El tiempo y la palabra
Un día como cualquier otro. Las voces de la radio me acompañan mientras p ico morrón sobre la tabla. Después arrojo los trozos en la sartén, junto con el verdeo y mientras muevo la espátula, veo cómo el rojo y el verde se entremezclan y cómo van cambiando de consistencia y de tonalidad. Me gusta cocinar. Descubrimiento de pandemia. Levanto la vista y miro por la ventana. Es un día precioso, uno de esos días perfectos que trae el comienzo del otoño: soleado, cálido y fresco. Todos en casa estamos ocupados, cada uno en su actividad. De a ratos nos cruzamos, nos miramos, nos comentamos algo, nos sonreímos. Y después cada uno sigue en lo suyo. Nada más. Es todo y es suficiente. Porque en este preciso momento tengo la absoluta certeza de que este es un instante feliz. Un momento simple, efímero, leve. Felicidad. En general así suele ser para mí la felicidad. Un mate, una charla, una comida rica, un buen libro o una buena peli, un abrazo, risas cómplices. No me atrevería a exten