Eternamente
Tenía dieciséis años cuando el mundo era eterno. Tenía dieciséis años y un hambre de amor voraz, desesperado. Allá, en el fondo del aula, mi amiga y yo, jugábamos a ser rebeldes por un rato. Mientras la clase continuaba, sentadas sobre el respaldo de nuestras sillas, cantábamos. Eso hacíamos, cantábamos. Esto no puede ser no más que una canción Quisiera fuera una declaración de amor Romántica sin reparar en formas tales Que ponga un freno a lo que siento ahora a raudales. Mi amiga cantaba bellamente y yo desentonando. Nos mirábamos y sonreíamos cómplices. Si me faltaras no voy a morirme Si he de morir quiero que sea contigo Mi soledad se siente acompañada Por eso a veces sé que necesito Tu mano Tu mano Eternamente tu mano. Desde el frente el profesor nos clavaba una mirada severa. "Después no se quejen", nos advertía, y eso nos daba más risa. No nos quejábamos. Cuando te vi sabía que era cierto Este temor de hallarme descubierto Tú me desnudas con siete razones Me abre