El atentado a la Amia
Ese día, hace treinta años, estaba haciendo trámites por el centro, como le decíamos a todos aquellos lugares que quedaban pasando la General Paz. En todo el día no había escuchado la radio, ni había visto la tele. Tampoco había hablado con nadie. Así que al anochecer, cuando llegué a casa, las caras de preocupación, de miedo y de angustia, tanto de mis viejos como de mis tíos me tomaron de sorpresa. Ahí estaban los cuatro, esperando reunir al rebaño para saber que estábamos todos y que estábamos bien. "Explotó la Amia, dicen que fue un atentado" contaron. Explotó. En la tele mostraban imágenes terribles. Aún no se sabía cuántas podían ser las víctimas. Era siniestro. Enseguida pensé que unos años antes, cuando hacía el CBC ahí nomás y estudiaba periodismo a unas pocas cuadras, solía pasar muy seguido por la puerta de la Amia, tres o cuatro veces por semana. Nunca le prestaba demasiada atención, pero sabía que ahí estaba. Era parte del paisaje, de mi recorrido cotidiano. Ta