Quino
Los libritos de Mafalda estaban en los estantes más altos de la biblioteca de mis viejos, casi tocando el techo. Una vez, con mi hermana trepamos entre los estantes y descubrimos el tesoro. Después de eso, los libros descuajeringados y sus hojitas sueltas andaban por toda la casa. Con mis primos, también pequeños, leíamos cada historia una y otra vez. Usábamos la palabra "sopa" como la peor de las malas palabras y cuestionábamos el mundo adulto como creíamos que lo haría Mafalda. Crecimos con Quino, con su arte, con su magia. Compartimos su mirada inteligente y sensible del mundo. Nos reímos y nos emocionamos con sus historietas. Aprendimos a amarlo. No sé si existen personas más queridas por tanta gente. Durante décadas Quino entró a todas nuestras casas; entró con su humildad a cuestas, con su empatía, con su complicidad. Y lo amamos sin discusión. Porque... quién no se sintió alguna vez, en algún momento, un personaje creado por su pluma? Por allí Mafalda y su deseo de ca