Música en el aula

Ayer a la mañana me enteré que un grupo de chicos fue a quejarse con la directora porque los reto mucho y que me quejo si llegan dos minutos tarde. No pienso detenerme en justificaciones ni en ningún tipo de autodefensa. Si perciben que esa es mi actitud hacia ellos, es una vivencia que no es fácil cuestionar. 

Las relaciones en el aula son un misterio, no siempre funcionan como quisiéramos. Hay cursos en los que todo fluye y otros en los que todo se estanca.

Bueno, así fue el día de ayer. Volví enchinchada, decepcionada, pensando en que a veces mi trabajo no me gusta y que por suerte pronto me voy a jubilar.

Pero hoy fue otro día.
Otro curso.
Otra relación.

Hoy leímos cuentos.
Los cuentos que más disfruto, los cuentos escritos por ellos y ellas.

Hace tiempo atrás conté algo sobre Paula. Paula es la protagonista de "Mi música es para esta gente", un cuento hermosísimo de Daniel Moyano. Paula es una niña casi adolescente bella y rebelde que sufre la violencia de su padre y la discriminación de los habitantes de la ciudad. 
Ante el maltrato, Paula despliega su magia y su poesía en una serie de eventos que deja a todos sorprendidos. Y después de su acto final, desaparece, se va, y deja al protagonista solo y haciéndose preguntas.

Es una historia contundente y tan bien contada. Siempre que la leemos en el aula genera polémica, distintas emociones, opiniones variadas.

La propuesta para mis alumnos fue la siguiente: escribir una historia en la que, diez años después, Paula regresa a la pequeña ciudad.

Hoy los chicos leyeron algunos de sus cuentos en voz alta. Las historias diversas, de suspenso, de romance, de poesía se desplegaban por el aula y pudimos ver a Paula volver, reconciliarse con su padre, vengarse, asesinarlo, enamorarse, suicidarse, escapar, casarse. Cada historia, una aventura diferente y aplausos de los compañeros.

Les dejo de regalo algunas frases que atrape, con el permiso de sus autores.

"Ella sintió algo como amor" escribe Leonardo.

"Sino fuera por las cicatrices de su cara las cuales había aprendido a conocer como si de una cartógrafo y un mapa se tratara" dice Federico.

"Vamos a dejarles algo de qué hablar" le dice Paula a su enamorado en el cuento de Martina, "Siempre seguirán hablando de nuestra música".

"La música es nuestra única arma contra la muerte" reflexiona Alan.

 Cuentos construidos desde la lectura. En cada relato hay un diálogo con la historia original. Las cicatrices de Paula, la música que es otra cosa, las relaciones. Todo.

En cada historia pude detenerme y hacer alguna devolución, o un comentario acerca de los recursos, de las cuestiones del lenguaje. Los compañeros también opinaron, felicitaron, rieron y se emocionaron.

Fue una clase feliz.
Cuando pasa eso vuelvo a creer que estoy en el lugar que quiero estar.
Cuando pasa eso siento que la escuela es el mejor lugar.
Cuando pasa eso me reencuentro con la alegría de dar clase.

Aunque claro, también sobrevuela la duda: ¿No debería yo estar enseñado contenidos prioritarios en lugar de jugar y divertirme con los chicos?

No puedo dejar de cuestionarme nunca.

Divertirnos y aprender.
¿A veces se encuentran en una misma clase?

Hace poco mi querida amiga y formadora de docentes, Deborah Telias, explicaba en un encuentro con colegas, que todo se trata de construir lectores. Tan simple como eso.

Pero a veces el aula, las reglas y nuestra propia formación atentan contra ese sentido.

Me pregunto cómo sería desarmar el aula y construir otras dinámicas de trabajo. Talleres, espacios de práctica, de juego. Ir por ahí.

Porque no se trata únicamente de buenas o malas decisiones de un docente, sino de una construcción más grande.

La escuela hoy está planteada en función de los contenidos, las planificaciones, las calificaciones.

Hay veces en las que el aula me asfixia, y no hablo del aula como espacio físico sino del concepto de educación que la estructura del aula encierra.

La disposición de los bancos en fila, el escritorio en el frente, el pizarrón detrás, establece que hay una forma de educar. Dice la especialista en educación Laura Lewin, que esa estructura indica cómo se cree que funciona el intercambio: el que sabe está adelante impartiendo conocimiento mientras los demás, de forma individual, reciben esos saberes.

¿Qué pasaría si rompiéramos esas estructuras?
 ¿Si pudiéramos convertir las aulas de literatura en enormes talleres literarios?
¿Si los conocimientos no surgieran de una lista de contenidos preestablecidos sino de las posibilidades de relacionar determinados saberes con las experiencias que ocurren en la práctica de escritura o de las lecturas?
¿Y si la calificación no fuese la meta, sino un proceso en el que la experiencia de cada estudiante como lector y productor fuese única y absolutamente personal?

Quizá entonces me importaría menos que mis alumnos lleguen tarde al aula, o que no hayan leído.
Quizás los retaría menos y me divertirá más.

Quizás habría más risas y más aplausos.

Y más música, como la de Paula.


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Comentarios

  1. Quiero destacar la palabra "enchinchada". La amé.
    La escuela es mi mundo. De chica amaba la escuela. Era muy estudiosa ja cuando comencé la docencia me di cuenta de que todes no eran tan perfeccionistas como yo... me adapte, baje las expectativas... ahora me cuesta guiarme por todo contenido y burocracia escolar porque es lo que menos me gusta. A veces me voy de la planificación. Hago chistes, rio, pregunto lo que les gusta... estaría en el aula de taller tik tok porque ya hice 3 con mis grupos de primero. La tienen muy clara y editan todo con palabras y música. Es eso... romper la estructura, disfrutar, sentarse en el banco de atrás junto a un estudiante , jugar, ser feliz en el aula. Aunque, claro, a veces nos "enchinchamos". Abrazo!!

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    1. Qué buena idea, me encantó!!! Gracias por tu comentario. Rompamos estructuras!!!

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  2. Si, romper la estructura, todo lo que depende de nosotras. Qué te impide moverte a vos del frente o las sillas y mesas? Los dejarías tirarse por el piso a leer, sentarse en las mesas, o lo que les cuadre? Vos te flexibilizarias tanto? Muchas veces cuando alguien entraba a mi aula no me encontraba. Los chiques se sientan de a uno? Qué frio! Y si se sientan de a dos o tres? Quizas el desafio sea encontrar el limite de lo posible (y a veces imaginar lo que tenes ganas y "no sé puede")

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    1. Claro, uno hace todo eso. Yo desarmo las filas y armo rondas para que todos nos pidamos ver, como hacemos muchas en el aula. Pero no alcanza. El aula de secundaria es un espacio frío, feo, impersonal y la construcción de contenidos apunta a otra dinámica. No siempre y no únicamente se trata de buena voluntad.

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