A gut ior
Fue en los noventa. Se acercaban las fiestas de año nuevo, Rosh Hashaná primero y después Iom Kipur. En ese entonces yo había empezado a trabajar en un instituto preparando alumnos. Me pagaban mal y obviamente no estaba registrada. Eso significaba que si faltaba no cobraba ese día. Además, en casa no había un mango y seguramente no habría festejo. Así que, sin más vueltas, decidí saltearme la tradición familiar e ir a trabajar ese día. _ ¿Cómo que vas a ir a trabajar? Mi viejo. En los últimos años mi viejo estaba cada vez más huraño y silencioso, más aislado de todo y de todos, cada vez más desconectado. Pero eso sí, cuando se le metía algo en la cabeza se transformaba. Taurino el gordo, cabezón y peleador. _ ¿Cómo que vas a ir a trabajar? _me preguntó esa noche, y yo pensé "Soné!". Le expliqué que no era un tema de convicción sino de necesidad. _ No podés ir a trabajar _ fue la sentencia. No había explicación que valga. Se sentó enfrente de mí y empezó a hablar. Las dos