

En fin, los días siguieron. Con el tiempo fuimos acostumbrándonos a su ausencia.

Como dije, no suelo hablar de esto.

Cuando comento al pasar que mi papá murió estando conmigo las personas ponen cara de asombro y pena, y eso me incomoda un poco. 

Porque, si lo pensás bien, no debería ser tan extraño ver morir a un ser querido. Despues de todo somos seres sociales y estamos siempre rodeados de afectos. Cualquier persona, en cualquier momento, podría pasar por una situación así.

Alguna vez me contaron que cuando los elefantes sienten la cercanía de la muerte se van lejos, para morir en soledad. Nosotros, los seres humanos, nos debemos parecer bastante. La gente no suele morir junto a sus seres queridos.

Salvo excepciones como esta.

A veces pienso mucho en él. A veces con enojo, a veces con cariño, a veces con comprensión. Cuando pienso en todo lo que se perdió me da tristeza, o bronca, no sé.

Me gustaría creer que existe un más allá, en el que nuestras mejores versiones perduran eternas. Pero no puedo creerlo, no me sale, y es una pena.

Después quedan los objetos huérfanos, dando vueltas por ahí.

Después seremos una construcción de recuerdos ajena, una imagen con algunos adjetivos y un par de anécdotas.


Un 5 de noviembre se murió mi viejo. 

Y aunque a veces parece que no me acuerdo, como dice Mario Benedetti "El olvido está lleno de memoria".






Comentarios

  1. Gracias por compartir. Grachu

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  2. Que Dios te conceda creer 💖

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  3. Dos veces frente a la muerte en el último año me pusieron a pensar en qué cosas quiero que encuentre, que vea, que conozca mi hija cuando yo no esté. Ser sobreviviente me da el lujo de acomodar el detrás de escena, porque yo ví y sentí muy palpable cómo quedaba el reloj sobre la mesa de luz... hermoso texto Clau ❣

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    1. También vengo pensando en todo eso. Gracias por tu opinión!!!❤️

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    2. Y un abrazo enorme para un sobreviviente!!!❤️❤️❤️

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  4. No me pasó tan frontal. Pero yo siento que mis muertos están conmigo. No soy creyente pero es una sensación que tengo a pesar de eso.

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    1. Sí, a veces siento algo así, que está más cerca de lo espiritual. ❤️

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  5. Querida Claudia, es precioso el estilo y logras transmitir con claridad refleja de tu sentir.
    Un beso enorme

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  6. Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

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    1. Está bueno sacarlo de alguna manera Sil. Escribir, pintar, cantar.

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  7. Los objetos, las fotos! Siguen ahí, haciendo acto de presencia aunque todo cambie para siempre

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    1. Siempre me acuerdo de algunos objetos que mi viejo celaba y vigilaba tanto y de pronto todo eso pierde sentido.

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