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Mostrando las entradas de junio, 2022

Pedacitos de poesía

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Hay un arte que anda por ahí, creciendo. No voy a decir que está por todas partes, aunque quién sabe, todo depende del que sepa mirar y sea capaz de encontrarlo. La primera vez que pensé en todo esto fue una mañana, hace más de treinta años, mientras caminaba por las playas de Santa Teresita buscando caracoles. Estaba con mi hermana y por aquí y por allá, empezaron a llamar mi atención algunos caracoles con distintos tonos de lilas y violetas. Hundidos en la arena, eran hermosos, de colores intensos. Pero vaya uno a saber por qué razón, cuando los levantaba, estaban rotos en alguna parte. Me acuerdo que busqué un largo rato sin suerte y entonces, de pronto, vino a mi mente una frase: "Una chica busca caracoles en la arena". No tenía claro qué significaba pero pensé en poesía, y pensé también que un día, quizás, podría escribir algo sobre esa frase. Nunca lo hice hasta hoy, pero, por algún motivo el recuerdo sobrevivió al tiempo y quedó dando vueltas en mi memoria. Caracoles l

Sobre mi viejo en su día

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Mi viejo. Empecé este posteo escribiendo y borrando la primera línea al menos diez veces. Mi viejo era... no empieces diciendo lo negativo; no, tampoco; mmm... ¿te parece decir eso? Durante los últimos años de su vida lo cuidé poco, todo lo que se dejó cuidar. Acompañarlo al médico para que no mintiera los síntomas, aconsejarle, retarlo cuando se descuidaba. Pero me doy cuenta que durante años después de su muerte, lo seguí cuidando. Cuidé su recuerdo, su imagen, la opinión de los demás, mi propia opinión. Me llevó años poder decir/me todo lo que (me) hizo mal, y aún así me doy cuenta que cada vez que empiezo a contar, en seguida relativizo, atenúo, suavizo. "Me pegaba" digo "pero algunas veces, no siempre". Intentaré hoy contar sin filtros, lo que puedo y lo que me sale. Mi papá hablaba fuerte, y gritaba. Tanto gritaba y tan fuerte que nuestros amigos le tenían miedo, tanto y tan fuerte que, decía la sicóloga, de chica temblaba cuando me miraba enojado. Me

Traccionar deseos

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Traccionar el deseo ajeno "No podés estar permanentemente traccionando el deseo de los otros". Es una frase que me dijo mi hermana y me atrapó. Traccionar deseos. La frase es contundente. Me parece de una enorme precisión. En ocasiones hablamos de incentivar, de impulsar, pero ninguna de estas acciones describe claramente lo que significa traccionar. Traccionar. Me interesa la palabra porque evidencia el esfuerzo que conlleva la acción. Traccionar deseos ajenos demanda un enorme esfuerzo. Más allá del trabajo físico, además de poner el cuerpo cada día, está este ejercicio que muchas mujeres realizamos cotidianamente, hasta quedar exhaustas. Somos como naves empujando, aunque a veces se trate de vehículos encallados en el barro, o de barquitos atascados en un río de aguas bajas. ¿Qué es lo que empujamos? Empujamos los deseos de los otros. Hacia adelante. Traccionar en la escuela Eso hacemos. Traccionamos. Conversando con otras colegas, me dicen que hay que evidenciar

Música en el aula

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Ayer a la mañana me enteré que un grupo de chicos fue a quejarse con la directora porque los reto mucho y que me quejo si llegan dos minutos tarde. No pienso detenerme en justificaciones ni en ningún tipo de autodefensa. Si perciben que esa es mi actitud hacia ellos, es una vivencia que no es fácil cuestionar.  Las relaciones en el aula son un misterio, no siempre funcionan como quisiéramos. Hay cursos en los que todo fluye y otros en los que todo se estanca. Bueno, así fue el día de ayer. Volví enchinchada, decepcionada, pensando en que a veces mi trabajo no me gusta y que por suerte pronto me voy a jubilar. Pero hoy fue otro día. Otro curso. Otra relación. Hoy leímos cuentos. Los cuentos que más disfruto, los cuentos escritos por ellos y ellas. Hace tiempo atrás conté algo sobre Paula. Paula es la protagonista de "Mi música es para esta gente", un cuento hermosísimo de Daniel Moyano. Paula es una niña casi adolescente bella y rebelde que sufre la violencia de su padre y la

Tristeza áulica

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Abro El Diario de Ana Frank. _ ¿Leyeron hasta dónde les pedí?_ pregunto. Nada. No hay respuesta. No leyeron. _ ¿Alguien pudo leer? Cuatro chicos y chicas levantan la mano. Les propongo leer en voz alta. _ ¿Alguien quiere leer? Nadie. Este curso me viene costando. Mucho me está costando. Difícil la relación. Difícil construirle sentido a mi trabajo. _ Leo yo y si después tienen ganas sigue cualquiera de ustedes. Empiezo a leer y les juro que me enamoro de cada palabra, de cada frase, de cada pensamiento. Esa pibita supo contar su historia pero también reflexionó sobre la guerra, el encierro, la mujer, el amor, la literatura. Anita. De pronto una voz me interrumpe. Un estudiante del fondo con su mano levantada. _ ¿Puedo preguntarle por qué eligió este libro? Siento el golpe. Le digo que me conmueve su historia y me emociona su lucidez. Entonces toma la palabra su compañera y asesta el segundo golpe: _ A mí no me conmueve. No me pasa nada con lo que leo. Duele. Yo amo e